Sonya Yoncheva canta Haendel
Yoncheva, Sonya. Haendel. Sony Classical, 2017. 889853029327
Una interpretación irregular de la soprano búlgara que destaca por la belleza de su registro más grave
La soprano Sonya Yoncheva ha dedicado su segundo disco en solitario a la música del compositor Georg Friederich Haendel. La búlgara admira la fortaleza de los papeles femeninos de las óperas del compositor y ha seleccionado parte de sus más bellas arias y duetos para ser grabados en colaboración con la mezzosoprano Karine Deshayes. La orquesta de la Academia de Montis Regalis dirigida por su director titular, Alessandro de Marchi, configuran el resto del elenco. Al igual que el primer álbum de Sonya Yoncheva, Paris, mon amour; la grabación correrá a cargo de la discográfica Sony Classical.
En primer lugar, el título del álbum es cuestionable. Si bien Sonya Yoncheva escogió Haendel como síntesis más adecuada del contenido del disco compacto, esta elección supondría una íntegra recopilación de arias del citado compositor. Sin embargo, la última pista del CD se corresponde con un aria de Dido and Aeneas, de Henry Purcell. Si Haendel peca de por sí de poco original, qué decir cuando el punto y final del disco es música de Purcell. Incomprensible.
Tampoco la distribución del orden de las arias parece la más acertada. Sonya Yoncheva ha dispuesto en primer lugar Se pietà di me non sentí (Giulio Cesare in Egitto) y Ah, mio cor, schernito sei! (Alcina) que se corresponden con las arias de mayor duración. Por otro lado, el carácter de la música no presenta alternancia entre muchos números. Tres números más relajados y melancólicos son seguidos de otros dos más alegres y movidos, creando de esta manera una sensación mucho más pesada que si este juego tuviera lugar con más frecuencia.
La orquesta de la Academia Montis Regalis bajo la batuta de Alessandro de Marchi aporta una base estable y decidida en prácticamente la plenitud de la interpretación. No obstante, en arias tan célebres como el Lacia ch’io pianga de la ópera Rinaldo realizan una improvisación completamente fuera de lugar. Escalas descendentes del clavicordio más una danza rimbombante entre la cuerda desfiguran la música y adornan en exceso.
La interpretación de Sonya Yoncheva es fría y distante. No importa el carácter del aria, la soprano no se deja llevar en ningún momento. A grandes rasgos tiene una voz especial que luce en los centros y en los graves, interpretando con muchísima más soltura y maestría arias compuestas para mezzosoprano que para su voz. Es en esta tesitura donde controla mejor y con diferencia la potencia y los matices.
Se pietà di me non sentí (Giulio Cesare in Egitto) no comienza bien. Yoncheva no llega a terminar la segunda palabra y ya es audible un portamento en la segunda sílaba del “pietà” que se corresponde con el salto de una quinta justa ascendente. La soprano realiza ataques con brusquedad y el sonido resultante no es para nada agradable. La música carece de unidad y aunque se ven intenciones de emocionar, con la mera utilización de las dinámicas, no lo logra. La intérprete también presenta dificultes para abordar las notas más agudas. Quizá no fue la elección más acertada incluir este aria en álbum. Si bien la colocación de la voz es maravillosa, su apoyo es en ocasiones dudoso y junto con la inseguridad se traduce en una afinación poco precisa.
Sonya Yoncheva está llena de sorpresas. Por el contrario, canta con gran solvencia y belleza el aria Non disperar, chi sa? también de la ópera Giulio Cesare in Egitto. Su interpretación del primer aria de Cleopatra es indiscutiblemente en el que hace más alarde de sus cualidades como soprano y, probablemente, la mejor de todo el disco compacto.
Ogni vento ch’al porto lo spinga (Agrippina), With darkness deep, as is my woe (Theodora) y Thy hand, Belinda… When I am laid in earth (Dido and Aeneas) muestran el registro más oscuro de la soprano, cuya belleza es inexorable. En la primera, los agudos pecan de gritones; pero en Theodora demuestra un soberbio control de la voz. Si bien Purcell es su aria más pasional destacan las dinámicas muy cuidadas y la estabilidad de una voz sin sobresaltos.
Otro de los mejores momentos del álbum es el dueto Io t’abraccio, de la ópera Rodelinda, regina de’ Longobardi. La mezzosoprano Karine Deshayes realiza una interpretación fantástica del papel de Bertarido. Las voces de ambas solistas combinan muy bien hasta el punto de fusionarse. Sin embargo, se aprecian leves descoordinaciones entre las voces. La orquesta tiene presencia rítmica aportando ligereza y, sencillamente, el acompañamiento del clavicordio es precioso.
El álbum lo completan las arias de la ópera Alcina Ah, mio cor, schernito sei! y Tornami a vagheggiar; el dueto To thee, thou glorious son of worth (Theodora) y el aria de la ópera Agrippina, Pensieri, voi mi tormentate!
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