El «lamento», prueba de fuego para Romina Basso en su primer recital
Lamento. Romina Basso, Latinitas Nostra. 2014. CD. Naïve.
La mezzo-soprano italiana Romina Basso presenta, junto al grupo griego Latinitas Nostra, su primer recital, que nos llega de la mano de Naïve. Un trabajo cargado de emoción y expresividad dedicado enteramente al lamento, género vocal de cámara propio del barroco temprano.
Hace ya tiempo que Romina Basso ocupa un lugar destacado en el mundo de la música antigua, especialmente gracias a sus numerosas grabaciones de ópera barroca (L’Olimpiade de Galuppi; Carlo, Re d’Alemagna de Scarlatti; Motezuma, Ercole sul Termodonte, Oracolo in Messenia, Atenaide, Armida y Orlando Furioso de Vivaldi, o el Giulio Cesare de Haendel, entre otras), además de por sus frecuentes colaboraciones con grupos especializados en este periodo musical, como Accademia Bizantina, Concerto Italiano, Il Complesso Barocco, Le Concert des Nations, Les Arts Florissants; y directores de la talla de Peter Maag, Marcello Viotti, Jordi Savall, William Christie, o Emmanuelle Haïm. En esta ocasión aparece acompañada por el ensemble barroco Latinitas Nostra, fundado por Markellos Chryssicos (clavecinista y director que ha participado en grabaciones galardonadas como el Giulio Cesare de Haendel o Il trionfo di Clelia de Gluck) junto a la agencia de conciertos Phormigx, para “dar a los músicos griegos la oportunidad de cultivar el espíritu de libertad, exageración y teatralidad que es la fuerza conductora del arte manierista y barroco”.
Y qué mejor elección para transmitir esta idea de expresividad y teatralidad que el lamento, género emotivo por antonomasia, en el que su protagonista expresa un profundo dolor por medio del continuo contraste de sentimientos: pena, rabia, desesperación, arrepentimiento, ira, resignación… y un omnipresente deseo de muerte. El género se deriva de un solo ejemplo, cuya fama traspasó fronteras: el Lamento d’Arianna, extraído de la ópera Arianna (1608)de Claudio Monteverdi (1567-1643), que narra la desgracia de Arianna al ser abandonada por Teseo en la isla de Naxos, y que es ahora el único fragmento que se conserva de dicha obra. La pieza, que combina secciones de arioso con otras de recitativo, se caracteriza por el uso en el bajo de las mismas notas que se repiten mientras la voz elabora melodías de una expresividad y emotividad extremas, jugando con el ya mencionado contraste de “afectos”. El impacto que esta obra produjo sobre el público fue tal que, según el cronista del estreno, “no hubo ni una sola dama que no vertiese alguna lagrimita con su llanto”.
El modelo del Lamento d’Arianna supuso el florecimiento del género, empleado a partir de entonces para referirse a hechos históricos. Tal es el caso del Lamento in morte di Maria Stuarda de Giacomo Carissimi (1605-1674), que narra el regicidio de la reina católica perpetrado por la corte anglicana de Londres en 1587, al igual que el Lamento della Regina di Svezia de Luigi Rossi (1598-1653) que expresa los sentimientos de la reina viuda sobre la muerte del rey Gustavo Adolfo II, caído en la batalla de Lützen, durante la Guerra de los Treinta Años. La larga duración de la pieza y su carácter trágico fueron satirizados por el poeta Francesco Melosio y el compositor Francesco Provenzale (1624-1704) (si bien la autoría de este último no se puede demostrar) en su Squarciato appena avea, parodia en apariencia seria pero intercalada con nada menos que siete canciones de corte popular y texto cómico, que suponen el contrapunto perfecto a esta grabación tras cuarenta y cinco minutos de emotividad extrema. Algo diferente es Lagrime Mie, de Barbara Strozzi (1619-1677). Conformada musicalmente como lamento, supone todo un alarde de habilidades vocales y armonías arriesgadas, pero temáticamente es similar a algunas piezas inglesas de compositores más tempranos como John Dowland (1563-1626). Dos piezas instrumentales de los virtuosos Johannes Hieronymus Kapsberger (c.1580-1651) y Girolamo Frescobaldi (1583-1643) a modo de preludio e interludio, respectivamente, completan la grabación.
En palabras de Chryssicos, se trata de un trabajo que transmite el deseo de “impulsar hasta el límite toda fuente de agitación, todo efecto, todo “manierismo” hasta el punto de que creímos saturar temporalmente los dos micrófonos estéreo”. Libertad, emotividad, expresividad y un continuo fluir de sentimientos desde los intérpretes directamente hasta el oyente. El lenguaje de los afectos en su máxima expresión.
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