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Dicen que todas las tardes hay una conferencia en Madrid a las siete u ocho de la tarde. Una recogida noche del otoño de 2017, el aficionado ve por casualidad, en las redes de la misma Rosa Montero, el anuncio de una charla acerca de la historia oculta de la música, una velada a cargo de Luis Antonio Muñoz. Así se escoltan las personas sabias.

Algún algoritmo de la tecnología, en este caso al servicio de la persona, es capaz de descubrir un camino que solo hoy, último día de junio de 2020, finaliza y comienza con la lectura de Historia oculta de la música, que descansa sobre el escritorio.

Aún me parece ver a Luis Antonio Muñoz abriendo nuestros ojos a las visiones fantasmagóricas de Chopin y de Schumann, que quizá motivaron algunas de sus páginas arrebatadas al piano; vemos que ilustra los ejemplos musicales en un teclado, como el maestro de Adrian Leverkühn en Doktor Faustus de Thomas Mann, pero con su figura de instrumentista recortada contra el ladrillo visto de algún local madrileño. El pórtico a este mundo no es solo la música diabólica o la susurrada por espíritus, también los contactos entre este arte inmaterial y el chamanismo, un tema que Mircea Eliade toca pero que, con mucho, no había agotado; Luis Antonio nos anticipa que lo desarrollará en su libro; nos habla de los derviches, de los sufís y la música… sabemos de las conexiones de los Beatles y Led Zeppelin con lo invisible al ojo y el esoterismo, todo entre una colección de vinilos… nos ha invitado a su casa y su entrañable gato Byron sube por el teclado.

El camino finaliza hoy entablando amistad con quien escribe el libro, un fenómeno que propicia el fin de la lectura y del que da cuenta Martín Llade en el prólogo, y comienza porque Historia oculta de la música no es solo un libro, es una obra y es un proyecto. De hecho, en palabras del autor, “Colaborar con Radio Nacional ha tenido mucho que ver en cómo ha tomado forma”.

“Mi fin es mi comienzo y mi comienzo es mi fin” se titula una de las obras enigmáticas que analiza el autor y que pueden interpretarse desde el principio o el final obteniendo en esencia la misma música. Efectivamente, antes de finalizar las páginas se multiplican las opciones de formación, que pasan por charlas y debates, programas de radio, material complementario en redes sociales y vídeos en Internet. Vastas lecturas y bibliografía de consulta fundamentan el texto, notas al pie refuerzan el trabajo riguroso y documentado, se construye el edificio conceptual sobre contundentes tubas y contrabajos. Cada cual encuentra un camino distinto.

Opciones de lectura y discografía recomendada colocan a la persona en el centro de la experiencia, permiten un sendero personal, otra investigación basada en la duda metódica, “No creo en nada en lo que tengas que creer”, decía Frances Ann Lebowitz; sin manipulación previa, sin conceptos preconcebidos aborda diversos temas “ocultos, pero no necesariamente ocultistas”, indicó el autor a Alberto Ojeda. El terreno está preparado para una indagación personal. Una cosa es haber leído y otra haber vivido.

Es lo cierto que “gran parte de la historia de la música se ha ocultado” por distintos motivos, pero Luis Antonio Muñoz desbroza prejuicios, no da nada por sentado, se atiene al documento, no a los vientos que soplan, no a lo que se dice. ¿Fue Beethoven masón? El análisis comprende bastantes indicios y diferentes posturas, pero lo cierto es que no se halla “ningún documento de logia o de su puño y letra”, no podemos constatarlo. Es menos conocido el caso de Leopoldo II, “el rey flautista”, y más extraño, ¿verdad? ¿Un monarca masón? El corporativismo, secreto e infiltración de este tipo de sociedades lo hacen harto improbable.

Quizá el más famoso es el caso de Mozart, masón de facto al igual que lo fue su libretista Schikaneder, un masón consumado (una masonería en la que debían regalar algo, ya que terminaron en distintas logias su padre Leopold, su amigo “papá Haydn” y hasta algún poderoso mecenas de este último). Bromas aparte, en la pulsación paralela de músico y libretista encontramos La flauta mágica como viaje iniciático de perfección desde la inocencia; aprenderemos que las apariencias engañan, especialmente con el esfuerzo de crear apariencias; la serpiente siempre se sabe más débil que los felinos, necesita engañarnos y manipularnos, enroscarse al caduceo; en el enigma musical y arquetípico de esta ópera, los colmillos de la serpiente sonríen con frialdad de esfinge. La obra de Luis Antonio Muñoz, que el año que viene dirigirá en Madrid la música masónica compuesta por Jean Sibelius, enseña al melómano aficionado cuál fue la primera ópera masónica representada al público, sesenta años antes de La flauta mágica, e incluso cuál fue la continuación de esta última.

Aún me parece ver a Luis Antonio Muñoz recomendando un buen libro sobre el ocultismo y la política, una lectura de la que me dijo no me iba a arrepentir, y no se equivocó; obviamente “El poder incrementa su eficacia ocultándose” y existe una historia oculta de la música como una historia oculta de la historia; en alguno de sus vídeos se hace eco de esta y otras obras que componen la abundante bibliografía.

No hay aspecto, por técnico que parezca, que no sea abordado en sus páginas de manera sencilla, con la capacidad didáctica y metafórica de los buenos profesores y los buenos poetas. Luis Antonio Muñoz hace fácil lo difícil, la lectura nos atrapa. ¿Conoció Bach padre la cábala cristiana? Hasta qué punto encriptó en su música “ciertos aspectos simbólicos” a la vez que no era “amante de los secos asuntos matemáticos” podemos dilucidarlo en el capítulo dedicado a contrapuntos secretos, cábala y azar. Quizá con estas palabras quiso decir su hijo Carl Phillip Emmanuel Bach que el padre era un músico capaz de interpretar amplia y enérgicamente, no un frío compositor… pero quién quedará indiferente, descendiendo al plano intelectual, a las técnicas y ejemplos numerosos de encriptación en las partituras de Bach. El autor se ocupa de la Ofrenda musical abordando distintos aspectos de esta obra que mereció también la mirada de Stefano Russomanno.

El libro nos abre las puertas de lo invisible por medio de lo visible, desde que nace la música “casi al mismo tiempo que la magia” hasta que Europa se precipita por la cascada de un “fin de siglo” para desembocar en la Viena y el París de 1900 y el siglo XX. El odio o querencia por ciertos números adquiere tintes de fobia en el caso de Arnold Schoenberg. Podemos deshacer el nudo gordiano en que se enredan los números de su alumno Alban Berg y las preferencias de aquel compositor, pintor y teórico. Los amantes de la microhistoria propalada por Carlo Ginzburg también encontrarán anécdotas silenciadas en la historia musical, al saber de la música de Mahler conservada por Alban Berg en un trozo de papel higiénico.

Uno de los aspectos más inquietantes que desgrana el libro es el del poder enigmático del sonido, capaz quizá de mover grandes bloques de piedra, de lo cual encontramos en sus páginas a testigos de vista. Es parecido el caso de la trompeta de plata de Tutankamón, cuya leyenda cuenta que al ser tocada interrumpió el suministro eléctrico. Cabe preguntarse si se tratará de esta trompeta cuando se sufre una interrupción de este tipo en los cortes presentes y los que han de venir.

En la panoplia de la música más misteriosa no podían faltar los templarios; un enigma relacionado con ellos se encuentra en la Iglesia del Convento de Cristo, en un castillo de Portugal, donde un tubo de órgano de dimensiones colosales vibraría con una frecuencia inaudible para nuestros oídos, ¿tratarían con ello de producir armónicos diferenciales o resultantes al vibrar el tubo conjuntamente con alguno que sí era audible? ¿Era una alusión a la música mundana boeciana, cuyo sonido no podemos percibir? Las páginas sobre trabajos de campo nos suscitan muchas preguntas. En un ejercicio de auténtica arqueología musical, Luis Antonio ha rescatado, transcrito y estudiado dos antífonas templarias, motivo por el cual, además del estreno en Madrid de la música masónica compuesta por Jean Sibelius, también al año que viene, el autor participará en un concierto dedicado a la música de estos monjes guerreros.

Al enfoque innovador de la obra hay que añadir su objetividad y exhaustividad, la facilidad de lectura y la variedad de opciones complementarias en la red y en la radio. Casi una década de investigación que alumbra proyectos futuros y que no terminará en sus casi 400 páginas de eslora. Hay que decir con Luis Antonio Muñoz que, aunque lo intentaran, los genios “no pueden ser mediocres”.

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