Viajeros al tren o la nueva psicosis viajera ‘sostenible’
Entre el ‘Flyshame’ y el revival ferroviario. Berlín Lichtenberg- Wrocław Dworzec Głowny, dos estaciones unidas por la cultura.
Flygskam (neologismo sueco -literalmente vergüenza al vuelo- con el que se pretende desalentar a los viajeros a utilizar dicho medio de transporte por los efectos contaminantes del transporte aéreo)
La incongruencia y la bipolaridad campa a sus anchas, impunemente felices e ingenuas (lo uno lleva a lo otro), por todos los confines del planeta Tierra. No hay semana que no lea testimonios sobre salvadores globales, aventureros empedernidos y genuinos (sin trampa ni cartón, no se vaya usted a pensar), activistas desinteresados (a menudo mediáticos, eso sí) que se erigen en testimonios denuncia ejemplarizantes. Sus viajes y proezas pretenden denunciar los estragos del cambio climático y reivindicar el espíritu eco friendly de sus expediciones en solitario. Ya saben, esos elegidos que quieren visitar la Antártida a cualquier precio para poder denunciar así, con su providencial testimonio, la amenaza de los casquetes polares. Si a todos nos diera de repente por hacer turismo denuncia nos fundiríamos los polos en un par de veranos.
El colmo de esta supuesta desbandada antisistema colectiva lo representan aquellos que pasan de la City londinense a la bohemia Phileas Fogg. Como si vivir en permanente modo ‘gap year’ estuviera al alcance de cualquier mortal y no requiriera de un mínimo capital.
Los aventureros ‘a la Livingstone’ se cuentan hoy por millones. Quizás pronto serán ellos los mayores inductores del cambio climático en contra de lo que se piensa. Por no hablar de esos ‘triatletas’ o ‘ironmen’ del más difícil todavía, para los que ponerse un dorsal y pulverizar registros es lo más importante en la vida. A los primeros los llamamos aventureros intrépidos, a los segundos modelos de superación. Cualquier médico sensato negará que esas formas de deporte extremo sean sinónimo de vida saludable. Sólo los medios les llevan la contraria.
Con el pretexto del flyshame la gente se ha lanzado a viajar todavía más, aunque recurran a medios alternativos. Por ello, son los sedentarios, nos guste o no, los seres más sostenibles del planeta. El afán explorador, en parte, nos ha llevado a esta psicosis colectiva de la ubicuidad on y offline. Y con ella los consiguientes sentimientos de culpa y el inminente colapso planetario. En definitiva, un neomaltusianismo, que no creo exagerado, pero cuyas recetas me resultan poco eficaces, y a menudo, contraproducentes.
Ciertamente dentro de poco ser un aventurero dejará de ser una heroicidad para convertirse en una rutina de lo más cotidiana, trivial y exenta de originalidad. Fulano conquista por enésima vez el Annapurna a cuatro patas, siguiendo una dieta a base de frutos secos e infusiones de monjes budistas. Mengano cruza el pacífico con una patera construida a base de envases reciclables alimentándose de algas y plancton. Zutano se lanza en paracaídas sin paracaídas y sólo se fractura uno de los dos fémures.
Antes era unos pocos los aguerridos, ahora ser aguerrido es trending topic, de lo contrario te expones a caer en el anonimato más absoluto. Es como si el síndrome jackass, el famoso canal adolescente de finales de los 90, se hubiera apoderado de la población global. Para algunos, la zona de confort, poco tiene que ver con el confort, sino con el maximalismo vital llevado al extremo, el movimiento permanente elevado a la enésima potencia. Hay que exprimir cada fin de semana, cada puente, cada día libre… El capitalismo feroz del aprovechamiento máximo llevado al terreno del ocio y del medio ambiente.
Pienso por momentos que, para salvaguardar la salud del planeta, habrá que recetar sedentarismo galopante y contener otro tanto la fiebre mochilera. Viajar no es la única forma de curar prejuicios. Casar teoría y práctica, en tiempos de incongruencia y globalidad, se me antoja, eso sí, todavía más difícil.
***
Bahnsinn! (juego de palabras en alemán, significaría literalmente locura por el tren, en alusión a su casi homófono, Wahnsinn, es decir, ‘de locura’, ‘increíble’)
BERLIN-LICHTENBERG 12:48
Mañana fría soleada de Todos los Santos. La estación ferroviaria con su modesto centro comercial anexo bien podría pasar por la de una ciudad de extrarradio. Dos solitarios vagones aguardan la salida. Cuando la manecilla del minuto alcanza de nuevo el doce se inicia un leve vaivén y la fuerza motriz hace el resto. Como cada viernes desde hace cuatro años el restablecido servicio ferroviario entre la capital alemana y la silesiana (Wrocław) inicia su marcha. El Kulturzug (tren cultural) pone rumbo al Este. Lo que hasta la década de los 40 debió ser una línea bastante concurrida en la Alemania de entreguerras, por entonces ambas ciudades compartían mapa político y ferroviario, Wrocław era Breslau, permaneció en desuso parcial hasta la designación de Wrocław (Polonia, desde 1945) como capital europea de la cultura en 2016. Un evento que contribuyó a reconciliar dos ciudades divorciadas por la Segunda Guerra Mundial.
BERLIN- OSTKREUZ NORD -12:56
Segunda y última parada en suelo berlinés antes de adentrarnos en la ancestral Marca carolingia de Brandenburgo, que nos aprestamos a recorrer por período de dos horas. Gracias al servicio de biblioteca móvil que incorpora el tren acabo de descubrir que buena parte del territorio que separa (o une) Berlín con Wrocław, estuvo sujeto a una misma ‘jurisdicción administrativa’ durante la época del Sacro Imperio Germánico (concretamente entre los siglos XII y XIV). Uno de los libros que he podido tomar en préstamo para el trayecto lo explica con todo lujo de detalles. Del mismo modo que existía la Marca Pirenaica o la Marca Danesa, hacia el Este los dominios de Carlomagno se extendían hasta pasado el río Oder, en territorio polaco hoy. Así, el cauce del Oder, que desde 1945 junto con el Neisse, hace las veces de frontera natural entre Alemania y Polonia, un milenio atrás era un río integrador. Por aquellos entonces la cuenca del Rin probablemente fuera un territorio más inhóspito y desconocido para los brandeburgueses que los ríos y afluentes de la Polonia occidental.
Los recién incorporados van acomodándose en sus asientos y la bibliotecaria azafata termina de dispensar lecturas en alemán y polaco a los que quieran profundizar en las relaciones difíciles, pero no siempre encontradas, entre Polonia y Alemania. La mayoría de los pasajeros acude en grupo, algunos bien documentados con su propio material de lectura y sus víveres. La disposición enfrentada de los bancos del tren socializa. Siempre tan presta y receptiva a una eventual interpelación, a que el que viaja en sentido de la marcha y el que viaja en modo flash back, tarde o temprano, se dirijan la palabra.
Por las ventanas alternan episodios de bosque del Spreewald con pastos escamoteados a la masa forestal. Las vacas no tardan en asomarse. Establos de madera y montículos de heno. Una estampa bien campestre que aporta verosimilitud a lo que describe, o mejor dicho evoca, el libro de la Marca Brandenburguesa. Cuesta creer que hace apenas 20 minutos estuviéramos todavía en Berlín.
COTTBUS 13:55
Atravesamos el Spreewald y llevamos casi media hora siguiendo por los auriculares, sin perder detalle, el relato de Hauke Friederichs. El periodista alemán, sentado en el vagón trasero, ha seleccionado algunos pasajes de su segundo libro, Funkenflug. August 1939. Der Sommer bevor der Krieg begann. Como podrán intuir a partir del título, se trata de una aproximación al inminente estallido de la Segunda Guerra Mundial centrada en el mes de agosto de 1939 que sirvió de taimada, a la vez que despreocupada, víspera del episodio más funesto del siglo pasado. El 1 de septiembre de 1939 las tropas de Hitler simultáneamente entran en Gdańsk y se apoderan horas antes de las telecomunicaciones en Gliwice, iniciando así su ofensiva sobre territorio polaco. Acontecimientos que, como podemos entrever en el libro de Friederichs, no sorprendieron a muchos testigos de la época. Como si el inicio de la tragedia se mascará ya en la engañosa y apacible calma del verano del 39. Un fin de vacaciones que sería algo más que un fin de vacaciones al uso, y que traería consigo sufrimiento y desgarro en cantidades industriales. Tras todo ello, un nuevo y enésimo ordenamiento del continente europeo.
Escuchar estos indicios de tormenta, estos truenos, aún lejanos, portadores de malos augurios, mientras recorremos ese territorio que en breve pasará de ser Alemania a Polonia tiene un atractivo añadido. La disputa de ese país fue el casus belli de la nueva contienda mundial. Las fronteras, siempre tan movedizas. Dicho territorio, el comprendido entre Berlín y Breslau, hace 80 años pertenecía íntegramente del Tercer Reich.
FORST (LAUSITZ). 14:20
La última parada antes de que las vías entren en territorio polaco. Por el camino hemos visto varias vías muertas que absurdamente se perdían en el bosque. También antiguos apeaderos en ruinas, en los que apenas uno acierta a leer el nombre de esa modesta estación ferroviaria descatalogada. Tras décadas de desuso el Spreewald se ha adueñado, con toda justicia, de este trazado ferroviario, que la posguerra y las rencillas seguramente prefirieron desahuciar.
La minoría sorbisch y la rotulación bilingüe testimonia la vigente presencia eslava en estos territorios fronterizos, rayanos. Representada por una comunidad de unos 60.000 habitantes y con un idioma propio, junto con el danés creo, el único idioma que cuenta con oficialidad en todo el territorio de la República Federal. Los últimos censos hablan de entre unos 20.000 y 30.000 hablantes del único idioma eslavo con régimen de oficialidad en territorio de habla alemana. Desde Cottbus (Chóśebuz en sorbisch) todos las paradas, calles y señalética urbana visible desde la ventana son bilingües y aparecen, por tanto, rotuladas en alemán y en sorbisch.
ŻARY 14:50
¿Cómo saber en qué momento abandonamos Alemania y entramos en la Rzeczpospolita Polska? Muy simple, un revelador acontecimiento, me proporciona la clave. Recuerdo que estamos en la festividad de Todos los Santos y, aunque aún nos quedan un par de horas de sol, muchas familias se arremolinan en torno a las lápidas de sus familiares fallecidos. En adelante se repite idéntica estampa por todos los cementerios que cruzamos. Grupos más o menos numerosos zigzagueando entre los mármoles fúnebres, portando los famosos ‘znicze’. Velas con capucha anti viento que encenderán ante los pertinentes rezos y cuya fosforescencia, bien entrada la noche, hará visible el camposanto a kilómetros de distancia a veces, si la orografía lo permite. La visita a los cementerios es una tradición muy arraigada en territorio polaco y moviliza a millones de personas dentro del país, durante la transición de octubre a noviembre.
ŻAGAń 15:20
La Lesung del profesor Friederichs llegó a su fin y aprovecho para cruzar algunas palabras con el autor y la intérprete polaca. Ambos muy cortésmente me invitan a hojear este peculiar diario de agosto 1939 mientras el Kulturzug no alcance a su destino final.
El periodista e historiador va desgranando los 31 días del mes, a través de personajes reales. Cada día una perspectiva personal diferente, parcialmente ficcionada, pero siempre a partir de fuentes reales y una exhaustiva documentación. Así, el 1 de agosto nos introducimos en las cavilaciones matinales de Thomas y Katia Mann desde un balneario holandés, antes de viajar a Escandinavia, y de allí regresar a su exilio norteamericano. También podemos compartir los temores de una adolescente Svetlana Stalin (Svetlan Alliluyeva posteriormente). La hija de Stalin, que años antes había perdido a su madre en extrañas circunstancias, empezaba a desconfiar de las intenciones de su padre, en lo personal y en lo político, y así lo habría plasmado en este hipotético diario coral. En el libro hay también una referencia a Francisco Franco y el funesto episodio de Gernika.
LEGNICA 16:30
El corazón de Silesia, Silesia Baja para ser exactos, nos muestra esa arquitectura prusiana de entreguerras y las construcciones posteriores de corte comunista. La bibliotecaria se apresta a recoger los libros y las tertulias se diluyen y derivan hacia temas más mundanos. Cae la noche mientras nos alejamos de Legnica, camino de la antigua Breslau, la actual Wrocław.
WROCłAW 17:15
La intérprete polaca por megafonía transmite en los dos idiomas cooficiales del Kulturzug algunas recomendaciones prácticas para aquellos que visitan por primera vez la capital silesiana. Entre las pasajeras del tren cultural, ha conocido una antigua colega a quien gustosamente cede el micrófono. Una señora mayor, jubilada ya, nos recuerda que durante 30 años ejerció de guía turística en Wrocław para visitantes procedentes de Alemania. Muchos de ellos descendientes de los breslavos, que tras la Segunda Guerra Mundial fueron deportados al Oeste, cuando la ciudad paso a depender de Polonia. Nos revela un secreto de profesión, su lugar preferido de la ciudad, un pequeño panteón funerario dedicado a uno de los poetas locales de Wroclaw, escondido en algún rincón entre el Jahrhunderthalle /Hala Stulecia (pabellón del centenario) y la orilla del río Odra. Una atinada propuesta tratándose del día en el que nos encontramos. Acompaña su recomendación leyendo unos escuetos versos del mentado poeta.
Nuestras compañeras de viaje, alemanas, berlinesas quizás, nos inquieren recabando alguna información respecto a la ciudad de destino. Les comentamos que el transporte metropolitano en Wrocław ya no expide billete físico, el pago queda registrado en la tarjeta de crédito y no hay que aguardar a comprobante alguno. Sin disimular su gesto de asombro, mientras vislumbramos refractados, los primeros fluorescentes de la pujante ciudad, añade una de ellas sin el menor indicio de sarcasmo:
Bienvenidos al siglo XXI.
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- Oro parece, órgano es bajo notas al reverso
- La mesura i l’honestitat bajo notas al reverso
- La obertura de ‘La traviata’ bajo notas al reverso
- El ‘Amén de Dresde’ y su Pentecostés wagneriana bajo notas al reverso
- La Educación Musical y su evolución histórica desde comienzos del siglo ... bajo educación
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