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© Miguel Lorenzo / Mikel Ponce

Berlioz dio a La Condenación de Fausto la ambigua definición de “légende dramatique”, un híbrido sinfónico-teatral que no fue representado de manera escénica hasta 1893, 24 años después de la muerte del compositor. Fascinado por el poema de Goethe, Berlioz compuso su opus 1, Huit scenes de Faust, a partir de escenas aisladas del gran poema. Sin embargo, avergonzado por el resultado, quemó todas las copias que tuvo a su alcance de la partitura editada. Es a partir de estas escenas que años más tarde compone La Damnation que, sin ser un drama clásico, posee sin lugar a dudas una gran dramaturgia, circunstancia que el director de escena veneciano Damiano Michieletto supo aprovechar con maestría al desarrollar una unidad narrativa extraordinaria, exponiendo en 15 episodios la historia de un Fausto actual. El primer acto ya le indicó al espectador que se enfrentaría a un desafío teatral: un Fausto joven, aburrido y deprimido, incapaz de hacer frente a la vida, es acosado por sus compañeros durante la famosa Marcha Húngara. El espectador sólo tuvo dos alternativas: huir o engancharse a este sorprendente espacio narrativo.

Los tormentos de una edad ingrata, la nostalgia del abrazo materno… conducen a Fausto a un intento de suicidio. Surge aquí el gran personaje de Mefistófeles como un arquetipo contemporáneo de triunfador social, carismático, descarado y desafiante que convierte a Fausto en su títere, aprovechando la sed de sentido vital que sufre el joven. Fausto desea el amor de Margarita, antigua amiga de infancia, pero ambos se convierten en seres pasivos dirigidos como marionetas por un Mefistófeles despiadado que ironiza sus destinos.

De gran impacto dramático fueron las escenas del Amen, Voici les roses, Le roi de Thulé y La flamme d’amour, en la que Margarita trata de extinguir el fuego de su pasión arrojándose vasos de agua en una representación conmovedora. El tenor canario Celso Albelo (Fausto), el bajo burgalés Rubén Amoretti (Mefistófeles) y la mezzosoprano valenciana Silvia Tro Santafé (Margarita), hicieron gala de sus excelentes dotes dramáticas. En lo musical destacaron la compacidad del sonido orquestal y las sólidas intervenciones solistas, algo a lo que contribuyó de manera decisiva la inspirada lectura de la partitura que el director Roberto Abbado realizó desde la tarima. Todo ello apoyado por un trabajo de voces corales verdaderamente asombroso (resulta incomprensible que el secretario autonómico de Cultura y Deportes, Albert Girona, afirmara que el Cor de la Generalitat tiene “un problema de edad”, tratándose precisamente de una de las formaciones más profesionales y carismáticas de la Comunitat). En definitiva, nadie se esperaba esta bocanada de aire fresco en este último tramo de temporada, cuando en la ciudad del Turia la gente ha comenzado a refugiarse en las playas o en sus casas para seguir de cerca el mundial de fútbol.

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