Quattrocento. A la conquista de la mejor vida posible
Quattrocento. Música y danza de la Corona de Aragón en Nápoles. Capella de Ministrers. Carles Magraner. CDM 1742 – 1CD. DL: V–505–2017. 8 216116 217429.
La cultura popular y la cortesana, un Renacimiento incipiente y las principales potencias que vio el occidente europeo, convergen en la corte napolitana de Quattrocento. Música y danza de la Corona de Aragón en Nápoles.
Alboreaba el siglo XV y las principales potencias del occidente europeo entonaban el crescendo final que transformarÃa definitivamente su concepción de las artes y la cultura. Toda época suspira por un mundo mejor, como tiene escrito Johan Huizinga, y anhela una vida más bella. La mirada de los intelectuales humanistas se traslada al teatro antiguo, crece el interés por el comento y glosa de textos de la Antigüedad grecolatina y la concepción humanista y neoplatónica de la danza la hace expresión que demuestra los movimientos del espÃritu en el concierto de la armonÃa existente en el cosmos.
En 1443, Alfonso V de Aragón, el Magnánimo (1396-1458), es proclamado rey de las dos Sicilias, Nápoles será saludada como gran potencia en el Mediterráneo y la corte aragonesa se constituirá en su dominador, manteniendo el imperio sobre el mismo mar que viera morir al erudito mallorquÃn Ramón Llull, que vivió hasta la segunda década del siglo XIV, y a quien se atribuye la invención de La rosa de los vientos y el Nocturlabio; elevó, por tanto, el estandarte que retomarÃan otros esforzados marinos e intelectuales mediterráneos.
Tal como el occidente europeo habÃa presenciado otras veces, la relativa estabilidad polÃtica y social es caldo de cultivo perfecto para el florecimiento de las artes, la poesÃa lÃrica y la literatura, que tendrán menos razones para temer ya el rigor de hierro que para solazar a los ánimos ociosos que menudean en el interior de las cortes. En la vida cultural napolitana orbitan humanistas de la sólida preparación de un Iacopo Sannazaro (1458-1530) y un Serafino Aquilano (1466-1500); el primero aparecerá habitualmente como colaborador en el montaje de églogas y farse; no en vano recrea, en su Arcadia, la figura del pastor que habÃa nacido con los idilios o églogas de un Teócrito, un Mosco o el mismo poeta mantuano Virgilio. Las danzas de pastores y las más alegóricas de las ninfas jalonan toda esta literatura pastoril, en la que se basará nuestro buen Jorge de Montemayor para elaborar su Diana (ca. 1559).
La música tiene un papel esencial y consustancial al espectáculo en el acompañamiento de las danzas y para sazonar la entrada de personajes alegóricos, que declaman sus textos. Nápoles será ejemplo de consumo musical privado y Serafino Aquilano un prestigioso improvisador de música y poesÃa en el teatro del quattrocento napolitano.
Con gesto retórico exacto y como una llamada de atención comienza Zappay [lo campo] esta suite; su texto poético no se conserva, carencia que suple con creces la variedad en el empleo de la instrumentación, que evoluciona desde la interjección inicial de la bélica trompa hasta la flauta danzarina. Continuamos con melodÃas conocidas en la PenÃnsula itálica que fueron empleadas también como música de danza. Junto con la balada (la bailada) Dindirindin estas piezas del Manuscrito de Montecassino nos proporcionan pautas acerca de la adaptación del repertorio popular al ámbito cortesano.
Se entusiasma el oyente con los acentos de un ballo o danza de corte en distintos tiempos como es Belfiore, en la que las glosas de la flauta dialogan con el resto de instrumentos; es obra de Domenico da Piacenza, compositor con especial vocación por piezas bailables. Continuamos con Amoroso, uno de los balli francesi recopilados en tratados coreicos italianos, baile que de hecho recuerda sospechosamente a la canción Quand je bois du vin clairet, arreglada sobre la falsilla de un tourdion. Con esta aportación entra en juego otro de los ingredientes de este Quattrocento: el repertorio francés. Â
La danza Alta, de Francisco de la Torre, con su tempo propicio para los pasos de baile saltados, retrotrae (hay que decir con una muy erudita Cecilia Nocilli, que aporta los datos musicológicos que acompañan al CD), a un modo de bailar tÃpico del área española medieval atestiguado desde el siglo XIV, un modo de bailar que alternaba estos pasos saltados con pasos bajos.
La Calata a la spagnola es expresión de Il ballare alla spagnola con el uso de instrumentos de percusión que recuerdan a las baetica crusmata de la zona de la actual provincia de Cádiz. El Tenore del re di Spagna es el tenor sobre el que Francisco de la Torre compuso su danza alta, el único ejemplo musical conservado de este tipo de danza y que sabiamente nos ofrece el musicólogo y músico Carles Magraner.
Un ejemplo de forma fija poético-musical (al igual que la ballade o bailada) lo encontramos en el strambotto titulado Amor che t’o fat hio, que interpela al amor personificado. Sigue la danza pantomÃmica Gelosia del ya mencionado Domenico da Piacenza, danza en corro conocida como cascarda y presente en los más importantes manuscritos con danzas en el Quattrocento. Desde el tÃtulo se intuye la referencia a los celos y la coreografÃa evoca un intercambio de parejas.
En Anello y Verçeppe encontramos de nuevo danzas que constan de varios tiempos asà como el diálogo entre la cuerda frotada y la flauta, que desgrana virtuosÃsticas glosas o apuntes sobre la melodÃa principal. TodavÃa disfrutaremos de un baile más de la mano del prolÃfico compositor de danza Domenico da Piacenza.
Quattrocento. Música y danza de la Corona de Aragón en Nápoles es el resultado de difÃcil selección, acertada coherencia, relaciones mutuas entre la cultura culta y la popular (como intuyó M. BajtÃn, el acervo musical y literario del pueblo llano y el mundo de la corte son vasos comunicantes), influjos y reelaboraciones entre los repertorios de las principales potencias del occidente de Europa… son lecciones que enseña deleitando este CD con un muy erudito estudio de Cecilia Nocilli, en cuatro idiomas, con acento universal, con una fuerte pulsión que nos lanza a la conquista de las músicas que poblaron unas potencias con vocación mediterránea y que anhelaron una vida más bella.
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