A punto de cumplir 80 años, su agenda está repleta. Aún asà atiende amablemente nuestra llamada y no tiene inconveniente en practicar el delicioso arte de la conversación larga y pausada sobre cualquier tema que surge. Además de continuar con su labor creativa, los primeros meses de la temporada 2009-10 llegan para él cargados de acontecimientos: la entrega del Premio Tomás Luis de Victoria, los primeros festejos por su aniversario el próximo mes de enero, y una serie de tres conciertos que el CDMC programa en colaboración con el MNCARS en torno a los Encuentros de Pamplona que el compositor organizara, junto a José Luis Alexanco, allá por 1972.
Usted que ya tiene la experiencia de haber celebrado los 50, 60 y 70, podrá decirme en qué queda luego todo eso de las celebraciones. Queda en forma de testimonio: estás vivo, trabajando y se te reconoce. ¿Puede pedirse más? SÃ, claro. Pero también pueden darte menos. Entrar en polémicas personales en público es siempre embarazoso y nunca ha sido mi estilo (creo que eso sà se me reconocerá). La verdad es que no llevo la cuenta de todo lo que se piensa hacer en torno a mi aniversario. Muchos no se toman la molestia en decÃrmelo –se lo agradezco igual, claro. Y yo no tengo demasiado tiempo libre. Pero que no se vea en esto ni displicencia ni arrogancia: estoy conmovido por las atenciones que ya estoy recibiendo.
También se reconocen sus muchos años de trayectoria en las trincheras de la creación contemporánea, en los que ha sido testigo del papel que juega esta manifestación artÃstica. Algunas cosas han cambiado, y no sé si todas a mejor. No sé el papel que juega la música de hoy en nuestra sociedad. Yo escribo la mÃa y son los demás los que se ocupan –o no se ocupan– de ella. Cuando yo fui organizador hice lo que pude gracias a la generosa ayuda privada. Hoy, por fortuna, hay otros que lo hacen, asà que yo sólo compongo y respondo entrevistas. En general, y evidentemente, la música actual está mejor atendida que en los años 50, 60 y 70. Somos más y eso cuenta.
Una exposición del Centro de Arte Reina SofÃa hará una retrospectiva de aquellos Encuentros de Pamplona celebrados en 1972 de los que usted fue uno de sus principales artÃfices. Por fin la música tendrá un lugar protagonista ya que el CDMC organiza tres conciertos alrededor de la muestra. ¿Qué supusieron en su dÃa los Encuentros para la actividad musical? Apenas sà tuvieron una incidencia especÃfica en la música. Fue Alea, fundada en 1964-65, quien la tuvo. Los Encuentros fueron su consecuencia “a lo grandeâ€, pero no en la música: continuaron lo que venÃamos haciendo desde casi diez años antes.
Es una actitud algo escéptica, ¿no cree? Otros valoran los Encuentros como una especie de eclosión –posteriormente frustrada– de la modernidad en España. Efectivamente. Quizá la novedad –y es importante– fue que todo lo que se hizo, se hizo para toda la ciudad. Fue un Festival abierto. Obvio es decir que Alea también lo estaba, pero al carecer de propaganda (por la Ley de Asociaciones), la asistencia se reducÃa a un local con capacidad para 600 personas más o menos. Añádase a ello la tradicional sordera de nuestra cultura: se habla de todo menos de música (exceptuando la de consumo). Pero lo que estoy diciendo nada tiene que ver con la música, sino con la sociologÃa o con la polÃtica musical. Yo no tengo vocación de agitador de masas. Si las “masas†se agitaron en Pamplona, atribúyase a la situación: 1972.
Sucede que las artes plásticas han hecho los Encuentros más suyos que el mundo de la música, a pesar de que en aquel ámbito hubo sonoras ausencias y en éste ilustres presencias, como la de John Cage o Steve Reich, quien por cierto viene al CDMC en noviembre. Eso obedece a varias razones. Por una parte, la música no interesa a los intelectuales españoles, y siempre ha quedado marginada en los estudios sobre los Encuentros. Por otro lado, el arte conceptual aterrizó en España y eso tuvo una incidencia en las artes plásticas. Efectivamente, Cage y Reich vinieron, entre otros motivos porque iban a estar en Europa y era relativamente sencillo traerlos, lo que en parte se debe al azar. Entonces Cage ya era archiconocido. Quizá su presencia pudo fructificar años más tarde, eso no lo niego ni lo afirmo, pero dudo que fuera un revulsivo. Tampoco sé exactamente qué consecuencias pudo tener todo aquello. En Pamplona ninguna, excepto el shock que supuso en la ciudad el hecho de que cualquier ciudadano asistiera con libertad a aquellas manifestaciones, recibidas con desconcierto y curiosidad. Quizá los Encuentros hubieran calado algo de haber tenido continuidad. En cuanto a los compositores, creo que estaban por encima de aquello. Los pocos jóvenes que vinieron han llevado su carrera musical posterior por otros derroteros, aparte de que todo se habÃa visto ya en Alea. Algunos estaban estudiando fuera de España o sencillamente no asistieron. El grupo Zaj estuvo presente, pero ya tenÃa una trayectoria, no reveló nada nuevo en Pamplona.
Un deseo musical para los próximos 80 años.
Muy egoÃsta: seguir trabajando. EgoÃsta, de otra manera, es el deseo de que, de una vez por todas, comprendan quienes tienen la sartén por el mango, que la música no comercial –o sea, la música como arte– merece atención, respeto y, si no es mucho pedir, algo de reconocimiento.
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