Cuenca reivindica la monumentalidad del Beethoven sacro
La SMR acogió una vigorosa interpretación de la Missa Solemnis de Beethoven a cargo del Coro RTVE y la Orquesta Metropolitana de Lisboa que hizo pequeño el Auditorio de la capital manchega.
Estrenada en San Petersburgo, un 7 de abril de 1824, la Misa solemne constituye una de las obras culminantes del catálogo del compositor de Bonn, junto a su “9ª Sinfonía”, las tres últimas sonatas para piano, las “33 Variaciones sobre un vals de Diabelli” y sus seis últimos cuartetos. Unas obras en donde el compositor vuelca toda su sapiencia y experiencia creativa para erigir unas composiciones que dejarán el terreno abonado al Romanticismo floreciente. Si bien el catálogo de música religiosa de Beethoven es muy reducido (solo cuenta con tres composiciones: un oratorio y dos misas), el maestro vienés demuestra poseer una profunda familiaridad con el lenguaje de los grandes compositores que le precedieron, especialmente de las misas y oratorios de Haydn, así como de las grandes composiciones sacras de los autores renacentistas y barrocos, como Palestrina, Bach o Haendel. Todo ello unido al desarrollo del lenguaje sinfónico que él impulsó.
La audición conquense, dirigida por el maestro Pedro Amaral, tendió a acentuar el carácter monumental de esta colosal partitura. El Coro RTVE hizo gala de su musculatura con una tendencia a subrayar en fortísimo muchos de los pasajes de la partitura, cosa que determinó cierta pérdida de matiz en algunos números y un contraste muy acusado de las dinámicas que también se hizo extensible al tempo de algunos movimientos. Entregado a la dirección de las voces, Amaral relegó a un segundo plano el discurso orquestal que, lejos de mostrar la brillantez del sofisticado tejido sinfónico-coral de la partitura, quedó desdibujado como mero soporte del entramado vocal. No obstante, la excelente prestación del coro español, así como el buen hacer de los cuatro solistas lograron hacer justicia a los pentagramas beethovenianos.
El tenor Mati Turi, quien substituyó al inicialmente anunciado Fabián Lara, demostró una gran adecuación estilística y una envidiable unción expresiva. La soprano Miren Urbieta-Vega cantó con voz penetrante y depurado estilo, mientras que la mezzo Lorena Valero, poco audible en algunos concertantes, sacó a relucir la irresistible belleza de su instrumento en el intenso Agnus Dei. André Henriques completó el cuarteto solista con solvencia y buen oficio.
Al finalizar, el público que llenaba el Teatro-Auditorio de Cuenca premió con generosos aplausos la labor del conjunto de intérpretes.
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