¿QUIÉN TEME A LA CONTEMPORÁNEA?
[Edición impresa DaD #03 jun - sep 2008]
La música contemporánea sigue ganando espacio. Las temporadas a ella dedicadas en Madrid, Barcelona y otras ciudades españolas ganan en calidad y aceptación de público. Pero los mandarines de la prensa han decidido que no.
Como decían hace poco unos colegas de la prensa musical, 300 personas en un concierto de rock es un acontecimiento, pero 6.000 semanales en los programas de la ONE no lo es. Y 8.000 por temporada de contemporánea en el Reina Sofía tampoco. En los periódicos, la crítica molesta y la realidad también. Y si hay que alimentar las ficciones a las que la prensa llama “cultura” con fotos muy grandes, desfiles de modas y demás, también parece que se ha abierto la veda para que se deslicen improperios contra la música que se esfuerza por desarrollar una poética digna de nuestros días.
¿Cómo valorar, si no, la salida de tono recogida en algún importante medio cuando, para hacer el elogio de un músico desaparecido, se alimenta el tradicional tono despectivo hacia la música contemporánea? Éste ha sido el caso del obituario de Tristam Cary, fallecido a finales de abril de este año. Cary participó en los primeros intentos de la música concreta en Gran Bretaña y ya en 1967 creó el laboratorio del Royal Collage of London. Dos años más tarde participó en el equipo que creó un sintetizador, el VCS 3, que grupos como Pink Floyd o Roxy Music utilizaron a principios de los setenta. Realizó bandas cinematográficas famosas, como la de El quinteto de la muerte (The Ladykillers), en 1955. Se trata de una figura importante y muy versátil. Pero el audaz comentarista del periódico se permite juicios como los siguientes: “…existían en los años setenta dos actitudes profesionales. Estaban los subvencionados, tipo Stockhausen…” ¡Toma ya! ¡El Laboratorio de la Radio de Colonia estaba subvencionado y el del Royal Collage of London no! Y por si la postura del necrologista no está clara, añade más tarde: “[Cary] podía haberse quedado en el mundillo de los compositores contemporáneos, de mínima repercusión social…” Se puede decir más alto pero no más claro, el mundo de los compositores contemporáneos tiene (ha tenido) mínima repercusión social y vive de la subvención. O sea, todos unos vagos. Menos mal que Pink Floyd y Roxy Music estaban ahí para dejar claro cómo son las cosas, dónde está la repercusión social y cómo ganar dinero privado.
De otra índole sería el comentario de un prestigioso crítico y comentarista al realizar un justísimo elogio a la figura de Alfonso Aijón…, si no fuera porque añade de refilón algún aguijonazo innecesario. Alfonso Aijón, responsable de la Agencia y de la serie de conciertos Ibermúsica ha recibido la Medalla de oro de Madrid con toda justicia. Su actividad modélica a favor de las mejores temporadas de música clásica merece todos los elogios posibles desde hace más de 35 años. El único elogio que no le corresponde (y que él nunca ha buscado) es el de ser un modelo de apoyo a la creación musical contemporánea. Así pues, decir eso de él es un absurdo que deriva en una indelicadeza hacia el homenajeado (que nada ha hecho para que le metan en guerras ajenas) y una manera mezquina de emborronar el esfuerzo de profesionales que llevan años luchando contra los elementos. Seamos serios, por favor. Y enhorabuena a Alfonso Aijón.
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