Alicia Alonso o la eternidad de ‘Giselle’
Bustamante, Mayda (editora), Alicia Alonso o la eternidad de Giselle. Madrid, Ediciones Cumbres, 2013. ISBN 9788494051722
Una vez más, son los representantes de la escuela cubana los que se encargan de recopilar y afianzar la tradición de la teoría de la danza escrita en castellano.
Coincidiendo con el 70 aniversario del début de Alicia Alonso como Giselle (Metropolitan Ópera House de Nueva York, 1943) la editorial Cumbres, gracias al cuidadoso trabajo de edición de Mayda Bustamante, recopila en esta ocasión un grupo de escritos en torno a la figura de la mítica Alicia Alonso.
Y es que cuando hablamos de Alonso nos referimos a una “figura”; como escribe Dulce María Loynaz, “la bailarina no es una actriz, es una sacerdotisa”. Algo trascendente recorría el cuerpo de Alicia Alonso cuando bailaba, y algo mítico nos evoca su recuerdo, algo que nos hace olvidar lo inmanente de su cuerpo. Giselle comparte con Alicia un carácter etéreo y una eternidad que las ancla en la historia de la danza. Y es que la historia del ballet puede recorrerse a partir de las figuras de sus divas, que aunque divinizadas, crean una suerte de tendencia corpórea implacable; así, doblamos los brazos para corregir la extremada longitud de los de María Taglioni, o caracterizamos personajes románticos homenajeando indirectamente el grand pas de quatre de Perrot. Y por Alicia Alonso, bailamos Giselle de una forma nueva. Quizá por ese halo de inmaterialidad tangible que se crea en la fugacidad de lo concreto de la danza, en ese espacio de contradicción absoluta que se forja entre el rigor técnico y la entrañable pantomima, incluso aquellos que la vieron bailar no pueden dejar de referirse a ella dentro de un lenguaje evocador que ralla lo poético.
Eso es Alicia Alonso hoy por hoy para gran parte del público balletístico: una figura mítica. Diva indiscutible de la danza del Siglo XX –en la que mantuvo una histórica rivalidad con Maya Plisétskaya– nadie duda de la autonomía de su interpretación de Giselle; como nadie duda, tampoco, de su papel en la creación de la Escuela Cubana, ni de lo fascinante que supone el relato de una muchacha cubana que, consigue, pasando por la norteamérica capitalista o la Rusia comunista, crear un estilo que se adapta al movimiento del cuerpo latinoamericano; y nadie duda, en fin, de lo fascinante que resulta su historia, la de una bailarina ciega que, interiorizando el eje, dirige a uno de los mejores ejércitos de bailarines del mundo.
Y es desde esta aureola de sentidos (un sentido forjado de sentimientos) como se nos presenta una amplia selección de textos válidos tanto para investigadores –el libro recoge parte el archivo personal de la protagonista y del Museo Nacional de Danza de Cuba (¿para cuándo uno en España?)–, como para lectores –por lo ameno de su contenido–; el texto incluye desde escritos de la propia Alonso –provenientes de libros como Diálogos con la danza, de revistas como la de Cuba en el Ballet o de documentales como Giselle eres tu–, comentarios personales de representantes de la cultura–Alejo Carpentier, Maurice Béjart o Pedro Simón entre otros–, una recopilación de crítica especializada –proveniente de todas partes del mundo pero con una cosa en común: todas son favorables– hasta un grupo de ensayos y una cronología, todo ello aderezado con fotografías.
El libro nos devuelve, como en un espejo, la imagen de Alonso en sus finitas facetas. Y en ella caben desde las interpretaciones que ven en la danza un gesto poético que, por su carácter etéreo, no puede reducirse a sistema –como las de Fernando Alegría o Miguel Barnet– hasta los estudios rigurosos de calidad investigadora, como el de Roger Salas que, con una minuciosidad historicista que nos muestra desde la fecha y hora de la más remota interpretación de Giselle (las 18,30 del 28 de junio de 1841 en París) hasta las influencias literarias del libreto, ofrece un análisis que, precisamente por traspasar la recopilación de datos consigue arrojar luz sobre el rigor estilístico de la obra –un característico camuflaje gestual que oculta la técnica–, y ponerla a altura de “los grandes clásicos”. Porque en Giselle, efectivamente, están presentes los grandes dualismos de la humanidad, los mismos que recogen todas las grandes obras; el bien y el mal, la cordura y la locura, el amor y la muerte…
Giselle y Alicia Alonso se entremezclan en este libro como lo que son: mitos del ballet que existirán mientras los sigamos relatando.
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