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Si hay algo difícil es plasmar sonoramente, con la vocalidad, el carácter de un personaje. Para la ópera barroca del siglo XVIII, expresada en unos códigos específicos, la cosa se hace más cuesta arriba, porque estos códigos están muchas veces (quizás las más) alejados de nuestro imaginario, lato sensu. Yendo a lo específico, la voz del contratenor moderno – en su versión estereotipada – puede estar lejos de lo que uno espera escuchar para el emperador de los tártaros, pero no es el caso del personaje que nos muestra Filippo Mineccia para el rol titular. Pero este es solo un elemento, si bien sobre el que pivota el resto, de un trabajo donde todo el equipo vocal le hace honor al estilo espectacular del star system de los cantantes de ópera barrocos. Pero vayamos por partes.

Lo que tenemos aquí es la ópera de Vivaldi Il Tamerlano (Conocida también como Bajazet) que – simplificándolo mucho – cuenta el enfrentamiento entre Tamerlano, emperador de los tártaros y Bajazet, el derrotado emperador de los turcos, con sus idas y venidas amorosas y afectivas de por medio.

Como comentamos más arriba, el contratenor italiano Filippo Mineccia logra construir una plasmación sonora del carácter de un emperador, aunando garra y control técnico en adecuadas proporciones. Por otro lado, esta claridad expresiva, además de una gran efectividad retórica, la encontramos en el Bajazet de Bruno Taddia (barítono). Un personaje central aquí es Asteria, hija de Bajazet, que es vestida hermosamente con la voz de la siempre elegante Delphine Galou. Completan el reparto las efectivas. Sophie Rennert (Irene), Marina de Liso (Andronico) y Arianna Vendittelli (Idaspe).

Aparte de las arias de fiereza de Tamerlano, es, sin duda, uno de los números mejor logrados de la producción el cuarteto que cierra el segundo acto, entre Irene, Bajazet, Asteria y Tamerlano, donde lo que más resalta es el excelente resultado sonoro del conjunto vocal. Y es que no solo en la ópera romántica, frecuentada por voces trémulas y recargadas, es dónde podemos encontrar esos números de conjunto descompensados, donde cada uno parece apuntar hacia un sitio. Una delicia, sin cortapisas.

Por último, hay un par de cosas que decir del trabajo de Dantone. Lo primero con lo que se puede encontrar uno es con que se echan en falta soluciones que aporten variedad y en suma, redunden en lo retórico, en los numerosos pasajes donde solo escuchamos al continuo, que son en su mayoría lo recitativos, donde la acción ocurre. Y tenemos en cuenta que uno de los claves está en manos del director musical. Por otro lado, aunque es en gran parte mérito del buen hacer vocal de los cantantes, el excelente resultado del cuarteto que hemos comentado arriba, se lo debemos, desde luego, a la dirección musical. Recordemos que Dantone y Accademia Bizantina se han dedicado a repertorio vocal con una interesante variedad.

En definitiva, un resultado redondo, sin duda análogo en lo performativo a aquel de estas exuberantes operas en tiempos de Vivaldi.

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