Espectros de la movida, por qué odiar los años 80
Espectros de la movida, por qué odiar los años 80. Víctor Lenore. Madrid Akal, 2018.
Con un importante prólogo del politólogo César Rendueles, Víctor Lenore (Soria 1972) arremete contra la burbuja cultural, musical, sociopolítica y comunicativa que llamamos “Movida Madrileña” en España.
MOVIDA
No seré yo quien defienda los milagros de la corte madrileña de aquellos años, me pilló ya mayor, enfrascado en la interpretación de los arcanos jazzísticos en los que me había metido – Coltrane, Mingus, Davis, Rollins, Monk..- y en la continua gira que suponía mi militancia en el teatro independiente de la época, aún no éramos “alternativos” con la incipiente “estabulación” que supusieron las “salas” de la época y tocaba cargar y descargar focos en las furgonetas, en alguna ocasión nos ponían multa por “defecto” de velocidad en las carreteras.
Pero en descargo de algunos de sus protagonistas debemos decir que analizar esa época de carencias y precariedad con la información y conocimientos que tenemos ahora es un tanto injusto, bueno ¿exagerado? Suelo contar a los más jóvenes de entre mis alumnos de gestión cultural que el presupuesto de “festejos” de un ayuntamiento de doscientas mil personas era apenas de quinientas mil pesetas (tres mil euros actuales) y que no había “concejalía de cultura” solo de festejos. Esto era en 1977. Dos años después se convocan elecciones municipales y gana mayoritariamente la izquierda en España, algunos ayuntamientos de cierta dimensión caen incluso en manos de partidos marxista-leninista (los chinos) no solo en la órbita Psoe-PCE.
De cero al infinito. De no haber presupuesto ni concejalía la cultura pasa a ser un eje central de la intervención política: fiestas, música, teatro, festivales, certámenes de todo tipo, justo como ya sabíamos que se hacía en Portugal desde 1974 y en la Francia cercana o en la más cercana siempre Italia, donde las fiestas del PCI-Eurocomunista eran nuestro “Woodstock” europeo. No es extraño entonces que se cometieran excesos.
Abandonamos la trenka con capucha y nos pusimos la chupa de cuero, pasamos de los cantautores y del teatro independiente y abrazamos el glamour de Bowie (eres el rey del glam) o la gomina en el pelo encrespado de mis admirados The Clash. Veíamos “La bola de Cristal” desayunando los sábados antes de ir a dormir unas horas o íbamos a casa a cenar un bocata mientras veíamos “La Edad de Oro” de Paloma Chamorro, todo en la única emisora de tv posible, La 2, antes el VHF.
Ya en 1984 (no podía ser de otra forma) el “de entrada NO” se transformó en un “ de entrada SI” y llegó “el desencanto”…que recoge magistralmente Chávarri en su película sobre los Panero. La “movida” en Madrid eclipsó las anteriores de Barcelona (Ajoblanco, rock laietano, Jornadas Libertarias) y Sevilla (Smash, Lole y Manuel, Pata Negra) por citar solo los aspectos musicales, que en cine, literatura y teatro no le andaban a la zaga a Madrid. A un Madrid que se había olvidado en gran parte de Tábano, de Las Madres del Cordero, de Elisa Serna y Luis Pastor – qué me dices/ cantautor de las narices– de Moncho Alpuente, del Gran Wayoming…de tantos.
Señala Lenore, los aspectos de “grupo social en ascenso” (Bordieu) de la movida, a través de la actividad cultural promovida por las instituciones: Ayuntamiento, Ministerio de Cultura y que tenía en las artes plásticas, la música y el cine los tres acorazados dispuestos a romper el hielo del franquismo cultural- que no el sociológico y político como estamos viendo estas semanas-.
¿Una cierta impostura? ¿Un postureo? En parte no cabe duda, pero lo complicado era dar un salto de gigante en las políticas culturales que en Europa habían comenzado en 1945 y aquí empezamos a vislumbrar el 20N de 1975 entre champán y tinto con gaseosa.
La Transición (el régimen del 78 en expresión “podemita”) generó, qué duda cabe, nuevas élites sociales que traicionaron sus orígenes también en lo cultural, pero en 1979, cuando la izquierda – vale, la izquierda de la época- entró en los despachos municipales “no había ni un papel sobre las mesas” en palabras del recientemente fallecido primer alcalde socialista de Valladolid en la democracia restaurada con la Constitución del 78.
No olvidemos que casi seis años después de muerto Franco, un “torero” como empezaron a calificarle en Suecia a Tejero esa tarde, entraba dando gritos, coces y disparos en el parlamento. Algunos esa tarde veíamos por primera vez “El Vampiro de Dusseldorf” en una gélida sala de cine de la facultad de Filosofía y Letras de Valladolid…tres teatreros estábamos en primera fila, atónitos, metiendo “expresionismo” en vena para trasladarlo a la escena. Hacía un frío de la leche esos años, así que cantamos con Gabinete Caligari: noyaco/moelamor/alcalorunbar.
¿Estábamos equivocados? Sin duda, siempre…pero es que ya nos habían corrido a hostias los grises por intentar ver a Jethro Tull o Frank Zappa, Castellana abajo…esa lección la teníamos bien aprendida y por primera vez no te echaban agua fría al ir a ver un concierto de Siniestro Total, por ejemplo.
Un libro muy recomendable, pura sociología cultural y musical.
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