Judith y el éxtasis
X. Judith Jáuregui, piano. Berli Music Fundación BBVA. 2016. 7502258853719
La pianista donostiarra Judith Jáuregui se adentra en el universo de Scriabin en su cuarto disco, el tercero publicado con su propio sello, Berli music, en esta ocasión con la participación de la FBBVA. Jáuregui combina en este trabajo, además, obras de Chopin y Szymanovski.
Después de los discos dedicados a Schumann (El arte de lo pequeño); Liszt, Debussy y Mompou (Aura) y otro en homenaje a Alicia de Larrocha (para Alicia), Jáuregui se ha atrevido a sumergirse en un autor tan complejo como fascinante, Aleksandr Nikoláyevich Scriabin, uno de los mayores representantes del posromanticismo y el atonalismo y una de la voces más innovadoras de la reciente historia de la música.
La conjugación con otros dos compositores de peso en este disco (Chopin y Szymanovski) no es en absoluto casual; Scriabin se inspira en Chopin y a su vez es el germen del piano de un joven Szymanovski.
Judith abre el disco con la Sonata 5, op 53, de Scriabin. El compositor ruso la creó en 1907. Sonata de un solo movimiento, Scriabin la calificó de un “gran poema para el piano”. La compuso al tiempo que su gran obra, Le Poème de l’Extase, Op.54 y el compositor expone en ella su idea filosófica del mundo basada en la teosofía. Judith ahonda su dramatismo y extrae pasajes ciertamente luminosos hasta llegar al éxtasis gracias a las tensas armonías y ritmo frenético.
Scriabin vuelve a hacerse presente con Los Preludios op. 15, en los que todavía no está libre de la influencia de Chopin o Liszt, pero donde va emergiendo ya su estilo único. Jáuregui deja que el oyente se adentre en el universo que el compositor va creando y es aquí donde la pianista demuestra un gran virtuosismo y su capacidad de transmitir grandes cotas de lirismo y riqueza armónica. La última pieza de Scriabin contenida en este trabajo es la Fantasía op. 28, una de las obras más difíciles de ejecutar del compositor ruso, lleno de texturas densas, y con una mano izquierda poco menos que imposible, pero de cuya interpretación, la pianista consigue salir airosa.
De Chopin, interpreta la Balada nº 1 op 23 que deslumbra en los dedos de Judith y donde combina con maestría el tormento y la melancolía tan presentes en esta pieza que el creador polaco compuso en momentos amargos cuando estaba solo en Viena sin familia ni amigos. La presencia del compositor polaco se hace presente de nuevo en un bonus track, en este caso el Nocturno nº 20, póstumo, uno de los más íntimos y expresivos, una tesitura donde la pianista donostiarra se mueve con facilidad.
El círculo se cierra con Szymanovski, en concreto, los Preludios op. 1 donde se ve influenciado por la obra de Scriabin. Se trata de piezas que requieren de una gran capacidad técnica de la que hace gala Judith, en la velocidad de los dedos y en la pulcritud en arpegios y octavas al tiempo que es capaz de hacer llegar al oyente un timbre rico en colorido.
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