Janácek retorna al Liceu
Del 8 al 22 de noviembre. Gran Teatre del Liceu
El Gran Teatro del Liceu ha recuperado Kàtia Kabánova uno de los títulos emblemáticos del singular compositor checo Leos Janácek (1854-1928), una producción de la English National Opera liderada por la espléndida soprano norteamericana Patricia Racette.
Liceu
Hacía más de cinco lustros que no se daba este título en el coliseo de Les Rambles, un teatro en el cual el repertorio checo ha gozado de una notable consideración desde la segunda mitad del pasado siglo. En la presente ocasión, Josep Pons, director musical de los cuerpos estables del teatro, fue el encargado de conducir un competente equipo de solistas que hizo las delicias del auditorio catalán. Su lectura profunda e incisiva de la partitura, obtuvo una óptima respuesta de la orquesta titular, la cual puso en relieve el valor expresivo y la riqueza tímbrica de la original instrumentación de Janácek. Un dinamismo orquestal que casó íntimamente con el intenso dramatismo prosódico de la vocalidad de los personajes protagonistas.
Después de debutar el rol de Kàtia Kabánova en inglés (ENO) hace unos años, Racette se reencontró nuevamente con el atormentado personaje basado en el drama La tempesta de Aleksandr Ostrovski – e inspirado en la joven musa del compositor, Kamila Stösslová -, esta vez pero cantado en su idioma original. La soprano americana se volcó de pleno en su papel, explotando todos los registros emocionales y psicológicos de la oprimida Kàtia, tanto en el plano vocal como en el escénico, alcanzando una interpretación realmente excepcional y de un intenso calado dramático; incluso su modo conclusivo de arrojarse al Volga resultó sobrecogedor. A su lado, el apasionado Borís lució la voz caudalosa y bien modulada de Nikolai Schukoff, mientras que el catalán Francisco Vas sacó un buen partido al desvalido marido Tikhon.
Rosie Aldridge fue una pérfida suegra de canto prominente y sobria autoridad escénica que encontró su contrapunto en las frescas y desenvueltas interpretaciones de Antonio Lozano (Vània) y Michaela Selinger (Varvara). Aleksander Teliga fue un discreto Díkoi, mientras que Josep-Ramon Olivé (Kuligin), Mireia Pintó (Glaša) y Marisa Martins (Fekluša) resultaron convincentes en sus episódicas intervenciones.
La producción escénica de David Alden desnuda el escenario de elementos superfluos y va a la esencia nuclear del drama, valiéndose de las angulosas perspectivas concebidas por Charles Edwards, de dramáticas resonancias tintorettianas, y los expresivos juegos de luz y sombras de Adam Silverman. En suma, una muy feliz producción.
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