Algo más que sexo, droga y rock and roll
Jimi Hendrix, el salvaje. Autor: Jesús Ordovás. Edita La linterna sorda, Madrid 2021
Sobre Hendrix se ha dicho ya casi todo, tanto en disco como en libro. Dejé de comprar sus discos cuando con Smash Hits se cuidó tan poco el sonido y la edición. Uno de mis preferidos, Band Of Gypsys, estuvo a punto de no editarse porque Hendrix no lo consideraba apropiado.
Literatura muy abundante tanto en libros como en revistas, tanto en castellano como en inglés. Los libros normalmente descuidados en traducción y edición, poco apetecibles para su conservación, corrían entre amigos (le llamábamos el maestro) hasta que al final desaparecían, quizá en alguna bajada al moro de esos mismos amigos y conocidos.
Por fin un libro cuidado en la narración, la descripción y la edición, Se lee muy bien. A muchos nos sirve para recordar lecturas de revistas de rock españolas (Vibraciones) o de vanguardia musical (The Wire) en las que se ha tratado el tema con extensión, sin cargar demasiado las tintas con sus adiciones a sustancias psicotrópicas, el sexo y las guitarras que rompía en cada concierto en sus comienzos. Me alegro, nunca me interesó la vida privada o sexual de mis ídolos e ídolas de juventud. Ya con las biografías de músicos de jazz la tragedia se asumía de serie, las drogas marcarían mucho de sus peripecias musicales y épocas de silencio.
Jesús Ordovás periodista y sociólogo, a quien seguimos desde finales de los setenta (my generation es así, tiene lealtades) es dylanólogo y movidólogo. Y su saber sobre Hedrix enciclopédico. Toca lo imprescindible los temas personales y escabrosos y va directo al meollo musical. Sus influencias y gustos (Muddy Waters, Dylan) en USA. Cream, The Who, Traffic, Soft Machine y Animals en Gran Bretaña. Me sorprende ver entre sus preferidos a Chicago, supergrupo de rock-soul que para muchos – me encuentro entre ellos- pasó un poco desapercibido: buenos temas, buenos arreglos de viento, buena guitarra solista. Muy común en la época.
Jimi, negro e indígena a partes iguales, tuvo la infancia que suponemos en una ciudad fría y blanca como Seattle, por suerte se abrió un camino musical en el propio ejército y con bandas de blues, soul, rock and roll desde muy joven pero muy en segunda línea musical. Decide ir a Nueva York a buscarse la vida musicalmente y casualmente en uno de esos tugurios musicales – a tenor de las fotos que vamos viendo- le escucha Chas Chandler, bajista de The Animals y se le lleva “a hacer el salvaje” en Gran Bretaña (GB). Le monta el trío The Experience con Noel Redding al bajo – era guitarrista- y el batería de jazz Mitch Mitchel, buen batería pero segundo líder en un grupo de tres personas, problemas a la vista. Estamos en la prehistoria aún: 1965. En aquella época . dice en sus memorias Keith Richards, se podía con ocho o diez temas ensayados recorrer en furgoneta todo GB actuando a diario en pubs y discotecas, de nombres míticos para todos nosotros, aún siguen en pie muchos de estos lugares, clubs privados incluso que organizaban música los fines de semana, un paseo por algunos de los ayuntamientos del Gran Londres ayuda a descubrirles. Eso sí, sesión doble y gastos por cuenta del artista, hasta la guardarropía, las cervezas por descontado.
Hendrix, con largas improvisaciones a la guitarra de blues en la línea BB King tenía suficiente con la mitad, cinco temas. Su idolatrado John Coltrane hacía impros de una hora sobre My Favourite Things. Eso tuvo un recorrido corto, intenso y problemático, dos años y gran cúmulo de problemas en el trío. Dos discos seminales llenos de ideas y mucha música influidos por la psicodelia y por la investigación sonora constante por parte de Hendrix, que le llevaba a poner en sus amplis mecanismos propios de los órganos Hammond o ecualizadores de los equipos para la voz.
El tercer disco ya plenamente americano en planteamientos y sonoridad aunque con temas aún grabados en Londres y mezclados en Nueva york: Electric Ladyland, disco que muchos tenemos en Lp- machacado- y cd, claro. Ya imposible mantenerse en formato de trío, para hacer estos temas en directo necesitas músicos y técnicos y eso no entraba en los planes de Redding, se va. Poco después lo haría Mitchel. 1969.
En diciembre de ese mismo año grabaría con muy pocos ensayos Band of Gypsys, al bajo Billy Cox y a la batería Buddy Miles, funk-soul-blues y negritud creciente. Supongo que a Miles Davis le encantaría este disco, en muchos temas solo falta su trompeta, siempre se especuló con una posible grabación juntos, circula en youtube alguna jam con John MacLaughling ya en NY. Era un disco que al parecer le debían a Polydor por su sistema de “adelantos a cuenta” que tanto descontrolaba la vida de los músicos, se convertían en esclavos de managers, productores y discográficas, ni The Beatles se salvaron de este tema.
Me bajé de este train después de The Cry of Love, 1970, previo a la aparición en el festival de Wight, mala actuación a tenor de las críticas y de la opinión de algún vallisoletano que estuvo por allí…la de Miles en Wight es demoledora, supongo que el listón estaba muy alto. El disco no tiene desperdicio y es una delicia de sonido, producción y edición. Escucho mientras escribo.
De las portadas no escribo no sea que Mr Facebook lea esto y me vuelva a sancionar dos semanas.
Smash Hits ya se editó en peores condiciones y muchos aficionados ya estábamos descendiendo a las fosas abisales del jazz de todo tipo y condición.
Dicen que bebía, tomaba drogas, destrozaba coches y guitarras, tenía novias y amantes oficiales y extraoficiales…también en el jazz, el folk y la clásica se hacían cosas parecidas y no se cargan tanto las tintas. El día que murió la noticia en España la dio Taj Mahal en Madrid, Moratalaz concretamente, lugar amante del blues.
El libro incluye una selección de letras traducidas. No es fácil, en inglés y castellano hubiera funcionado muy bien. No se puede todo, claro.
Un libro muy recomendable y es de agradecer que Ordovás siga on the road y trabajando sobre estos temas y con tanto acierto, muy de agradecer.
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