Arreglo musical y delito. Sobre el enésimo escándalo en la SGAE
La semana pasada se personaba la policía en la sede de la SGAE (Sociedad General de Autores y Editores) por orden del juez Ismael Moreno, con el fin de intervenir en una supuesta trama ligada a la “rueda de la televisión”. Más madera.

Asamblea General Ordinaria 2017 ©Sgae
Los interesados en saber más de esta noticia han debido de hacer un cursillo acelerado de toda una turbia práctica pretendidamente autoral que, tras decenas de años sin que nadie viera algo anormal, no digamos ya delictivo, había hecho callo en la casa de los autores. Así, han tenido que ir aprendiendo lo que era la denominada “rueda de la televisión”, luego han tenido que incorporar a su bagaje rarezas de la extraña casa (la SGAE) el dato de que las cadenas de TV eran, en realidad, editoras, y por tanto miembros de pleno derecho de la Entidad, etc.
El cursillo definitivo llega cuando, a raíz de la judicialización del asunto, ahora hay que orientarse sobre lo que es “falso arreglo”, “plagio”, “música inaudible”, etc. Todo ello, supuestamente delictivo. Pero si alguien ha querido orientarse en este frondoso bosque de rarezas y ha leído media docena de piezas periodísticas sobre el asunto, siento defraudarle: no se ha enterado de nada.
Los hechos
El origen del mal viene de que en otra reencarnación de la santa Casa, con un pletórico Teddy Bautista al mando, se tuvo la ocurrencia de incorporar a los editores como miembros de la SGAE. Quizá alguien recuerde que SGAE fue en un principio Sociedad General de Autores Españoles, en 1890, y de España en 1932. La E final venía perfecta para denominar a esos editores recién incorporados, y no fueron pocos los que vieron algo de malicia en ese cambiazo; no porque eliminar esa E de Españoles, muy españoles y mucho españoles, les turbara demasiado.
Pero, ¿qué tendría de malo incorporar a los editores a la SGAE? Quizá porque los editores son de hecho los contratadores de los autores, lo más parecido a sus patronos, y en sus contratos le sustraen una importante cantidad de sus derechos de autor. Gustará o no, pero es capitalismo, ¡estúpido!
Lo que parece menos capitalismo y, seguramente más franquismo es juntar en la misma entidad a los patronos y los trabajadores, esencia pura del sindicato vertical. Digamos, de paso, que ni los autores son exactamente trabajadores empleados ni los editores son el mismo perfil que los empleadores o patronos. Pero convengamos que en la defensa de sus derechos respectivos, puede haber diferencias y conflictos en este “totum revolutum”.
Luego llegaría otra de las ocurrencias (“geniales”, como se decía entonces) del gran Teddy Bautista: negociar con las cadenas de televisión un canon fijo anual por el uso de las obras que devengaban derechos de autor. Hasta que las TVs no vieron ahí un caballo de Troya, la SGAE vivía en el mejor de los mundos posibles, y los autores con buenos saldos anuales estaban felices de pedir anticipos suculentos a primeros de año. La SGAE parecía Jauja.
Pero, ¡ay!, el diablo les dio ideas: ¿Y si las cadenas de TV se convierten en editores, negocian contratos “abusivísimos” con algún avispado y, como editores, recuperaban cantidades sustanciales de los derechos de autor que pagaban anualmente? La cosa era programar de manera intensiva música que ellos editaban en los horarios nocturnos en los que, si alguien pone la tele, la usa como un hilo musical o una lámpara.
Y a casi todo el mundo la cosa le parecía como mínimo astuta. En no pocos momentos de esa agenda nocturna, las cadenas contrataban a músicos activos, les hacían tocar lo que fuera, siempre que previamente firmaran contratos de práctica cesión de sus hipotéticos derechos de autor, y los pagaban lo que fuera, a veces de manera aseada, como si tocaran en un club. El resultado ha sido que bastantes profesionales correctos y a veces de excelente factura, sacaban de ello salarios que habían dejado de encontrar en otras áreas del oficio. Cada vez había menos actuaciones de música en directo, las grabaciones discográficas habían colapsado, etc. Y todo este grupo de profesionales se iban convirtiendo gradualmente en defensores de la “rueda”, vivían de ello y les parecía totalmente honrado, de hecho lo era en general.
Pero el diablo no duerme, y contratar a profesionales de buen nivel, o no, para que tocaran jazz, flamenco, clásica, pop, etc., terminaba aburriendo a esas gentes de nuestras benditas cadenas de TV, que veían que hasta esa calderilla se podían ahorrar.
La SGAE contaminada
Tanto los que veían en esta práctica un simple “pufo”, como los que defendían que allí había una aseada salida profesional, se estaban encabronando a través de asambleas de la SGAE broncas y llenas de reproches. Tras la caída de Teddy Bautista y su equipo, los diferentes responsables de la casa (y ya van tres presidentes) iban navegando en estas aguas turbias. Si la caída de Teddy (con jueces de por medio) era consecuencia de las irregularidades detectadas por la napoleónica gestión de fondos en una política de compras de sedes o sociedades extravagantes que hacían cosas que ningún juez ha conseguido entender; la “rueda” parecía aparcada para explotar con algunos años de retraso. Tantos que, cada autor se había acostumbrado a que aquello era como una enfermedad crónica controlada.
A todos los autores nos contaban cosas tremendas sobre la “rueda”, como esas prácticas de arreglos de obras clásicas que no pasaban de mero maquillaje para hacerlas pasar como un arreglo de verdad y ponerlas a funcionar de nuevo como obras de pleno derecho asignando la autoría a un familiar.
Quizá el lector necesite saber que un arreglo de una obra de derecho público, aquella cuyo autor haya muerto hace más de 80 años (algún medio ha deslizado la cifra de 70 años, pero eso será para más adelante, de momento son 80), se convierte en obra de pleno derecho, por menos años, eso sí, pero suficientes.
La verdadera contaminación de la “rueda” viene de esa acumulación de poder dentro de la SGAE, en esa doble vertiente de editores, con su cupo en los órganos directivos, y autores que arreglaban su vida profesional con una práctica dudosa, pero para muchos de ellos honorable y de indudable alivio económico. Entre unos y otros, cada asamblea de la SGAE ha sido una pesadilla, y algún expresidente (por ejemplo, Reixa) se considera víctima de la “rueda”.
Así que la “rueda” deja una casa de los autores en estado lamentable. Y todo ello antes de entrar a suponer si hay materia delictiva…
Se ha recordado que esta intervención ha sucedido de resultas de una denuncia de miembros de la propia SGAE y que esta es parte afectada por los hechos y no culpable. Y, siendo cierto, casi era mejor no decirlo. Desde hace años, la SGAE y el derecho de autor se ha convertido en un árbol caído del que todos hacen leña e intentar aclarar las cosas cada vez que la policía entra en su sede de Fernando VI precisaría la asistencia de los mejores despachos de imagen del mundo: es una causa desesperada.
El juez de los titiriteros
Una de las ironías de esta historia, y no la menor, es que el juez de la Audiencia Nacional que ha decretado la investigación, Ismael Moreno, es el mismo que decretó el ingreso en prisión de los modestos titiriteros a los que se acusó de apología del terrorismo por su dudoso contenido de una obrita de teatro de muñecos, el juez que, al parecer, no distinguía una ficción de una realidad terrorista. Así que nos quedamos un poco expectantes cuando vemos en los autos conceptos como “falso arreglo”, “música inaudible”, “de fondo”, etc.
Un autor sabe que estas figuras son bastante deleznables. El “tipo” que coge un Adagio de Mozart, le cambia algunas notas o algún registro instrumental, etc., y luego lo registra como propio, es un caradura y con toda seguridad un vago; se pueden hacer cosas muy bonitas con arreglos interesantes hasta para robar.
Puede que, incluso, se trate de una trama: gente organizada para realizar masivamente este tipo de fraudes artísticos y, en connivencia con responsables de la programación de las televisiones, defraudar grandes sumas. Y esperemos que vayan por ahí los tiros.
Pero no estamos muy seguros de que el juez que veía apología del terrorismo en un cuentecito sepa ver lo que es un “falso arreglo”.
Y fin
Y esa parte es la peor. Ahora no hay pieza periodística que no cargue las tintas en esas cosas como “un falso arreglo”. Porque, ¿qué es un falso arreglo? Cambiar cuatro notas a un Adagio de Mozart es más que un falso arreglo, es una tomadura de pelo. Pero, ¿y sí son más de cuatro notas? ¿Tiene la Audiencia Nacional conocimiento de cuándo un arreglo es verdadero?
¿Por qué no empezamos por considerar un fraude que los editores estén en la SGAE? ¿Por qué no establecemos normas que impidan que los derechos de autor en grandes medios de difusión sean una burla? ¿Por qué no proponemos una buena deontología sobre el uso de las obras de autor? ¿Por qué no eliminamos de una maldita vez la monstruosa práctica de que la participación de los autores en su propia Casa dependa de sus ingresos, que los que más ingresan acumulen hasta 30 votos? ¿Se imagina alguien una democracia tolerable en la que Amancio Ortega tuviera 700 votos y el común de los mortales uno? De hecho, los ricos ya se las apañan para decidir por todos sin presentarse a las elecciones, pero al menos guardemos las formas, porque en la SGAE ni eso.
Y, por lo demás, a esperar a que se pase la última ola. Todavía algunos recordamos esos truculentos programas de televisión en los que se perseguía, cámara en ristre, al hoy casi olvidado José Neri o las salidas furtivas de su casa de Teddy Bautista. Y a día de hoy no ha pasado nada, más allá de que la gente media considere que la SGAE es un lugar putrefacto y que los autores sean un colectivo deleznable. Por cierto, en esos años, pocos cayeron en la cuenta de que esas televisiones que se regodeaban en los males de la SGAE. les debían dinero. ¿Quizá se repite la historia? ¡Porca miseria!
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Buen artículo, Jorge, y necesaria aclaración de conceptos. Alguien debería asesorar al juez sobre estos temas, desdde luego.
Me ha encantado la comparación de la SGAE con el sindicato vertical. Tal cual: los editores no pintan nada en una sociedad que realmente defienda los intereses de los autores.
Saludos
Esto es poner el dedo en la llaga. Ya que las televisiones (pringadas en el asunto) no dicen ni mu sobre el tema, alguien debe denunciar y explicar lo que está pasando a la opinión pública.
Bien todo esto esta muy bien,pero sigo sin entender que centreis todo el repertorio nocturno en los clasicos y en los arreglos de ellos,,…….pero nadiem hadicho de la cantidad de musicazos que salen tocando temas de ellos y a un nivel de interpretacion que no lo veo en la frnja diurna,en donde todo esta grabado,por cierto….trabajos de multinacionales….y tampoco veo a nadie dando ideas para proyectar esta musica y musicos en otros horarios….osea que nadie ha caido en todos estos musicos que son muchisimos y que no se benefician del negocio asqueroso de simpre y carentede cultura……por cierto no estoy de acuerdo con las malas practicas que hayan realizado en las franjas,y la ley dira su veredicto,yo no,solo soy un musico que quiere tocar y acat cualquier decision que ayude al colectivo profersional de autores,me refiero,no al colectico profesional de otras personas…al buen entendendor.