Antonio Ruz y el diálogo de la danza con otras disciplinas
El coreógrafo Antonio Ruz ha estrenado Transmutación, en el Museo Universidad de Navarra.
Al igual que su alabada Electra, Ruz (Premio Nacional de Danza 2018) se inspira, entre otros, en la obra del fotógrafo José Ortiz Echagüe del que el museo atesora una gran colección.
Le saco de los ensayos en unos dÃas de intenso trabajo con sus bailarines, con quienes también prepara Presente y una conferencia bailada que despedirá su estancia en Pamplona.
Se cumplen diez años desde que creaste tu propia CompañÃa, en la que hemos podido ver obras muy heterogéneas ¿Te sientes a gusto en esa diversidad, o buscas un estilo propio?
Cualquier creador se está buscando. Si dejas de buscarte, te mueres. Creo que hay artistas que encuentran una fórmula, un lenguaje coreográfico que te permite identificarlo como autor y lo desarrollan. Esto no es ni mejor, ni peor, pero yo no trabajo asÃ. De manera intuitiva, en cada pieza me sumerjo en un universo y utilizo el lenguaje que necesite para contar lo que quiero contar. Por eso hay piezas que me salen más concretas (como en à l’ espganole, fantasÃa escénica), otras más narrativas (como Electra) y otras abstractas (como Presente). Aparentemente no tienen nada que ver, pero hay nexos de unión entre ellas, una te lleva a la otra. También siento que si he hecho algo muy teatral necesito luego volver a regenerarme con movimiento abstracto.
¿Eso es lo que ha pasado entre Electra y Presente?
SÃ, pero también tiene que ver con que soy polifacético. Me gusta lo barroco, lo contemporáneo, el flamenco… Esa mezcla tiene que ver con mi forma de crear.
Sin embargo, tus bailarines tienen una gran formación de base. ¿Qué papel tiene para ti la técnica?
La técnica en sà no me interesa. No me interesa el virtuosismo si no hay un discurso y una poesÃa detrás. Dicho esto, yo tengo bailarines con mucha personalidad, pero también con una gran técnica. Tienen un cuerpo inteligente, hambriento y curioso, y para eso necesitas la técnica porque es algo que tiene que ver con el rigor y la conciencia corporal. Aunque también tiene que ver con el proceso que yo he vivido como bailarÃn, en el que he pasado del flamenco, hasta el ballet y el contemporáneo. Al haber pasado de unas disciplinas a otras soy consciente de que cada una de ellas tiene su validez.
Presente es una obra de interpretación abierta. El trabajo de los bailarines es muy concreto, pero el resultado es una obra abstracta. En el coloquio posterior con el público que hiciste en el Museo Universidad de Navarra dijiste que percibes el presente de forma angustiosa. ¿Por qué?
He pasado un proceso de ansiedad, y eso marca un antes y un después. Se habla poco de esto. Cuando has rozado esos lÃmites que casi te rompen, te cambia la vida. Puede que haya algo de eso en la obra, un decir esto nos pasa a todos. Es algo que está muy escondido, la sociedad lo tapa, hay mucho tabú… La gente puede ir en el autobús y estar muy angustiada. Hay algo de esto en la época. La pieza tiene mucho que ver con estar dentro del cerebro, y hay elementos en ella que lo explican muy bien, como la cuerda que no acaba de desenredarse.
Sin embargo, hay un proceso de investigación concreto detrás de la obra.
SÃ. Con la ansiedad me dio por leer meditación. Me inspiró mucho del libro BiografÃa del silencio, de Pablo D’ Ors. Creo que estamos muy desconectados de nuestro cuerpo y de nuestro presente, y que hoy en dÃa hay que hacer un esfuerzo para parar ese caos y volver a nosotros. También me ha influenciado mucho el ensayo de Paul Valéry FilosofÃa de la danza, un libro ágil y muy reflexivo.
Presente llegó justo después de Electra, un gran ballet narrativo que te valió el Premio Nacional de Danza en 2018. ¿Se vive mejor de la danza en España cuando te dan el Premio Nacional?
Mi dÃa a dÃa no ha cambiado nada. Me sigo levantando por las mañanas y teniendo un montón de cosas que solucionar, me siguen preocupando las subvenciones, mi dolor de rodilla… en fin. Pero sà es cierto que la gente te escucha de otra manera. Cuando presentas un proyecto hay otra disposición. Desde entonces siento que tengo una especie de motor, un impulso que me motiva. Todo tiene sentido en el camino.
Tu última creación ha sido un encargo del Museo Universidad de Navarra. ¿Cómo ha sido el proceso de creación de Transmutación?
Cuando el Museo me invitó a hacer este proyecto me dijeron que podÃa inspirarme en el archivo o en la colección. Como yo ya venÃa de una influencia de Echagüe para Electra y supe por Teresa Lasheras que habÃa un archivo, decidà trabajar con las fotografÃas. A mà además me gusta mucho la fotografÃa. He hecho un trabajo previo de escritorio, de selección de fotos y escritura. Después tuve diez dÃas de ensayos en Madrid con los bailarines. Pero era necesario ensayarlo en el Museo, porque esta obra está especÃficamente pensada para hacerse en sus salas, para jugar con su arquitectura, con la luz y el sonido.
¿Cómo ha sido el trabajo fuera del espacio escénico habitual?
Yo ya habÃa trabajado con danza en museos, sobre todo en Alemania. Es una relación con el público y la arquitectura que me interesa mucho. Además abre la danza a otros públicos. Uno de mis lemas es una visión más abierta de la danza para que se relacione con otras disciplinas, y eso te permite el museo: lo interdisciplinar.
Si te diesen carta blanca para hacer lo que quisieses en el futuro, ¿qué harÃas?
Tengo muchos proyectos en el cajón, pero lo que más anhelo es tener una estabilidad. Un equipo, un espacio, una sede, unos recursos, unos bailarines fijos. Una CompañÃa. Esto va más allá de la estabilidad económica. Me encantarÃa hacer un proyecto como CompañÃa que tenga que ver con mi filosofÃa de la danza, que me permitiese indagar sobre cómo la danza tiene impacto en la sociedad, en los jóvenes, en los mayores, con otros públicos, donde haya exhibición pero también pedagogÃa con colegios, talleres, familias… Todo eso que se supone que es paralelo a la danza, para mi serÃa parte integral del proyecto de mi CompañÃa.
La estancia en el Museo Universidad de Navarra termina con una conferencia bailada en la que Antonio Ruz –junto con los bailarines Irene Tena y Albert Hernández del Ballet Nacional de España– crea una atmósfera intimista en la que explica el proceso de creación de Electra de una manera pedagógica, amena y profunda a partes iguales. Un broche final que funciona.
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