El Teatro Real presenta dos únicas funciones de Iris, de Pietro Mascagni, en versión de concierto
Los días 4 y 7 de octubre el Teatro Real ofrecerá dos únicas funciones de Iris, de Pietro Mascagni (1863-1945), en versión de concierto. Ésta es la última de las óperas canceladas por el COVID, en 2020, que faltaba reprogramar y que finalmente se interpretará 5 años después de las fechas inicialmente previstas
Los días 4 y 7 de octubre el Teatro Real ofrecerá dos únicas funciones de Iris, de Pietro Mascagni (1863-1945), en versión de concierto. Ésta es la última de las óperas canceladas por el COVID, en 2020, que faltaba reprogramar y que finalmente se interpretará 5 años después de las fechas inicialmente previstas.
Encabeza el reparto la soprano Ermonela Jaho (Iris), que actuará con Gregory Kunde (Osaka), Germán Enrique Alcántara (Kyoto), Jongmin Park (El ciego), Carmen Solís (Dhia/Geisha) y Pablo García-López (El mercader/Trapero), junto al Coro Titular del Teatro Real –preparado por su director, José Luis Basso– y bajo la dirección de Daniele Callegari, quien regresará al Real después de 24 años (en 2001 dirigió un concierto protagonizado por Daniela Devia).
Después del rotundo éxito de Cavalleria rusticana, su compositor, Pietro Mascagni, se aventuró en nuevos terrenos expresivos con Iris, una ópera que se aleja del verismo rural para sumergirse en un universo onírico, simbólico y profundamente emocional. Ambientada en un Japón imaginado más desde la fantasía orientalista europea que desde la realidad cultural, Iris es un drama oscuro y poético sobre la inocencia, la explotación sexual y el anhelo de pureza espiritual.
El libreto, firmado por Luigi Illica (1859-1919) ─conocido entonces por sus colaboraciones en La bohème, Tosca o Andrea Chénier─, se aleja del realismo para construir una especie de fábula moral de tintes simbolistas. Al lenguaje poético del texto, a menudo introspectivo y cargado de metáforas, se une la música de Mascagni, creando una experiencia sensorial e intuitiva más que racional o narrativa.
Cabe destacar la conexión temática y estética entre Iris y Madama Butterfly, que Giacomo Puccini estrenaría seis años más tarde, también con libreto de Illica (junto a Giuseppe Giacosa). Ambas óperas comparten el interés por una visión orientalista del Japón y giran en torno a figuras femeninas trágicas atrapadas por una sociedad que las margina. Sin embargo, mientras Butterfly se construye dentro de un marco más realista y con una estructura narrativa clara, Iris se desarrolla como un sueño o una alucinación simbólica, más cerca de un poema dramático que de un drama lineal. Esta diferencia subraya el carácter experimental de la obra de Mascagni, que, aunque menos conocida, anticipa algunas de las preocupaciones temáticas y emocionales que Puccini llevaría a su máxima expresión.
La protagonista, Iris, es una joven ingenua que vive con su padre ciego y que es maltratada por un perverso trío masculino que representa la seducción (Kyoto, el seductor), la codicia (Osaka, el rico libertino) y la traición (su propio padre). Llevada contra su voluntad a un burdel, Iris se ve atrapada en un mundo que no comprende, y su caída culmina en una escena final de desgarradora belleza, cuando, moribunda y rechazada por todos, encuentra consuelo en el sol, símbolo de pureza y redención.
Musicalmente, Iris es una obra de gran riqueza orquestal y lírica. Mascagni compone con una paleta sonora que anticipa el impresionismo, con pasajes de gran sensualidad y atmósferas densas. El famoso «Himno al Sol», que abre la ópera, es una de las páginas más sublimes del repertorio operístico italiano, y resume la dimensión casi mística de la obra.
Las voces de los protagonistas exigen una entrega dramática intensa y una notable flexibilidad vocal. El papel de Iris, para soprano lírica, requiere una voz capaz de transmitir inocencia, lirismo y desesperación, con líneas de canto largas y de gran carga emocional. Osaka, el tenor, combina lirismo seductor con momentos de gran intensidad dramática. Kyoto, el barítono, representa el cinismo y la manipulación, con una escritura vocal ágil y teatral. Por su parte, Il Cieco, el padre de Iris, es un bajo-barítono cuya voz oscila entre la ternura inicial y la brutalidad final, en un arco expresivo impactante.
El coro desempeña un papel fundamental en Iris, no solo como marco escénico, sino como voz colectiva que encarna la sociedad que observa, juzga y participa en la tragedia. Desde los etéreos coros iniciales que celebran la salida del sol hasta los tumultuosos momentos en el burdel, o la turba que rechaza a Iris, la escritura coral refuerza el carácter simbólico y emocional de la obra, sirviendo como espejo del mundo que rodea y condena a la protagonista.
Pese a no haber alcanzado la popularidad de Cavalleria rusticana, Iris ha sido reivindicada en las últimas décadas por su audaz lenguaje musical, su estructura dramática innovadora y la intensidad emocional de su partitura. Las dos funciones en el Teatro Real invitan a redescubrir una joya olvidada del repertorio italiano, donde la belleza y la tragedia se entrelazan en una experiencia profundamente conmovedora.
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