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¿Lección magistral? ¿Libelo? (Sin fantasía)



comentarios

  1. Desde la distancia física y moral derivada del hecho de no tener relación actual alguna con el Conservatorio de Madrid, he leído con interés y no sin cierta sensación de desagrado y hasta terror los escritos del ex-profesor Sr. Torres y el ex-director Sr. Del Barco. La primera impresión que el lector extrae como resumen de ambas es que, desde luego, no se trata de un centro educativo demasiado recomendable, por decirlo suavemente. Más aún cuando el Sr. Del Barco finaliza su réplica amenazando con la publicación de un asunto que, según él, “será, a modo de fantasía, un curioso, ameno y divertido artículo de enredos”. Son palabras que denotan excesiva frivolidad en quien ha sido responsable de la dirección de ese centro durante tantos años. El lector no alcanza a explicarse cómo, tanto en ese ‘divertido’ asunto como en otros que previamente se relatan, la acción del director ha consistido en dejar que ocurrieran, a pesar de tener conocimiento de los mismos. Si el Sr. Del Barco pretendía lavar la imagen de su gestión, ha conseguido en gran parte el efecto contrario, porque en lo que respecta al debido control de las conductas del Sr. Torres, que ahora tan airadamente denuncia, su actuación ha pecado del pasotismo, la complicidad y los demás defectos de los que el propio Sr. Torres le acusa, parece ser que con pleno conocimiento de causa. Primera conclusión, pues, del lector: tal para cual.
    La sensación de terror a que aludía al comienzo viene producida por algunas alusiones a hechos que se consideran tan normales, que ni siquiera merecen un comentario crítico. Por ejemplo: la dirección del centro necesita, por lo visto, una denuncia escrita y firmada por los alumnos para tomar cartas en un asunto docente o disciplinario. ¿Significa eso que, si aparece un charco de sangre en un aula, el director no se moverá a hacer nada hasta tanto se lo comunique alguien por escrito y con firma? Más aún, en el mismo párrafo se dice, como lo más normal, que los recursos de los alumnos contra las calificaciones de los profesores muy pocas veces prosperan, por lo que los alumnos prefieren no recurrir. O sea, los unos no escriben ni firman por no buscarse líos y porque no sirve de nada, y el otro no hace nada porque no tiene denuncias firmadas, aunque le consten los problemas por otras vías. Y estos modos se mencionan de pasada como los ‘normales’ en la casa. Un barco –y no pretendo hacer ningún chiste fácil– con semejante funcionamiento en el capitán y en la marinería se va necesariamente a pique con todos dentro más temprano que tarde.
    No puede negarse que la escena de dos jubilados repartiéndose garrotazos o sablazos dialécticos está más cercana a las pinturas negras goyescas que a los heroicos combates homéricos. Resulta tragicómico que sean dos ex, que ya no tienen arte ni parte en el conservatorio, quienes se enzarcen acaloradamente en denuncias de asuntos aparentemente pasados, pero que por desgracia siguen conservando mucha actualidad. El toque tragicómico se acentúa todavía más porque los auténticos protagonistas actuales del drama de la educación que se desarrolla en el escenario (el ruedo, quizás) del conservatorio son los profesores y los alumnos, que hasta el momento parecen considerarse a sí mismos simples espectadores del combate. Esperemos que despierten de ese sueño y se den cuenta de que lo que están viendo no es el exterior a través de una ventana, sino su propia realidad reflejada en el espejo de sus mayores.
    Finalmente me gustaría resolver una duda que no acabo de aclarar en la página web del Conservatorio de Madrid: ¿Qué ha pasado con la cátedra de Musicología tras la jubilación del Sr. Torres? ¿Está vacante? ¿Se han convocado o van a convocarse oposiciones? ¿Ha desaparecido por falta de matrícula, como me ha comentado un amigo aparentemente informado? Porque, si esto último es cierto, difícilmente se va a recuperar el pasado prestigio, como ilusamente espera el Sr. Del Barco. Más bien da la impresión de que la especialidad de musicología tiene los días contados en el Conservatorio de Madrid. “Entre todos la mataron / y ella sola se murió”.

  2. ¡Qué vergüenza de carta!, cuánto rencor reconcentrado en quien la firma; por cierto, el único responsable que ha llevado al RCSMM a un ostracismo incurable. No se esfuerce más Sr. del Barco; por si no estaba claro, ha dejado usted impreso su verdadero fondo; verdaderamente patético.

  3. Caramba, Miguel, menudo berrinche, la de cosas que se te ocurren. De ser cierto algo de todo eso, ya me lo podías haber dicho en las innumerables ocasiones en que, así en público como en privado, traté de que atendieras a unas realidades que siempre quisiste reducir a tu medida.

    Aunque un tanto bilioso y de pésimo estilo, como veo que se trata de un desahogo, pase, pero me pones en la necesidad de recordarle a tu atribulado ego que ni tú eres "El Conservatorio" ni yo he personalizado absolutamente nada en mi discurso, planteado en términos de gestión institucional y nunca descendiendo a esos pseudo argumentos "ad hominem" que te gastas.

    En fin, si además de acreditar la cita de Neruda (parece que se te escaparon las de Celso Emilio Ferreiro, José Martí, Gardel, el mirabrás y algún otro) estás en condiciones de acreditar uno solo de tus infundios, será cosa de ver si tomarse en serio tu rabieta.

    Y en todo caso, de verdad, te deseo que lo lleves lo mejor posible y que pases unas felices fiestas.

  4. Las luchas entre jubilados son patéticas. Pero más patético es el silencio de la dirección (todavía no jubilada desgraciadamente)y el resto de la comunidad educativa que calla, luego otorga.
    La actual dirección permitió la lección magistral y la dirección anterior no puede reprender a quien ha ejercido la libertad de expresión. Mejor será que critique a quien puso la cerilla en el pajar y que él bien conoce o de otra forma que diga gracias a quien disfrutamos del actual director. Hay cosas mas urgentes y problematicas que este espectáculo entre otras por ejemplo varias denuncias por las ausencias y baja calidad docente de un profesor determinado por parte de alumnos y profesores, han quedado en ¡¡¡absolutamente nada!!!. Tampoco conmovió a nadie un foro en la red que acumuló protestas infinitas, ni las denuncias de una situación que todos conocen y callan han servido de nada. Misteriosamente la docente en cuestión, profesor interino para más señas, sigue en su lugar y en su línea. Mal ejemplo para los alumnos en un centro educativo Pero este despropósito se comprende si observamos cómo se explica el regidor en la presentación de la página web del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, en donde constatamos una verborrea incomprensible en su expresión que se mantiene obtusa tanto en su conversación personal como públicamente por ejemplo en los claustros, un lugar donde como es lógico no se comprende que se pretende decir, y no se propicia el debate de asuntos de importancia capital para todos. La democracia no opera probablemente por dos razones, la primera porque no se busca y la segunda porque una estructura viciada con demasiados miembros del colectivo que dependen de la gracia personal de la dirección para mantenerse en su lugar de trabajo, provoca temor para expresarse libremente.
    Por todo esto es necesario volver a la cruda realidad dejando el pasado para la historia, o lo que es lo mismo, más allá del espectáculo que nos deja este artículo totalmente impropio del mundo docente en el que se desarrolla, preguntamos: ¿está técnicamente capacitada y moralmente autorizada la actual dirección del conservatorio para llevar adelante la puesta en marcha de las enseñanzas artísticas superiores según la LOE?. ¿Esa Dirección, está haciendo partícipes a profesores y alumnos de los planes de estudios que ha previsto para adaptarse a esa ley, o del modelo universitario que pretende, o de algo que signifique una orientación hacia alguna parte?. ¿Por qué propicia y consiente en el Centro la organización de asociaciones que nacen entre pocos, en secreto, y con fines que ocultan a la mayoría?. Poco se contribuye así a que busquemos soluciones entre todos. Esto son malas noticias: unos guerrean incluso después de despojados de sus cátedras mientras los que están dentro dejan morir una criatura que debería brillar con luz propia y que en este momento agoniza. Sólo hay que preguntar, off the record a profesores y alumnos: muchos protestan pero en privado y es posible que sea igual porque nadie escucha.
    La historia demandará a quien corresponda el empeño de permanecer donde no pudo o no supo estar a la altura que demandan las circunstancias.

  5. Con respecto al comentario de Eulogio Pedroso y en definitiva, a todos los demás que no parecen si no una descalificación por la descalificación y una crítica por la crítica, no creo que las respuestas presentes y futuras a la "Clase Magistral" del Señor Torres Mulas a cargo del señor del Barco, persigan el objetivo principal de entretener a los lectores. Ante todo, cualquier persona que sea acusada o atacada sin más, tiene derecho a defenderse y a dar su opinión, aunque creo que ante la calidad del ataque del señor Torres Mulas, no merecía la pena emplear esfuerzo alguno. No entiendo cómo una clase magistral puede emplearse para dar coces a diestro y siniestro (y no quiero hacer un chiste fácil) y arremeter contra la directiva y los compañeros del propio centro de trabajo.

    Me gustaría hablar sobre varios aspectos de los distintos comentarios confiando en que ello no sirva para enaltecer y revestir de importancia a los comentarios que aquí se exponen. En lo referente a la actitud de la dirección ante problemas que se plantean con la convivencia de la comunidad educativa, póngase el citado caso del escrito de los alumnos, creo que cualquiera con dos dedos de frente y que además haya pasado por un centro educativo, sabe que una junta directiva no puede actuar ante estas situaciones con la rapidez y la rotundidad que a los afectados les gustaría si no que se debe seguir un procedimiento y deben presentarse quejas o denuncias por escrito.

    Me parece completamente absurdo el comentario sobre este asunto, ya que es como acusar a la policía de no actuar sin una denuncia de por medio en los casos que así lo requieran. No ocurriría así con los casos de sangre en las aulas, afortunadamente en los años que pasé en el Conservatorio no tuvimos ningún caso similar ni creo que se hayan producido desde su fundación, a pesar de haberse producido en los románticos tiempos de los duelos, a excepción, claro está, de casos concretos de accidentes en especialidades como oboe al emplear navajas para hacer las cañas. De haberse producido alguna situación de este tipo cómo se plantea en uno de los comentarios no sería competencia de la directiva el resolverlo si no de los Cuerpos de Seguridad del Estado.

    Bromas aparte, sobre la participación de alumnos en los asuntos del centro y el peso de éstos en el Conservatorio, baste recordar que antes de que Miguel del Barco asumiera la dirección del conservatorio de Madrid en 1979, los alumnos sólo tenían por ley un representante en el Claustro. Con la llegada de Miguel del Barco los representantes de los alumnos pasaron a formar parte no sólo del Claustro sino de las nuevas comisiones creadas por expreso deseo del director ya que figuraban en sus líneas programáticas: 35 alumnos en el Claustro, uno por cada especialidad, con voz y voto; 4 en la Comisión Permanente (algo parecido al Consejo Escolar de hoy), con voz y voto y 2 en la Comisión de Contratación, con voz y voto. Todo está reflejado en las actas correspondientes. La representación de los alumnos era por tanto muy superior a la de hoy ya que los alumnos sólo tienen representación en Consejo Escolar. Los alumnos representantes del Claustro y de las distintas comisiones eran elegidos por sus propios compañeros.

    Creo que tampoco es prudente aludir a dos jubilados enzarzados o ¿es que los jubilados no pueden expresarse? ¿acaso debe de ser tomado a risa todo lo que este colectivo diga o exponga? ¿acaso tienen otra categoría social que les impiden decir lo que piensan o responder a acusaciones? aunque sí que es cierto que alguno, a la vista por ejemplo del empleo de “subnormalidad” como insulto, amén del propio contenido y momento de expresarlo, demuestra que tras cuarenta años de servicio en educación, no ha conseguido aprender el significado de esa palabra y eso sí resulta cómico.

    Es cierto que la especialidad de musicología pueda estar amenazada, todas lo están, la educación lo está y la musical más que ninguna, porque es lo último que importa en España y muy pocos se mueven para intentar cambiar o mejorar algo, mientras que el resto, con su pasividad y su crítica fácil no hacen más que perjudicar. Hay actuaciones que competen estrictamente a una junta directiva, pero otras por el contrario nos competen a todos, pero la mayoría suele ocupar la posición cómoda y dedicarse a la crítica fácil. Si unimos todo esto a nuestro mal endémico nacional, la envidia, tenemos un caldo de cultivo para perder el tiempo en discusiones absurdas y entorpecer todo lo que se pueda. Aunque siempre hubo y hay personas que lucharon y siguen luchando mientras otros critican desde su cómodo sillón sin hacer absolutamente nada, por desgracia son éstos últimos los que suelen hacer más ruido, pero ya se sabe, el sabio habla cuando tiene algo que decir, el necio, por el contrario, habla porque tiene que decir algo.

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