LA RETÓRICA DE LOS AFECTOS
Lucía Díaz Marroquín. La retórica de los afectos
Reichenberger. Kassel, 2008
El título del presente libro hace referencia a dos de los temas recurrentes en la tradición occidental: por una parte, el intento de explicar la variedad de estados de ánimo del ser humano y su incidencia en las pautas de conducta sociales; por otra, el ejercicio de la persuasión a través de un discurso sujeto a códigos textuales y gestuales, un ejercicio que llamamos retórica cuyo origen se sitúa en un pasado mítico y asilvestrado necesitado de mensajes estructurados, expresados con propiedad y portadores de un contenido afectivo lo suficientemente potente para reducir la barbarie a civilización.
Por esto último, la clasificación y manejo por parte del orador de los estados de ánimo o afectos son una parte fundamental de la actividad retórica. Además, la música ha estado vinculada desde la antigüedad clásica a ambos aspectos, bien en la teoría afectivo-musical de las tradiciones pitagórico-platónica y aristotélica, bien en las prescripciones para-musicales de los tratados de retórica. El Humanismo y, más aún, la era del Barroco potenciaron este vínculo haciendo del discurso musical un trasunto del discurso oratorio. La explicación detallada de todo este proceso es lo que expone Lucía Díaz Marroquín con minuciosidad y gran erudición.
A partir de un detallado examen de la presencia de los afectos en la teoría musical y en la teoría retórica occidentales, así como de los elementos musicales en esta última, la autora establece como punto de inflexión un momento histórico excepcional, aproximadamente la primera mitad del siglo XVII, en el que se dan cita la revolución científica, un pre-enciclopedismo racionalista, la inercia del pensamiento místico-analógico, una espiritualidad que recurre a la sensualidad para afirmarse y el surgimiento del estilo representativo, teatral, de la nueva música monódica. Es así como vemos recorrer las páginas del libro a figuras como Descartes con sus Pasiones del alma, Kircher con su Musurgia universalis, Caramuel, San Ignacio de Loyola y, desde luego, Monteverdi. Lucía Díaz Marroquín explica la ambigüedad histórica en el manejo de los conceptos afecto y pasión, y señala cómo a partir de 1600 la pasión, originalmente una perturbación anímica, se dignifica y se asimila al afecto.
Es a partir de este momento cuando se origina un proceso de codificación de los afectos-pasiones con sus equivalencias en manifestaciones artísticas, notablemente en la pintura, pero también, aunque no de un modo unívoco, en la música, lo que se conoce como “teoría de los afectos”. La dimensión retórica del discurso musical engloba de modo natural esta teoría afectivo-musical y, además, tipifica ciertos recursos musicales y gestuales como idóneos para la expresión músico-teatral. La expresión retórica de los afectos a través de la música y del teatro llegará hasta el siglo XIX y tendrá su plasmación teórica en los tratados de canto y declamación. Por otra parte, la recuperación de esta parcela de nuestra tradición, explica la autora, puede encontrarse en ciertas propuestas pioneras realizadas en el siglo XX.
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