En este libro, escrito durante el confinamiento, traza un paralelismo entre los acontecimientos políticos, sociales y culturales durante la Comuna de París en 1871 y la irrupción en la escena musical, un siglo después, del movimiento punk tanto en USA como en Gran Bretaña.
Un libro muy bien estructurado, pues dedica los primeros capítulos a recordar aquellos acontecimientos parisinos y su importancia en el socialismo utópico posterior. Una población de proletarios, artesanos e intelectuales que se autoorganiza durante tres meses y que sólo puede ser aplastada mediante el ejército del nuevo estado francés, ya plenamente capitalista, a sangre y fuego. Quedan sus brasas en muchos movimientos sociales posteriores, los escritos de sus protagonistas y su influencia en las artes y la poesía, Rimbaud, que llega hasta el proto punk-rock de Patty Smith en forma de letras de canciones, llamando siempre a defender la libertad y el poder popular.
Traza el autor un paralelismo entre la derrota, a manos del estado y el capital, de la Comuna y la entronización actual del neoliberalismo occidental, plasmado en pragmáticas leyes de hierro sobre la sociedad, los sindicatos, la cultura y los derechos civiles por parte de pésimo actor Ronald Reagan y su fiel escudera británica Margaret Thatcher, la Dama de Hierro. En plena crisis energética y de materias primas en los setenta, ellos solos se bastaron para destruir el tejido industrial, económico, social y cultural devastando regiones enteras en Detroit, Nueva York, Londres, Gales. El mundo de la cultura y la música popular alzó su voz no en forma de protest song como en la década anterior – Dylan, Rolling Stones …- si no con una vuelta a las raíces sencillas de las canciones de rock and roll con guitarras de deficiente afinación y baterías malsonantes. Ruido, bebida, antros, drogas frente al civilizado pubrock y los folk cafes de sus «hermanos mayores». Ya teníamos ejemplos de esta conciencia musical más proletarizada con The Fugs y MC5 en USA, ahora llegaría una nueva generación que huye de las complejidades musicales de Cream o Hendrix y del progrock y vuelve al origen marginal, sucio, simple y mal vestido del rock: Velvet Underground, Lou Reed, The New York Dolls, Iggy Pop, Los Ramones en USA y The Sex Pistols o The Clash en GB. Con apoyos fuertes por parte del Hard Rock y su heredero Heavy Metal, también del glam -Bowie – y la música disco antes de ser solo Pop.
Pasaban otras cosas dentro de la «industria» pero todos estos artesanos del ruido mostraban la idea contraria a pertenecer a una «industria» organizada por el capital y se asociaban inicialmente con pequeños sellos independientes que finalmente era absorbidos por alguna de las empresas distribuidoras de las majors. Le pasó a Zappa hasta que vio que la única manera de hacer frente a esa situación era ir a una integración de toda la cadena de valor en sus propias manos y las de sus familiares.
Había también, en esos márgenes musicales, lógicas de nicho, la gente se cansó del rock adulto y del progrock y sus grandes montajes – Pink Floyd– y volvió a los clubes, bares y pubs y al contacto más cercano con su audiencia. En el jazz eran los años del free y del loft jazz frente a los macrofestivales y sus fusiones con el rock y la clásica. Dylan entonces se colgó la Stratocaster. Yo me refugié en el jazz de forma casi exclusiva durante casi veinte años.
Magnifico relato de un movimiento político y musical que ha dejado una huella muy importante en su discurso literario e instrumental en otros muchos estilos. Libro muy bien documentado y de lectura muy interesante no solo para musicólogos, también los propios creadores hallarán «preguntas» de interés para su trabajo.
Muy recomendable. En su librería habitual, seguro.
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