Medio siglo apretando la tuerca
La 贸pera que muchos consideran cumbre de Benjamin Britten, Otra vuelta de tuerca, retorna a Madrid. Ya tuvo una excelente presentaci贸n en el Teatro de la Zarzuela el a帽o 1999, con una puesta en escena de Luca Ronconi que gana en la comparaci贸n al ver la que presenta estos d铆as en el Teatro Real de Madrid David McVicar.

Otra vuelta de tuerca. 漏 Neil Libbert Cortes铆a del Teatro Real de Madrid.
Con todo, la presencia de este cl谩sico del siglo XX es siempre una bocanada de aire fresco y la versi贸n de 2010 en el coliseo de la Plaza de Oriente tiene la suficiente dignidad como para volver a retomar la pol茅mica respecto a una 贸pera magn茅tica y plagada de riquezas simb贸licas, dando por supuesto que las musicales est谩n fuera de discusi贸n. 驴Pol茅mica he dicho? 驴D贸nde est谩 la pol茅mica? Bueno, depende de c贸mo se viva culturalmente la vida oper铆stica. Otra vuelta de tuercaes un t铆tulo perfectamente asumido, como lo es, en general toda la producci贸n de Britten. Pero, aparte de disfrutar con una magn铆fica m煤sica, un excelente teatro y unas elegantes sugestiones literarias, esta 贸pera no puede valorarse en su justa medida sin recuperar la problem谩tica del g茅nero en sus a帽os m谩s dif铆ciles, los de mediados del siglo XX.
Hay que recurrir ya a los libros para saber que en los a帽os cincuenta hacer 贸pera era sin贸nimo de situarse fuera de la 鈥渃orriente principal de la historia鈥, y hacerlo sin incluir transformaciones violentas de lenguaje musical era apostar por la insignificancia, cuando no el insulto. 驴Parece exagerado? Bien, todav铆a se puede leer por internet alguna declaraci贸n de Pierre Boulez afirmando que tras 1935 no se ha hecho 贸pera; no ya que fuera mala o nost谩lgica, simplemente no ha existido.
El mismo compositor y celeb茅rrimo director pudo afirmar, a帽os ha, algo tan divertido como lo siguiente. Hab铆a sido invitado por un reputado productor radiof贸nico ingl茅s a un debate sobre la composici贸n musical 鈥渁ctual鈥 (la an茅cdota puede estar fechada en alg煤n momento de los cincuenta o los sesenta) para hablar junto con el music贸logo de origen h煤ngaro M谩ty谩s Seiber y Benjamin Britten; y Boulez respondi贸 por carta: 鈥溾stoy de acuerdo en que ser铆a muy importante discutir sobre el tema de la composici贸n contempor谩nea. Sin embargo, s贸lo discuto este tema con m煤sicos; como no los hay entre los nombres que me propone, debo declinar su invitaci贸n.鈥 (Hans Keller, Revista de Occidente, 1976).
Si a Benjamin Britten, uno de los genios musicales m谩s claros del siglo XX, y no s贸lo por su producci贸n sino, adem谩s, por su portentosa facilidad y precocidad en el uso del oficio, se le puede nada menos que discutir su simple pertenencia al gremio, 驴qu茅 se le dir铆a por haber sido uno de los m谩s 铆nclitos compositores oper铆sticos, desde la temprana Peter Grimes (estrenada en el simb贸lico a帽o de 1945), en momentos de negaci贸n absoluta de la posibilidad de hacer 贸pera?
A帽adamos a ello que Britten mostr贸 un desprejuiciado eclecticismo en el uso del lenguaje musical que le permiti贸 una versatilidad narrativa y dramat煤rgica impensables en esos a帽os de plomo est茅tico, y con ello tendremos el c贸ctel perfecto que se har铆a indigerible para las generaciones de la vanguardia.
Como aqu铆 lo que nos interesa es la 贸pera en su errante deambular por el siglo de su muerte, no vamos a abarcar todos los senderos del laber铆ntico problema y nos centramos en lo que nos concierne. Britten hab铆a nacido en 1913, en una generaci贸n bastante emparedada entre las 煤ltimas de antes de la gran cat谩strofe y las primeras de despu茅s. Era pr谩cticamente contempor谩neo de Cage (1912) o casi de Messiaen (1908) y Shostakovich (1906). Pero, adem谩s, Britten era brit谩nico, lo que ha significado hasta hace pocas d茅cadas, vivir bastante de espaldas a las urgencias hist贸ricas del resto del continente.
Los meandros de los cincuenta
Cuando Britten presenta Otra vuelta de tuerca en 1954, ya era un consumado artista del g茅nero. Hab铆a compuesto y presentado cinco 贸peras: Peter Grimes, The Rape of Lucretia, Albert Herring, Billy Budd y Gloriana; sin contar las adaptaciones de The Beggar鈥檚 Opera y Dido and Aeneas, adem谩s de las dos c茅lebres 贸peras infantiles The Little Sweep (El peque帽o deshollinador) y Let鈥檚 make an opera (Hagamos una 贸pera).
Todo ello con un 茅xito bastante razonable para tratarse de la primera d茅cada posterior al final de la II Guerra Mundial. En rigor, las trazas de la guerra se iban a percibir no en la autonom铆a est茅tica del creador o en alguna clase de desconfianza hacia el g茅nero, sino en la envergadura de los proyectos. Ya en el temprano 1947, Britten se lanza a la creaci贸n de una peque帽a compa帽铆a de 贸pera, el English Opera Group, junto a Eric Crozier y el tenor Peter Pears, su pareja sentimental hasta el fin de sus d铆as.
Otra vuelta de tuerca fue tambi茅n un proyecto para English Opera Group, lo que justifica la concisi贸n de elementos, seis cantantes y un reducido grupo instrumental formado por trece m煤sicos. Con todo, el estreno se produjo en Venecia; fue un encargo de la II陋 Bienal de m煤sica contempor谩nea y vio la luz el 14 de septiembre de 1954 en el Teatro La Fenice, con gran 茅xito, por otra parte. El mismo teatro hab铆a sido sede del estreno mundial de la gran 贸pera de Stravinsky, The Rake鈥檚 progress, tres a帽os antes.
驴Podr铆amos olvidar que Venecia fue la cuna de la 贸pera como espect谩culo de masas a principios del siglo XVII (dejando un poco de lado los experimentos florentinos y el bombazo del Orfeo de Monteverdi en Mantua)?
El recuerdo hist贸rico de los cincuenta no es s贸lo miscel谩nea, sirve y mucho para aclararnos. Tambi茅n The Rake鈥檚 progress tuvo un gran 茅xito. 驴C贸mo se concilia esto con el 鈥渄ecreto鈥 de que la 贸pera no ha existido durante, al menos, los 煤ltimos 65 a帽os del siglo XX? Ni Britten ni Stravinsky pod铆an aparcarse al lado de un Zandonai o un Menotti. Se pod铆an menospreciar sus 贸peras, la opini贸n es libre, pero no decretar su inexistencia, como si estuvi茅ramos ante un gesto de arrogancia adolescente. Y lo curioso es que aquellos p煤blicos que s铆 hab铆an disfrutado con estas 贸peras, los que las hab铆an convertido en 茅xito, se hab铆an transformado en mudos socialmente.
No hay por qu茅 apurar el ajuste de cuentas hist贸rico m谩s de lo debido, pero s铆 lo justo para aclarar argumentos que no pod铆an dejar de asociarse, cuando no incrustarse, en el cuerpo est茅tico de esta 贸pera. 驴C贸mo se hac铆an las 贸peras cuando no se pod铆an hacer? En mi libro, Cuestiones de 贸pera contempor谩nea. Met谩foras de supervivencia, planteo la hip贸tesis de que las principales 贸peras realizadas tras la decretada muerte de la 贸pera (de 1925 a 1935) se hicieron posibles bajo el manto de la meta贸pera, la 贸pera que remite a s铆 misma, a su propia problem谩tica, a sus condiciones de existencia.
As铆, por ejemplo, Wozzeck, de Alban Berg, o Moses und Aron, de Schoenberg, plantean la imposibilidad de cantar como met谩fora de conflictos tanto de lenguaje musical como est茅ticos e hist贸ricos. En el caso de The Rake鈥檚 progress, de Stravinsky, por ejemplo, la met谩fora no nos lleva a ninguna imposibilidad o conflicto social sino a la carcasa misma de la 贸pera cl谩sica del siglo XVIII y a un dilema moral.
驴C贸mo se situar铆an ante esto las 贸peras de Britten y, m谩s espec铆ficamente, Otra vuelta de tuerca? Britten, para empezar, no se solidariza con la renovaci贸n del lenguaje musical deudor de los a帽os tremendos de la vanguardia. Sent铆a admiraci贸n por Alban Berg, con quien quiso estudiar, y utiliz贸 a su antojo varias sugestiones del dodecafonismo, pero su 谩mbito t茅cnico era irreductiblemente personal sin abandonar una atm贸sfera general de modernidad entendida al modo brit谩nico de mediados del siglo. En todo caso, antes de intentar responder a la 煤ltima pregunta, hablemos un poco m谩s de esta 贸pera.
De la tuerca de James a la de Britten
Otra vuelta de tuerca (The Turn of Screew) es una de las narraciones cortas m谩s c茅lebres de Henry James (1843-1916) y ha sido saludada como una obra maestra de la ambig眉edad. En esta historia, una institutriz debe cuidar de dos ni帽os de los que ir谩 descubriendo su relaci贸n de dominaci贸n por parte de dos fantasmas que pueblan el caser贸n y que hab铆an trabajado en el lugar anteriormente a su fallecimiento.
Represi贸n sexual, supuesta dominaci贸n homosexual (y pederastia) y, sobre todo, un an谩lisis fino sobre el tr谩nsito del periodo de la inocencia al de la degeneraci贸n sobrevuelan este cuento considerado por muchos como una joya del terror, cuando menos psicol贸gico.
Lo que constituye la riqueza simb贸lica del cuento se sit煤a, justamente, en la ambig眉edad, todo lo dicho anteriormente se insin煤a y puede deducirse del rico aporte simb贸lico de la obra, pero no es nunca expl铆cito ni inequ铆voco; las cosas podr铆an ser as铆 o no. No se sabe bien c贸mo comienza la aventura de la institutriz y mucho menos c贸mo acaba; tampoco hay seguridad de que los acontecimientos sean esos o todo suceda en la imaginaci贸n de la mujer que se desplaza al caser贸n victoriano.
El trabajo de Britten, y de su libretista, Myfanwy Piper (esposa del pintor John Piper, escen贸grafo del grupo y del estreno veneciano) consisti贸 en definir una trama y un molde de personajes adaptado a los medios: dos mujeres (la institutriz y la ama de llaves), los dos ni帽os (de los cuales es tradici贸n y, seguramente, necesidad que el papel de la ni帽a, Flora, lo interprete una soprano, mientras que el ni帽o mayor, Milus lo suele representar un ni帽o real en torno a la edad del personaje, 10 a帽os), y los dos fantasmas, un hombre y una mujer.
Hay un recorrido, desde la llegada de la institutriz hasta el desenlace final, en el que la institutriz (de la que nunca se sabr谩 su nombre) se enfrenta al fantasma principal, el que posee la voluntad del ni帽o y termina liber谩ndolo pero tambi茅n provocando su muerte. La m煤sica tiene un l铆mpido trayecto cuya estructura es c茅lebre: unas variaciones sustanciadas en unos interludios situados entre cada escena.
Cada paso de esta estructura est谩 basado en una nota que termina formando el total crom谩tico, o si se prefiere, una serie dodecaf贸nica. No obstante, la m煤sica no obedece a ning煤n patr贸n serial, aunque Britten pincela cada motivo con precisi贸n de orfebre para dar a cada car谩cter o a cada intenci贸n una especificidad musical extraordinarias. Ayuda a ello el tejido instrumental que hace de la carencia virtud y crea una m煤sica camer铆stica muy bien articulada, sin caer en ning煤n momento en el decorativismo descriptivo. En suma, un logro art铆stico excepcional que termina imponiendo su color expresivo al conjunto narrativo.
Hay elementos muy curiosos. Esta narraci贸n ha sido considerada como caracter铆sticamente de miedo; y as铆 lo han reflejado las m谩s de cuatro pel铆culas basadas en el cuento. Caser贸n tenebroso, fantasmas, posesi贸n, ni帽os, dos mujeres contra lo sobrenatural, aislamiento鈥 Con menos que esto se han construido pel铆culas que no dejan dormir durante d铆as al esp铆ritu sensible. Sin embargo, en la 贸pera de Britten no hay elementos que den miedo. Tan curioso es el asunto que lleva a deducir hasta qu茅 punto la 贸pera como g茅nero est谩 imposibilitada para describir el miedo, el terror, tal y como lo conocemos desde la experiencia del cine.
La respuesta a esta imposibilidad es ya de inter茅s. En la 贸pera se cuenta desde el canto. En esta 贸pera, los dos fantasmas son, obviamente, dos cantantes. Si se les disfraza mucho, en cuanto aparecen en escena pueden correr el riesgo de que parezcan de feria y, como es l贸gico, se evita esa incongruencia. Britten tampoco cae nunca en ning煤n error, su m煤sica brinda una dramaturgia compleja y rica, pero nunca se desliza por las riberas del efecto sonoro que el imaginario pueda identificar con el miedo. En realidad, toda la m煤sica de esta obra crea una permanente sensaci贸n de tensi贸n y de intranquilidad, pero desde la articulaci贸n musical. El resultado de tal acierto es que la 贸pera aguanta perfectamente el paso del tiempo sin perder fuerza simb贸lica.
Ahora bien, 驴Otra vuelta de tuerca es solamente un magn铆fico ejemplo de narraci贸n oper铆stica o tiene virtudes que la a煤pen hasta un lugar paradigm谩tico de la producci贸n del g茅nero en momentos de incertidumbre?
La ceremonia de la inocencia
La respuesta a esta pregunta nos debe conducir a indagar los rasgos simb贸licos que podr铆an elevar a meta贸pera a esta destacada producci贸n.
La tensi贸n simb贸lica de esta 贸pera debe mucho a los c贸digos que se relacionan con el imaginario y la problem谩tica de Britten. Su homosexualidad y, especialmente, su siempre dif铆cil relaci贸n con su deseo en relaci贸n con muchachos j贸venes proporcion贸 una innegable tensi贸n a sus 贸peras. Prevalece en no pocas de ellas el motto de la juventud traicionada o agredida. El propio Britten sugiri贸 en alg煤n momento de su vida que pudo superar sus propios fantasmas en este 谩mbito gracias a la estabilidad de su relaci贸n con Peter Pears.
En Otra vuelta de tuerca, Britten sit煤a el cl铆max de la historia en la intervenci贸n de Quint, el principal fantasma, al asegurar: 鈥淨ueda ahogada la ceremonia de la inocencia鈥, tomando una frase de Keats. El propio Quint se describe as铆: 鈥淪oy todo aquel que es extra帽o y osado [鈥 el heroico salteador que saquea la comarca [鈥 El sutil halago de la impostura. En m铆 se a煤nan los secretos y los deseos a medias formados [鈥 Soy la vida oculta que se despereza [鈥 El gesto extra帽o, el dulce verbo insistente 鈥︹ En suma, es toda una declaraci贸n de intenciones.
No es, o no es s贸lo, la ceremonia de la inocencia la que se ahoga, es la ceremonia de la seducci贸n la que se pone en marcha. De todos modos, el equilibrio simb贸lico y la delicadeza de las sugestiones no deben nunca romperse a favor de una visi贸n de la obra puramente homosexual, y menos a煤n explicitar una ceremonia de la pederastia. Existen esas interpretaciones, pero deben coexistir y ser respetuosas con otras tanto o m谩s sugestivas.
Y hay algunas que pueden enriquecer extraordinariamente la capacidad de irradiaci贸n de esta obra, aunque se trate de hip贸tesis de alto riesgo en cuanto a poder asegurar que el propio autor las tuviera en mente. 驴Por qu茅 no puede ser la inocencia la propia 贸pera? 驴Por qu茅 los fantasmas que se quieren apropiar de las dulzuras de la inocencia mancill谩ndola no podr铆an ser los creadores? Entiendo que es una interpretaci贸n artificiosa, pero no es imposible dentro del marco de sugerencias simb贸licas que Britten y Piper nos entregan y, sobre todo, dentro del marco coercitivo de la creaci贸n oper铆stica de la postguerra.
Tambi茅n podr铆a ser a la inversa: los fantasmas son la propia 贸pera y la inocencia podr铆a estar representada por los nuevos p煤blicos a los que la voluntarista institutriz (el nuevo orden) quiere evitar que sean contaminados por los valores de lo muerto. Por m谩s que se trate de una visi贸n muy personal y aparentemente alambicada, se me impone con enorme fuerza cada vez que la veo representada de nuevo. Especialmente porque no puedo abstraerme de la situaci贸n de su nacimiento: cuando la 贸pera estaba abolida como una reliquia del pasado, como algo contaminante que contagiaba las intenciones de pureza del lenguaje musical que los j贸venes cachorros defend铆an en barricadas de la vanguardia.
Hac铆a falta una fuerza interior especial para resistir las pulsiones de la 茅poca y no apartarse de un g茅nero que hab铆a perdido, adem谩s, su industria y su evidencia como enlace de privilegio entre el p煤blico y los m煤sicos.
En el caso de Britten, se daban esas condiciones. Su enlace generacional, equidistante entre las promociones enfrentadas en el conflicto de la guerra; su condici贸n de m煤sico brit谩nico, siempre distante de las llamadas evolutivas de los focos europeos y, last but not least, su condici贸n de homosexual asumida con discreci贸n pero con un orgullo que hasta entonces era raro. De hecho, las manifestaciones de independencia personal fueron muy frecuentes, como su pacifismo declarado que le llev贸 a solicitar (y conseguir) no ser enrolado en la guerra.
Todo ello lo convirti贸 en una personalidad que segu铆a su camino sin especiales conflictos. No deja de ser caracter铆stico que otro brillante y orgulloso homosexual, Hans Werner Henze, fuera el 煤nico miembro de la inicial vanguardia alemana que se decantara por la 贸pera. Ahora todo este an谩lisis parece felizmente superado, pero no es descartable que ambos excepcionales compositores, situados en un momento bisagra de la concepci贸n moral y de costumbres de la Europa de postguerra, extrajeran un plus de independencia en su sensaci贸n de vivir una sexualidad marginada y sistem谩ticamente ridiculizada. Aunque esto no lo explica todo, tambi茅n vivieron la misma orientaci贸n sexual los dos principales campeones de la causa antioper铆stica: Boulez y Cage.
La 贸pera y sus temas
Por volver a Otra vuelta de tuerca, puede que el cruce de referencias simb贸licas tenga capacidades de sugesti贸n crecientes; pero hay m谩s valores de g茅nero que la convierten en un t铆tulo ya imprescindible dentro del canon del repertorio del siglo XX.
El imp谩s oper铆stico de mediados del siglo XX obligaba a proporcionar ideas nuevas a una cuesti贸n crucial: 驴qu茅 es lo oper铆stico? Y, sobre todo, 驴qu茅 temas caracter铆sticos de un tiempo nuevo son susceptibles de tratamiento oper铆stico? En The Turn鈥, Britten resuelve problemas de verosimilitud oper铆stica de gran magnitud al hacer cantar a fantasmas y a ni帽os.
Puede que los fantasmas de esta 贸pera no den miedo, pero son unos sujetos oper铆sticos veros铆miles. Pero es la idea central misma de la 贸pera lo que destaca, la tensi贸n psicol贸gica: el juego terrible entre inocencia y perversi贸n, entre sosiego y p谩nico lo que adquiere una sustancia musical que es ganada as铆 para el bagaje de recursos del g茅nero.
En resumen, no es exagerado, en mi opini贸n, considerar la producci贸n oper铆stica de Britten (y de modo especial a Otra vuelta de tuerca) como una producci贸n clave en el destierro del g茅nero en el periodo central del siglo pasado. Posee una m煤sica no s贸lo excepcional, sino tambi茅n respetuosa e imbricada con la inagotable riqueza simb贸lica de su trama. Y no es la menor de sus sugestiones la posibilidad misma de que la 贸pera, como g茅nero, sea una de las protagonistas secretas del conflicto descrito; en todo caso, el argumento no lo proh铆be.
Esto la convierte en una producci贸n decisiva en el renqueante y atormentado tr谩nsito de la 贸pera por su traves铆a por el desierto. En un oasis que ha podido ayudar a pasar el dif铆cil trago de su 鈥減rohibici贸n鈥. Y como ese delicado tr谩nsito sigue vivo en la postcrisis de legitimidad de la que la 贸pera parece que ha salido, pese a que culturalmente est谩 por demostrar, su reposici贸n sigue siendo una oportunidad a no desperdiciar de cara a que el g茅nero oper铆stico vuelva a convertirse en arte vivo.
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