Robert Walser: “Cuando no escucho música, me falta algo”
Walser, R. (2019). Lo mejor que sé decir sobre la música. Madrid: Siruela. Traducción: Rosa Pilar Blanco. ISBN: 978-84-17860-05-9
“Lo mejor que sé decir sobre la música” es un compendio de relatos, poesía y prosa poética
“… Igual que yo escucho al ejecutante, así escucha el músico todo el tiempo a su amada, el sonido de su instrumento. Nunca se ha mantenido al acecho tan fiel, tan perseverante un enamorado. Qué dulce es acechar al acechante, ver al enamorado sentir a su lado al olvidado. El joven es artista; el recuerdo, su instrumento; la noche, su espacio; el sueño, su tiempo; y las notas a las que infunde vida son sus solícitos sirvientes, que hablan de él a los oídos ávidos del mundo. Yo soy solo oído, un oído de indecible emoción”.
De Laúd, 1901.
¡Qué difícil es describir un sentimiento en palabras! Poner nombre a esas percepciones corpóreas que nos producen la armonía, la melodía, el canto, el ritmo, la tonalidad, los silencios, incluso todos ellos en uno. ¡Qué difícil de explicar pero qué gratificante! Sin embargo, los inconvenientes de la lengua no entorpecen la prosa de un Walser exuberante, que rebosa inspiración. Así describe el arte musical con sus palabras más cariñosas en Laúd, breve texto de sus inicios literarios.
El suizo Robert Walser nació el 15 de abril de 1878 en Biel (Suiza). Durante su juventud ingresó como aprendiz en la sede del Banco Cantonal de Berna y trabajó como escribiente en Stuttgart. Con el afán de convertirse en actor, el que fue su sueño desde niño, viaja a Zúrich, donde se empleará como oficinista y ayudante de contable. En 1898 publica sus primeros poemas en el periódico Der Bund y tres años más tarde su primer libro, Los Cuadernos de Fritz Kocher. Así da sus primeros pasos el hombre que nació para escribir.
A partir de entonces, su fama y obra fueron en crescendo. La relación de Walser con la música comienza desde pequeño, cuando al igual que sus hermanos probó suerte con un instrumento; el de Robert fue el piano. Dicha conexión con la música no solo se perpetuó en sus textos, en el año 1998 el compositor y oboísta Heinz Holliger convirtió su drama Blancanieves en ópera.
Este año la editorial Siruela publicó la traducción de Rosa Pilar Blanco de un compendio de textos de Walser sobre las diversas facetas del arte musical. Lo mejor que sé decir sobre la música es una recopilación de poemas en verso libre, prosa poética, sin rima y breves relatos del escritor. Con títulos que incluyen nombres de instrumentos, artistas y compositores, sus textos recogen reflexiones musicales y escenas de la vida cotidiana: una clase de piano, música en directo en una cervecería, recitales, etc.
Los temas inmortales – el amor, el olvido, la muerte y la soledad – son protagonistas en la obra de Walser. Si bien es cierto que su prosa es más elocuente y sentimental que su poesía, prácticamente toda su creación tiene un potente componente expresivo. Mientras que el verso está más emborronado por las restricciones propias del género, la cotidianidad impregna el relato.
“La música es el arte más irreflexivo… Cuando no escucho música, me falta algo, pero cuando la escucho es cuando de verdad me falta algo. Esto es lo mejor que sé decir sobre la música.”
De Música, 1902.
Su estilo propio cargado de descripciones se caracteriza por un amplísimo vocabulario, romántico pero dentro de la estética contemporánea e irracional. Así se muestra en Brentano (1902), Chopin (1920), La dama al piano (1927)… Incluso una sencilla figurita de porcelana es imagen suficiente para que Walser construya un poema minucioso y refinado entorno a dos enamorados. En otro de sus escritos, Piano (1901), relata una clase en la que maestra y alumno despiertan de un beso cuando les pillan infragantis; todo un paisaje amoroso teñido por el despiadado factor sorpresa.
El epílogo de Roman Brotbeck y Reto Sorg analiza los textos del compendio aportando un contexto vital del autor muy interesante. Es aquí cuando por fin cobra sentido el rechazo de Walser hacia la pompa del mundo de la ópera, su amor por Mozart, incluso su fascinación por la música. Asimismo, como bien indican Brotebeck y Sorg, es una pena que Walser no haya escrito sobre compositores coetáneos: Debussy, Mahler o Schönberg; cuyas tendencias compositivas van más de la mano de su estilo prosístico.
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