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El ser humano enajenado, alienado, se retrata en los varios Kauffman del CD y del DVD, en los varios yo de la escena de Guth, en la ida y la vuelta reiterativa de imágenes de las que entra y sale Schumann y que permanecen latentes en la música de Schubert. En definitiva, un espejo del ser humano sumergido en la postmodernidad occidental.

Schubert y Schumann son dos compositores que ocupan un lugar especial en los altares de la música clásica. Su obra goza de esa veneración que produce admiración, al tiempo que espolea las emociones que más sostienen al canon como: resistencia al cambio y prejuicio por lo que pueda parecer ajeno (siendo quizás lo segundo una versión de lo primero). Por otro lado, y con esto de telón de fondo, un tenor especializado en ópera cantando lied, y más aún, un tenor wagneriano, va a alentar siempre la duda sobre que tan bien se va a adaptar ese tipo de voz al formato o que tanta sabiduría pone en práctica para conseguirlo. Jonas Kaufmann soberbiamente acompañado por Helmut Deutsch superan sin dificultad el reto que impone la coincidencia de esas circunstancias en la producción Doppelgänger, en la que al CD dedicado a los ciclos Dichterlibe y Kerner-lieder de Schumann lo acompaña un DVD con la propuesta escénica homónima sobre el ciclo Schwannengesang de Schubert de Claus Guth, encargo de la Park Avenue Armory.

Un CD con un tercio del material grabado por un joven Kauffman (1994) que contrasta mucho con el canto del maduro artista actual, sumado a un DVD de una producción escénica sobre el último ciclo de canciones de Schubert, sugiere de entrada un intento por poner en circulación materiales diversos producidos en momentos y circunstancias inconexas unidos solo por la temática, pero sea ese o no el caso de esta especie de volumen facticio (por tomar prestada una terminología bibliográfica) termina siendo redondo desde un punto de vista: la idea que da nombre a la producción.

El audio se organiza en tres secciones dedicadas a Schumann, el ciclo Dichterlibe, seguido por los Kerner-lieder y, lo más curioso por su inclusión, piezas de la primera mitad de el Dicterhliebe grabados por el mismo Kaufmann con Juan Philip Schulze en 1994. Quizás lo más inmediato que despierte esta inclusión sea la curiosidad por la madurez que pueda apreciarse al comparar la de los noventa con las grabaciones recientes, pero por otro lado abunda en la idea de “un-yo-y-otro-yo-mismo”, que atraviesa la producción, del título a la puesta en escena que recoge el video.

Hay que decir que el alemán ha ganado en expresividad a lo largo de su carrera, pasando de un correctísimo tenor a un emocionante comunicador de la palabra cantada sin detrimento de la técnica.

Por otro lado, en el DVD podemos disfrutar de la sugerente propuesta del regista Claus Guth. Este tipo de puestas en escena de obras que no fueron concebidas como tal no son particularmente frecuentes, pero tampoco son una novedad y siempre tienen que vencer varios problemas. El primero es la resistencia lo innovador propia de la música clásica y luego de ello, está el cómo poner cuerpo y movimiento haya o no personajes. En el caso de los lieder los hay, aunque sea vagamente, pero ¿cómo integrar pianista y cantante en el movimiento y la corporalidad de la escena? Aquí nos encontramos con que toda la pieza no está simplemente presentada o glosada, sino más bien intervenida. Los lieder que escuchamos están como sumergidos en un continente en el que las piezas, como si fueran un archipiélago, flotan próximas en un mismo mar que es la música de Mathis Nitschke, compuesta para la ocasión. Esa cualidad de “música-agua-continente” permite que su recurrente presencia unifique el espectáculo sin opacar nunca la música de Schubert. De igual manera funciona la escena, fluyendo sobre una idea siempre presente, con los textos en primera persona saliendo de boca de un paciente de hospital de guerra (una idea tomada del segundo número del Schwanengesang), transitando por cuestiones que salpican los textos de los tres ciclos que recoge esta producción: el hombre enajenado, la extrañeza, la soledad, el estar perdido y el estar teniendo la sensación de no estar en ti mismo, por la misma razón que no se sabe el porqué del pesar. Estas dos últimas van y vienen y atraviesan los poemas de los tres ciclos, y se reflejan en la producción en esa especie de persona fuera de sí misma protagonista del escenario, que la propuesta de Guth lleva más allá, hasta llevarle a un sitio en el que ni él ni nosotros sabemos exactamente en dónde está.

El ser humano enajenado, alienado, se retrata en los varios Kauffman del CD y del DVD, en los varios yo de la escena de Guth, en la ida y la vuelta reiterativa de imágenes de las que entra y sale Schumann y que permanecen latentes en la música de Schubert. En definitiva, un espejo del ser humano sumergido en la postmodernidad occidental.

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