Jesús López Cobos, se despide del Teatro Real con Simon Boccanegra
[Edición impresa DaD #12 jun-sep 2010]
Con el Così Fan tutte que dirigió en 2001 en calidad de invitado, Jesús López Cobos (Toro, 1940), una de las grandes batutas internacionales de los últimos cuarenta años, degustaba el aperitivo de un menú en el que se reserva como postre el Simon Boccanegra con que el próximo mes sella su despedida del Teatro Real de Madrid.
Después de defender desde 2003 la titularidad musical: el mismo puesto en el que se ejerció durante una década en la por tantos codiciada Staatsoper de Berlín, a la que llegó como primer director invitado.
Inaugurando su cargo de director musical del coliseo madrileño, abría la temporada 2003-04 con Traviata, de Verdi y Piave, y se despide cerrando la 2009-10 con un título en el que coinciden compositor y libretista. ¿Casualidad o decisión?. Pura casualidad. En absoluto estaba planeado, porque yo no sabía que iba a terminar ahora con Simon Boccanegra. Así que habría sido imposible planificarlo.
¿Aquella Traviata emotivamente le supuso mucho?. Sí, porque llevaba muchos años sin hacerla. No la había vuelto a dirigir prácticamente desde mi paso por la Ópera de Berlín.
¿Cuál es su relación con Verdi?. Me ha seguido toda mi vida, puesto que prácticamente debuté en Berlín con Rigoletto, el mismo título que dirigí en La Fenice, dónde antes sólo había hecho La Flauta Mágica, de Mozart. Diría que uno y otro, Verdi y Mozart, han estado siempre presentes en mis atriles: desde el principio hasta ahora.
¿Y con Simon, cómo se ha llevado? Podría repetir lo mismo. Fue uno de los primeros verdis que hice, cuando me invitaron al Festival de Múnich en 1974 o 1975, en los comienzos de mi trabajo en Alemania. Luego, en Berlín insistí con Simon Boccanegra en muchas ocasiones. Es una ópera de la que siempre he estado enamorado, porque me parece uno de los grandes logros de Verdi. Lo que ocurre es que no es tan popular como otras óperas suyas, debido posiblemente a que tiene menos efectos. Lo que no impide que sea una de sus creaciones más profundas.
En la famosa canción scout de la despedida se dice “no es más que un hasta luego; no es más que un simple adiós”. ¿Su salida del Real es o no algo más que un hasta luego? No es en absoluto un hasta luego: es un adiós totalmente. En primer lugar, por mi edad, y además por el modo en que han sucedido todas las cosas, por supuesto que para mí es un final.
A ese respecto, alguien que ha nacido en Toro ya sabe si da más cornadas el hambre, como se dice por ahí, o el hombre. Muchas veces creo que el hombre. Porque la cornada del hambre se ve venir, y la del hombre no.
Sabiendo que no falta quien defienda aquello de que “en la música la juventud se adquiere con los años”, aunque lo anteponga en sus argumentos, lo de su edad suena a estratagema para sacar balones fuera. No es mi estratagema: es mi realidad. No cabe la menor duda de que en el trabajo de un director de orquesta, aunque sea primordialmente intelectual, también hay que contemplar el apartado físico, y yo noto ya la carga. Si comparo la vitalidad con que me enfrentaba hace treinta o veinte años a una ópera, me doy cuenta que no tiene nada que ver con el modo en que puedo acometerla ahora. Estoy convencido de que el ritmo de trabajo que hemos vivido en el Teatro Real, sobre todo en estas dos o tres últimas temporadas, dudo que pudiera haberlo seguido manteniendo durante mucho tiempo.
También en algún momento dijo que nunca aceptaría ser director del teatro del que ahora sale, y poco después firmaba su compromiso con el mismo.Es verdad. Nunca se puede decir “de esta agua no beberé”. Pero también es mucho más lógico que ahora diga que en ese aspecto para mí no hay un futuro en lo que respecta al Teatro Real. Es algo de pura lógica, por lo que eso no podría ocurrir más que dentro de cinco, seis, siete u ocho años. Y para mí entonces ya no tendría ningún sentido.
Porque su relación con Mortier es buena……Nunca he tenido contacto alguno con él. En absoluto.
Sin embargo ha dirigido alguna ópera en París, como Los Cuentos de Hoffmann, que él recuperó. Esa es una producción de Carsen, que efectivamente se ha repuesto en los últimos años. Pero yo la dirigí en la etapa de Hugues Gall, que es quien la encargó en su momento, y fue una de las últimas antes de su salida.
Preguntarle ahora por titularidades, tal y como se expresa, sería absurdo. Nada, nada. Tengo clarísimo que titularidades, en absoluto. Pienso siempre que una titularidad es, o al menos debería ser, a largo plazo. Y en este momento no me veo con ganas de empezar de nuevo con una orquesta, después de haber tenido la suerte, antes de llegar al Real, de haber trabajado con algunas como la ONE y, fuera de España, tanto en Lausanne como en Cincinatti, haber mantenido siempre relaciones largas. Porque soy de la opinión de que son necesarios al menos tres o cuatro años para conocer a los músicos.
Por eso, cuando ya he cumplido los setenta, pienso que empezar con una nueva orquesta para conocerla cuando tenga 77 o 78 no tiene absolutamente ningún sentido: ni para mí ni para la orquesta.
Entre las tentaciones de Cristo estaba aquella que le invitaba diciendo “Todo esto tendrás si, postrándote ante mí, me adoras” ¿Frente a que “esto” sucumbiría hoy López Cobos?. En ningún caso en lo que a mí respecta tendría que ver con el dinero. Mi verdad hoy por hoy es que lo único que me apetece es hacer música y hacerla bien. Y sobre todo, que no la sienta como una carga. Que no me duela pensar tengo que hacer esto o aquello. Lo que siento que necesito ahora son tiempo y pausas. Tiempo libre para estar en contacto con la Naturaleza y para disfrutar de la vida en general, no sólo pensando en las responsabilidades que implican la dirección de una orquesta, y las cargas que traen consigo.
Aun así se vincula a la Sinfónica de Galicia.. Pero una cosa es hacerlo como batuta titular y otra ser principal director invitado, que supone dedicarle tres semanas de trabajo por temporada.
Más o menos lo que venía haciendo con ellos.. No era tan intenso. Iba una semana seguro, y de vez en cuando dos. Pero ahora a lo que me he comprometido es a hacer otros dos este año, porque no encontrábamos más fechas, y luego tres en los dos años siguientes. Pero estamos hablando de una orquesta con la que he mantenido muy buen contacto en los últimos diez años, y volver con asiduidad en esas condiciones me apetece más que estar yendo cada semana con una diferente.
La elección por la OSG, ¿obedece al azar, o está elegida por decantación tras la degustación de esa treintena de orquestas españolas en estos años?. Está claro que la Sinfónica de Galicia es para mí la orquesta del panorama español con la que me he encontrado más a gusto. Por la calidad de sus integrantes, y por el modo en que he podido trabajar con ellos en estos años. La decisión es consecuencia de un proceso natural y lógico.
¿Cuántas llegó a probar? Diez o doce, seguro.
¿Con distintos niveles entre unas y otras? Lógicamente los hay. Niveles, pero también épocas. Vuelves a una orquesta después de diez años y te puedes sorprender por el modo en que ha mejorado… o por cómo ha empeorado. Aparte de que puede subir o bajar mucho su nivel de acuerdo con la época que esté atravesando o de quien la dirija. Hay muchos factores imprevistos en la vida de las orquestas.
Su residencia continúa teniéndola en Suiza. Eso es: en Lausana.
¿Cuál es su relación con la orquesta de cámara de esa ciudad, a la que tanto tiempo dedicó? Excelente. En la próxima temporada les dirigiré en los conciertos de abono, y este año hice con ellos el concurso Clara Haskil, que vuelvo a hacer en 2011. Y ahora, cuando están buscando un nuevo director titular desde el próximo año, se van a intensificar más nuestros lazos, porque hasta que no lo tengan –y espero que lo consigan rápidamente– saben que estoy a su disposición.
¿Tiene proyectos operísticos pendientes en España? En principio no tengo previsto ningún plan que tenga que ver con la ópera.
¿Ni ganas? Tampoco me quedan muchas, de verdad, porque además, como digo, no quiero estar fuera de casa tanto tiempo como exige una producción. En el caso de la ópera sólo me lo planteo en lugares cerca de casa, como Ginebra, donde voy a dirigir, o en Zúrich, donde acabo debutar con Traviata, y donde espero hacer más cosas. Y, claro está, la Ópera de Viena, que es donde voy a trabajar más en los tres próximos años.
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