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El pasado 13 de abril de 2019 se ofreció en el Palau de les Arts un concierto conmemorativo en recuerdo del compositor saguntino por el vigésimo aniversario de su fallecimiento; el concierto corrió a cargo de la Orquesta de la Comunitat Valenciana bajo la dirección de Joan Enric Lluna, quien además es miembro de la orquesta. Añadir que se tuvo el privilegio de contar con la presencia de Cecilia Rodrigo, hija del compositor, entre las personalidades asistentes a dicho concierto. Este disco recoge el programa de aquella velada, aunque fue grabado en sesiones previas al concierto.

Joaquín Rodrigo es uno de los compositores españoles más prolíficos del siglo XX con una producción ingente (alrededor de 170 obras están a la espera de ser redescubiertas). El éxito de su Concierto de Aranjuez ha hecho que el resto de su obra quede en un segundo plano, siendo su propia música eclipsada por él mismo. Es por esto que el presente disco va en la línea de recuperación de la música del compositor. Rodrigo supo como pocos encontrar su sello personal y acuñó él mismo el término de neocasticismo para referirse a su propia música, y evitar así el de neoclasicismo. Esto consiste en que, aunque los elementos folclóricos están presentes en su música, su peculiaridad está en centrar su mirada en la tradición culta española, siendo la música medieval, renacentista y barroca su principal fuente de inspiración. Es por esto que el uso del término “neocasticismo” no se trata de un patriotismo musical, sino de una posición estética no exenta de rigor.

En 1953 escribió Soleriana, primera obra del disco, e inspirada en las sonatas para clave del padre Antonio Soler (1729-1783). Estrenada con la Orquesta de Cámara de Berlín, se trata de una suite de ocho piezas, aunque en esta grabación se recogen solo las cinco primeras. Destacar el sutil inicio de estilo imitativo por parte del oboe y del fagot en la Entrada, que nos lleva a su segundo movimiento: Fandango. Danza de origen hispánico con enorme popularidad en la segunda mitad del s. XVIII, Rodrigo recoge aquí el que constituye la sonata 86 de Soler. La trompa y la trompeta generan un brillo especial, cosa que generó con astucia en su orquestación, al igual que el efecto tan llamativo que realizan los violines con sus escalas ascendentes y trinos. En Tourbillon, podemos apreciar la influencia del padre Soler, tomando como inspiración su sonata 38. Con un carácter muy enérgico, se escucha con total claridad el efecto creado por el contraste entre los crescendi con la línea melódica de los metales. En la Pastoral, el compositor se sirve de otra de las sonatas del padre Soler: la sonata 87 en sol menor. Al escucharla identificamos fácilmente una especie de minueto. El último de los números aquí grabados de Soleriana es el Passpied. Proveniente esta vez de la sonata 84, es el número en el que más colorido orquestal apreciamos, contribuyendo los vientos madera en gran medida a ello (sobre todo la flauta y el flautín).

La segunda pieza que encontramos en este disco es Tres viejos aires de danza. Escritas para orquesta de cámara, fueron estrenadas en Valencia en el año 1930. El tríptico consta de breves piezas que, al escucharlas, nos da la sensación que huye del folklore y se acerca a un estilo más neoclásico, ya que sus notas no reflejan ningún tipo de “sabor español”. Un gran impacto para el oído nos causa la Pastoral. Este, como primer número de los “tres aires”, juega con una disonancia en pianíssimo antes de finalizar. Siguiendo con un Minué al estilo vienés, llegamos a la Jiga, último número de estos aires de danza, sin duda, el más brillante y llamativo de los tres.

Respecto a la siguiente pieza, las Dos miniaturas andaluzas, mencionar que estas, a pesar de haber sido escritas en 1929, cayeron en el olvido hasta 1999, cuando fueron estrenadas bajo la dirección de Agustín de León Ara. Se trata de un Preludio de carácter lento y cantabile y una Danza de un carácter mucho más vivo y festivo, con unos giros melódicos que nos recuerdan al Concierto de Aranjuez.

El álbum llega a su fin con la Zarabanda lejana y Villancico. Siendo la obra más antigua que recoge esta grabación, fue compuesta estando el saguntino en Paris en 1926, pero no fue hasta 1930 cuando la orquestó para cuerda. En ella, podemos escuchar influencias del célebre vihuelista valenciano Luis de Milán (ca.1500-ca.1561). Destaca un ritmo de danza, pero Rodrigo juega con el oyente alternando el ritmo ternario con uno binario en amalgama, transmitiéndonos gran ambigüedad. El villancico fue uno de los géneros que más interés causó en Rodrigo, tratándose en sus inicios de una canción de origen profano, ya que en él encontramos un fuerte carácter festivo y ritmos marcados.

Entre los puntos destacables están sin duda las participaciones solísticas de las maderas en contraste con las cuerdas, con un papel más “unificador” en cierto modo. Desde las primeras pistas queda claro que la orquesta realiza una interpretación admirable, y que la batuta de Lluna – quien, por cierto, realiza su primera grabación como director- los lleva a una perfecta sincronización. El resultado final es sobresaliente. Una versión fluida y transparente que permite el goce inmediato de las obras de cámara del compositor valenciano. Cada movimiento, cada matiz y cada color que Rodrigo intentó plasmar quedan justificados en esta maravillosa grabación.

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