¡La lucha final!
Un lugar sin límites. Música, nihilismo y políticas del desastre en tiempos del amanecer neoliberal. Autor: Alberto Santamaría. Edita Akal, Madrid 2022
Alberto Santamaría, es profesor de la facultad de Bellas Artes de la Universidad de Salamanca. Concretamente de teoría del Arte.
Autor pródigo en publicaciones sobre cultura y política con quién comparto admiración por el sociólogo cultural británico Raymond Williams, marxista, claro. Escribe también poesía y en algún post he visto una fotografía de un bajo eléctrico, por lo que quizá comparta afición por hacer ruido con esos cacharros. Leí anteriormente Políticas de lo sensible, también editado en Akal.
En este libro, escrito durante el confinamiento, traza un paralelismo entre los acontecimientos políticos, sociales y culturales durante la Comuna de París en 1871 y la irrupción en la escena musical, un siglo después, del movimiento punk tanto en USA como en Gran Bretaña.
Un libro muy bien estructurado, pues dedica los primeros capítulos a recordar aquellos acontecimientos parisinos y su importancia en el socialismo utópico posterior. Una población de proletarios, artesanos e intelectuales que se autoorganiza durante tres meses y que sólo puede ser aplastada mediante el ejército del nuevo estado francés, ya plenamente capitalista, a sangre y fuego. Quedan sus brasas en muchos movimientos sociales posteriores, los escritos de sus protagonistas y su influencia en las artes y la poesía, Rimbaud, que llega hasta el proto punk-rock de Patty Smith en forma de letras de canciones, llamando siempre a defender la libertad y el poder popular.
Traza el autor un paralelismo entre la derrota, a manos del estado y el capital, de la Comuna y la entronización actual del neoliberalismo occidental, plasmado en pragmáticas leyes de hierro sobre la sociedad, los sindicatos, la cultura y los derechos civiles por parte de pésimo actor Ronald Reagan y su fiel escudera británica Margaret Thatcher, la Dama de Hierro. En plena crisis energética y de materias primas en los setenta, ellos solos se bastaron para destruir el tejido industrial, económico, social y cultural devastando regiones enteras en Detroit, Nueva York, Londres, Gales. El mundo de la cultura y la música popular alzó su voz no en forma de protest song como en la década anterior – Dylan, Rolling Stones …- si no con una vuelta a las raíces sencillas de las canciones de rock and roll con guitarras de deficiente afinación y baterías malsonantes. Ruido, bebida, antros, drogas frente al civilizado pubrock y los folk cafes de sus «hermanos mayores». Ya teníamos ejemplos de esta conciencia musical más proletarizada con The Fugs y MC5 en USA, ahora llegaría una nueva generación que huye de las complejidades musicales de Cream o Hendrix y del progrock y vuelve al origen marginal, sucio, simple y mal vestido del rock: Velvet Underground, Lou Reed, The New York Dolls, Iggy Pop, Los Ramones en USA y The Sex Pistols o The Clash en GB. Con apoyos fuertes por parte del Hard Rock y su heredero Heavy Metal, también del glam -Bowie – y la música disco antes de ser solo Pop.
Pasaban otras cosas dentro de la «industria» pero todos estos artesanos del ruido mostraban la idea contraria a pertenecer a una «industria» organizada por el capital y se asociaban inicialmente con pequeños sellos independientes que finalmente era absorbidos por alguna de las empresas distribuidoras de las majors. Le pasó a Zappa hasta que vio que la única manera de hacer frente a esa situación era ir a una integración de toda la cadena de valor en sus propias manos y las de sus familiares.
Había también, en esos márgenes musicales, lógicas de nicho, la gente se cansó del rock adulto y del progrock y sus grandes montajes – Pink Floyd– y volvió a los clubes, bares y pubs y al contacto más cercano con su audiencia. En el jazz eran los años del free y del loft jazz frente a los macrofestivales y sus fusiones con el rock y la clásica. Dylan entonces se colgó la Stratocaster. Yo me refugié en el jazz de forma casi exclusiva durante casi veinte años.
Magnifico relato de un movimiento político y musical que ha dejado una huella muy importante en su discurso literario e instrumental en otros muchos estilos. Libro muy bien documentado y de lectura muy interesante no solo para musicólogos, también los propios creadores hallarán «preguntas» de interés para su trabajo.
Muy recomendable. En su librería habitual, seguro.
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