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En su casa de la madrileña Calle Cervantes, Lope de Vega escribe a don Luis Fernández de Córdoba, su señor (1634):

Al Duque de Sessa:

Cierto, señor, que príncipes como Vuestra Excelencia, que han ganado la voluntad del mundo, como hombres inclinados a favorecer las buenas artes, no desdeñan la cortedad de mi servicio. Fuera descortesía no responder a un príncipe, y más a Vuexcelencia, y si me condenare a descortés fuera peor sentencia que de muerte.

Puede considerarse que esta carta llega allá con más peligros que passando a Francia, mas yo, señor, tengo por bien que cosas nunca oídas vengan a noticia de muchos, como tiene escripto el Mendoza principiando nuestro Lazarillo. Los días passados me hallé en el mentidero de actores de la Calle del León, cabe una taberna que allí se haze, a tiro de arcabuz desde mi casa. Filosofando en vino y en vano por ahogar las tribulaciones de la Osorio (buena pro le haga mi soneto) y de otras pocas damas, si va a decir verdad, me llegué a un concurso de gentes de la carda o de la cáscara amarga, que a la sazón estaban dando músicas.

Lleguéme a ellos en el son de tamborín y castañetas y fuga del baile, entre un rumor que encarecía la belleza de las que allí bailaban. Mas no bien me hallé con los diputados de la fiesta y grave senado cuando, en la taberna que allí al lado se haze, vi lo que debían ser, y eran sin duda, cuatro músicos bien vestidos y en semblante de hombres de mucho honor, que tenían prevenidos instrumentos de lo más primoroso, tocando por estremo un canario del famoso Gaspar Sanz.

No podría nadie, señor, referir bien a Vuexcelencia los sabrosos puntos, las sazonadas y curiosas glosas, el donaire de los que tañían ni de los que bailaban, haciendo también son con los pies. Creció el rumor de los diputados de la fiesta y cobró más aliento aún la música cuando sonó el segundo canario del Gaspar Sanz, con gran donaire de un David Mayoral que iba por percusionista; el tal canario, bien se me acuerda, semejaba en alguna manera una parte de esa “Fantasía para un gentilhombre” del divino Rodrigo.

En esta sazón sonó una jácara del Antonio Martín y Coll, tocada por estremo, de que se holgaron con gran donaire varios jaques a lo soldado y espadas de alquiler, valentones de espátula y gregüesco y de chapeo, bailando y haciendo del escarramán, moviendo los brazos a todos los estremos y haciendo del capitano spavento, que del tal escarramán llegó mucho a mi noticia gracias a Elena di Pinto, lectora de humanidades.

Siguió un preludio del divino guitarrista Francesco Corbetta, gobernado por la sabia mano de un Pablo Zapico, que tocaba la guitarra que la hazía hablar, y también siguieron los divinos concentos de Francisco Tejada, tañidos por un Aarón Zapico, nuevo Salinas y también docto varón en música especulativa en este tiempo, como diría mi amado Vicente Espinel, que añadió la sexta cuerda a la guitarra.

Y así, estando ya todos las manos y los ojos puestos en el cielo, tornó a sonar una jácara del Gaspar Sanz de que se holgaron los jaques del tercio viejo de Cartagena, haciendo del valentón y mirando como por cuévanos y a lo soldado, con aire de jaque mate, y aun alguno dellos vi haberse hallado en la jornada de la Terceira conmigo y con don Álvaro de Bazán, nuestro mejor marino, padre de sus soldados como dice el viejo y manco que me acusó de haber estado libre en la huída, pero no hay poeta tan malo como Cervantes ni tan necio que alabe a don Quijote. Comenzaron en esta sazón a mercar con los CDs y los que pudimos allegar menos nos teníamos por peores, que a algunas vi llevar hasta haldas arriba buena provisión dellos; para Vuexcelencia aparté el tal CD que os envío.

Dando largas y ligerísimas vueltas y por olvidar las penas de la Osorio, y de algunas más, bailamos un villano de Giovanni Girolamo Kapsperger, que cierto debió pasar a la Italia y que en el son a todos nos pareció escuchar aquello de “al villano se la dan/ la cebolla con el pan”, famoso como el “Creo en Lope de Vega, poeta del cielo y de la tierra”. A la fin holgámonos mucho de una danza alemana del Francisco Tejada y unas pavanas del Gaspar Sanz que bailaron los valentones por hacerse de los caballeros, y muchísimas otras danzas como el Fandango de Leitariegos que los hermanos Zapico y David Mayoral tuvieron a bien tañer por ver hallarme entre el docto senado y ser yo de origen montañés y norteño, a lo que respondo con este

 Soneto

En la más alta, en la exterior esfera,

divinos tres Zapico, la harmonía

responde a vuestra música a porfía

sabiéndose anterior mas no primera;

cónsonas voces, puntos recupera

la más perfeta voz, y al Orbe envía

tras la abrasada eclíptica del día

consonante respuesta más certera;

en el Empíreo y el Divino Templo

la música del divinal exordio

en “estilo Zapico” se derrama

y respondiendo al son de aqueste ejemplo

con tiorba, guitarra y clavicordio

en círculos del sol irá la Fama.

Criado de Vuestra Excelencia:

Lope Félix de Vega Carpio

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