Un Turandot futurista conmemora el 20 aniversario de la reapertura del Liceu
El Gran Teatre del Liceu ha querido abrir su temporada operÃstica con una nueva producción del mismo tÃtulo que inauguró la reapertura del moderno equipamiento, hace 20 años, después del incendio de 1994: Turandot de G. Puccini.

© A. Bofill
El nuevo montaje de la ópera póstuma pucciniana corrió a cargo de Franc Aleu, quien aprovechó su debut como director escénico para vestir una producción de tintes futuristas con un uso espectacular de proyecciones y hologramas. Su gran dominio de los recursos visuales y de la iluminación, sumado al uso de unas estructuras – pirámide central y gradas circulares alrededor – animadas por el movimiento de una plataforma giratoria y unos brazos robóticos articulados, otorgó al conjunto un efecto de gran dinamismo y de un rezumado valor plástico, logrando sortear con éxito la sobreestimulación visual que nos hicieron temer las primeras escenas de la obra. Por otra parte, Aleu sigue con fidelidad la narración del libreto pucciniano – con algunos guiños cinematográficos- , logrando incluso una feliz solución al repentino giro final de la obra, con un Calaf ensoñado por el espejismo de su deseo.
Junto a la loable labor de Aleu, el Liceu no escatimó recursos vocales para dar aliento a esta producción. Para ello reunió a un equipo de gran nivel artÃstico, que en la función del pasado 13 de octubre estuvo liderado por la sólida Turandot de Iréne Theorin, una princesa de gran autoridad escénica e intensa prestación vocal. El tenor canario Jorge de León abordó el rol de Calaf haciendo alarde de su vigoroso instrumento, que fue ganando matiz y ductilidad expresiva a medida que avanzó la representación. Su memorable “Nessun dorma†coronó una brillante actuación. Ermonela Jaho como Liù fue la gran triunfadora de la noche. Su dominio virtuosÃstico de los reguladores aplicado a un canto de un exquisito calado intimista, asà como su arrolladora encarnación escénica, desataron el fervor de un público que acabó totalmente rendido a sus a pies. Sorprendió también muy gratamente el Timur del debutante Alexander Vinogradov, de nobles y vigorosos acentos. El trÃo Ping, Pang i Pong, integrado por Toni Marsol, Francisco Vas y Mikeldi Atxalandabaso, funcionó con solvencia y eficacia, mientras que el venerable Chris Merritt fue un emperador de voz trémula y endeble entidad dramática. Cumplió con buen oficio el mandarÃn de Michael Borth.
Completó con excelencia la labor artÃstica, la orquesta titular del teatro bajo la dirección de Josep Pons, quien reforzó sensiblemente la percusión y otorgó brillo expresivo al metal. Su lectura, vitalista y de suntuoso colorido, congenió muy bien con la producción visual de Aleu, aunque en ocasiones muy puntuales el foso llegó a ahogar las voces. El coro, sensiblemente reforzado, cumplió con solvencia su exigente papel, aunque en algunos momentos estuvo algo lejos de la excelencia a que nos tiene acostumbrados.
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