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La BSO en el Teatro de la Zarzuela el 1 de enero 2013

Este concierto, además de divertido, tiene una gran significación, será la segunda prestación con este programa en apenas doce días de una orquesta que ha sorprendido y admirado por el desparpajo de su salida al ruedo. El mismo programa sirvió para la presentación de estos virtuosos de la “crisis” en el Teatro de la Zarzuela de Madrid el pasado 1 de enero.

La presentación de esta orquesta ya pilló con el paso cambiado a los pesimistas de oficio. En efecto, un colectivo de jóvenes músicos españoles, incluso muy madrileños de vocación si se observa el vídeo de su nacimiento grabado en plena Plaza de Lavapiés, se ponían el mundo por montera y decidían constituirse en orquesta sinfónica predicando nuevas formas de gestión y toda clase de acercamientos al público, sin desatender cualquier mestizaje artístico en gozosa contaminación con el vídeo, la danza, el teatro, la performance y lo que se tercie.

Pero no parece la única noticia de “músicos contra la crisis” que se anuncia: el pasado 4 de enero nacía oficialmente la Academia de las Luces, un grupo especializado en música antigua, con todo el pedigrí de los mejores ensembles y que se presentaba en la Iglesia de la Concepción Real de Calatrava, de la calle de Alcalá 25 de Madrid. En sus atriles, un programa formado por Boccherini y Haydn.

En ambas propuestas se notaban similares trayectorias, músicos formados en lo mejorcito de su especialidad, tanto en España como en Europa. Y, a no dudarlo, esto es solo el principio.

Si en ese pleistoceno cercano que llega hasta el año 2008, cuando el dinero se caía de las manos de especuladores, constructores, concejales de urbanismo, etc., a alguien se le hubiera ocurrido soñar con lanzar una nueva orquesta sinfónica o un grupo especializado de música antigua de 18 intérpretes, se le habría tachado de soñador, voluntarista, mal gestor o cualquier otra cosa.

Pero ahora los jóvenes mejor preparados de la historia de España (y esto en música es mucho más cierto que en casi cualquier otra disciplina) se han hartado de que se les condene a un negro futuro. Saben tocar, organizarse no es tan difícil como nos hicieron creer los gestores de aluvión y el que tenga oídos, algo de buena voluntad y ganas de ayudar puede asombrarse del talento al que se quiere condenar en nuestro país a lo mejor que hemos forjado. Y a lo mejor nos hacen descubrir la cantidad de grasa que le sobraba a la vida musical.

De momento, la Barbieri Symphony Orchestra vuelve a la carga para mostrar que una orquesta sinfónica puede ser muy divertida de escuchar y que no es necesario ponerse un esmoquin o un traje largo y cara de vienés para pasarlo pipa con la música. Y, sin duda, su director, Oliver Díaz, hará menos el tonto que esas consagradas batutas a los que se le pone cara de pánfilos cuando atacan la Marcha Radezsky que, por cierto, no está incorporada al programa de los chicos y chicas de la BSO.

Así pues, quien quiera ver cómo se forma el futuro, tiene una segunda oportunidad en la Universidad Carlos III. Habrá más, seguro, pero, ¡es tan emocionante formar parte de la eclosión del porvenir!