Recuperaci贸n de la 贸pera Fantochines, de Conrado del Campo, una mirada al futuro anterior
El aficionado madrile帽o con sensibilidad hacia el teatro l铆rico espa帽ol ha estado mirando de reojo hacia la Fundaci贸n March la pasada semana de marzo (del 11 al 15), para ver esta 贸pera, y tambi茅n para ver c贸mo era vista. Hab铆a expectaci贸n.
No era para menos. Antes de entrar en materia, unas palabras sobre este admirable proyecto de recuperaci贸n. No ha sido habitual que la Fundaci贸n March se atreviera con un proyecto as铆, trabajan solo en su sede y con sus propios medios.
Pero el nuevo equipo no se ha dejado vencer y ahora hay 贸pera en la March, toda una revoluci贸n. Como, adem谩s, la Fundaci贸n March mima sus proyectos, la aventura no puede ser m谩s que una bendici贸n. Naturalmente, se trata de 贸pera de c谩mara con medios f铆sicos estudiados hasta el mil铆metro. Resulta que hay mucha 贸pera que cabe en esas condiciones y, sobre todo, la visi贸n de los responsables actuales de la March es, ante todo, patrimonialista.
El proyecto se completa con un excelente protocolo de recuperaci贸n y puesta a punto del material de acompa帽amiento; especialmente, trabajos de investigaci贸n. En suma, que el asistente a alguna de las cuatro funciones que se han visto de Fantochines se han llevado un cat谩logo mod茅lico en contenidos a la vez que discreto en formato. Volveremos sobre algunos aspectos de estos trabajos.
Perfiles de un maestro
Conrado del Campo (Madrid, 1878-1953) es un compositor secreto para el aficionado normal y un completo desconocido para el que ni siquiera es aficionado. Los m谩s avezados saben que se sit煤a en una generaci贸n, la de principios del siglo XX, denominada como la de 鈥渓os maestros鈥 a falta de otra denominaci贸n mejor. Fue un gran compositor, un buen int茅rprete de viol铆n y viola, y profesor de varias generaciones de m煤sicos.
Su producci贸n musical siempre se ha citado como la de un erudito con filiaci贸n centroeuropea, un admirador de esa corriente que, en su momento, practicaba y defend铆a el g茅nero sinf贸nico, la forma elaborada desde el rigor de la escritura, etc. Su cat谩logo contiene un elevado n煤mero de cuartetos de cuerda, m谩s de una docena, y eso para esos a帽os era una marca germanizante. Digamos, de paso, que esta reposici贸n l铆rica se enmarca en un ciclo mayor en el que se han escuchado varios de sus cuartetos de cuerda y m煤sica de c谩mara.
Los que met铆an las narices en archivos y bibliotecas sab铆an, tambi茅n, que hab铆a un n煤mero indeterminado de obras para la escena. Y la Fundaci贸n March contiene una de esas bibliotecas en las que ha residido parte del legado del madrile帽o, as铆 como un cat谩logo general que realiz贸 Miguel Alonso en 1986.
Y si nos centramos en la producci贸n l铆rica, podr铆a suponerse que era epis贸dica y accidental, a tenor de lo poco que se sabe de ella en nuestro olvidadizo pa铆s. As铆 que la sorpresa es may煤scula cuando un repaso r谩pido a ese cat谩logo nos proporciona m谩s de cuarenta obras m煤sico-teatrales, a las que habr铆a que a帽adir m煤sica para la radio, para el ballet y para el cine.
隆Caray! 隆Cuarenta obras son muchas obras! De producci贸n epis贸dica nada. Lo que si es cierto es que un n煤mero elevado de ellas est谩n perdidas o son fragmentarias las partes conservadas. Pero por algo hay que empezar, y la March lo ha hecho con Fantochines, 贸pera de c谩mara en un acto con libreto de Tom谩s Borr谩s. Y tirando de ese hilo sale un continente desconocido, el que podr铆amos denominar, grosso modo, la 贸pera espa帽ola.
Para empezar, marea el problema de la denominaci贸n: 驴贸pera, opereta, 贸pera c贸mica? Podr铆a parecer un asunto acad茅mico, pero el propio cat谩logo del autor muestra una fauna casi descontrolada: 贸pera, zarzuela, leyenda l铆rica, drama l铆rico, revista, humorada l铆rico bailable, sainete, acci贸n l铆rica. Y estas son denominaciones del autor inscritas en las partituras, no t铆tulos de circunstancias puestos por comentaristas o terceras personas. As铆 que si tuvi茅ramos que entrar a dilucidar, con criterios de nuestros d铆as, qu茅 quiere decir cada cosa saldr铆amos confusos para otra reencarnaci贸n.
En todo caso, parece claro que podemos seguir llamando 贸pera a una cosa l铆rica cantada integralmente. Desde ese punto de partida, Fantochines es una 贸pera, aunque el presentador recita al principio, pero una vez entrados en faena ya no paran de cantar, o sea, 贸pera.
El conflicto amoroso en los a帽os veinte
La 贸pera en espa帽ol en el inicio de la d茅cada de los felices veinte del pasado siglo deb铆a de haber alcanzado un punto de madurez que podemos adivinar por su rastro. Y de modo m谩s preciso, parece m谩gico ese a帽o de 1923 en que ve la luz Fantochines, El retablo de Maese Pedro, de Falla y Do帽a Francisquita, de Amadeo Vives. Y esto es mucho decir, El retablo鈥 es una de las obras mayores de la escena espa帽ola de los dos 煤ltimos siglos. Adem谩s, coincide con Fantochines en el uso de marionetas, 驴casualidad? Parece que, m谩s bien, esp铆ritu de la 茅poca.
En cuanto a Do帽a Francisquita, constituye nada menos que la genial respuesta de un m煤sico, en su 煤ltima d茅cada de creaci贸n, a la crisis de una zarzuela que apenas sosten铆a el impulso de las generaciones anteriores, Chap铆, Chueca, Bret贸n, Fern谩ndez Caballero鈥 Con Do帽a Francisquita, la zarzuela recupera el aliento del formato grande, los temas de amplitud emocional y las tramas con trasfondo cultural de empaque. Y sin la llegada de la Guerra Civil, ese impulso podr铆a haber significado el entronque de la zarzuela en la recuperaci贸n cultural espa帽ola que la Restauraci贸n hab铆a preparado y la II陋 Rep煤blica llev贸 a un segundo siglo de oro.
Pero el problema de Fantochines consiste en c贸mo encapsular en una hora de duraci贸n un divertimento con tres cantantes y ocho int茅rpretes. Y, adem谩s, nos llega en vac铆o, sin que conozcamos nada de esas m谩s de cuarenta piezas teatrales de Don Conrado. Hay que tirarse a la piscina para el an谩lisis.
La pieza juega con la evocaci贸n del galante siglo XVIII y sus juegos amorosos de corte veneciano, aunque la cosa castiza no deja de transparentar en la trama urdida por Borr谩s. Estamos en el clima de la commedia dell鈥檃rte, escondiendo quiz谩 algo, si no mucho, de moral burguesa que busca un correcto matrimonio tras las travesuras de una pareja que tiene, adem谩s, un asunto de herencia de por medio.
La 贸pera tiene, adem谩s, una rendija por la que vemos esos asuntos de parejas que han dado 贸peras memorables en los a帽os veinte. Pienso en Mavra, de Stravinsky (1922) o De la noche a la ma帽ana, de Schoenberg (1928-29). 驴Para cu谩ndo un ciclo que pod铆a completarse con algunas de las deliciosas pel铆culas de Ernst Lubitsch?
La cr铆tica y los falsos problemas
Curiosamente, italianismo prerrom谩ntico idealizado, m谩scaras y, sobre todo, neoclasicismo musical eran problemas que bull铆an en ese momento. De Falla, por ejemplo, hemos citado El retablo de Maese Pedro y su uso coincidente de marionetas. Pero me viene a la memoria otra obra de Falla a煤n m谩s hermanada con las preocupaciones de este Fantochines, el abortado proyecto de Fuego fatuo, una proyectada 贸pera sobre m煤sica de Chop铆n y textos de Mar铆a Lej谩rraga (esposa entonces y escritora en la sombra de Gregorio Mart铆nez Sierra). Esta 贸pera estuvo en la mesa de trabajo de Falla entre 1918 y 19. Adem谩s de problemas estil铆sticos y de conflictos est茅ticos sorprendentes (隆隆隆hacer una 贸pera con textos de la commedia dell鈥檃rte sobre m煤sica de Chopin rehecha por Falla!!!), se inmiscuy贸, seg煤n se dice, todo un conflicto amoroso entre el p煤dico don Manuel y la escritora en la sombra. Consecuencia, no se acab贸 nunca y se perdi贸 uno de los proyectos m谩s ins贸litos de la m煤sica espa帽ola del siglo XX.
En el estreno de Fantochines, la cr铆tica de la 茅poca nos dio una lecci贸n de confusi贸n que debemos mirar con algo de ternura. En el programa que proporciona la March, y en un texto que firma la instituci贸n se habla de la dualidad de la acogida: 鈥淓n el fondo, subyac铆a un debate entre partidarios de la vanguardia neocl谩sica [sic], que contemplaban con escepticismo el experimento de Del Campo (en quien podr铆an ver un advenedizo), y aquellos que consideraban v谩lidos los moldes del postromanticismo encarnado por el compositor madrile帽o.鈥
La 鈥渧anguardia neocl谩sica鈥 es un concepto que precisa m谩s de una explicaci贸n, ya que el relato oficial de la primera mitad del siglo XX nos cuenta que la vanguardia era enemiga radical del neoclasicismo. Hablar de 鈥渧anguardia neocl谩sica鈥 es como hablar de la 鈥済uerra pac铆fica鈥 y significa dar por zanjado este asunto y considerar que ambas cosas eran parte del mismo fen贸meno. Pero, 驴cu谩l?
Al margen de este asunto, que merecer铆a una tesis de m谩ster, lo m谩s importante es que esa dualidad enmascaraba lo que era el verdadero problema de la 贸pera espa帽ola: construir una aut茅ntica relaci贸n feliz entre m煤sica y texto. La zarzuela lo hab铆a hecho, pero en cantables, en verso y en g茅nero c贸mico casi siempre. La 贸pera, para ser posible, deb铆a reinventar esa relaci贸n desde sus propias claves, desde cualquier atisbo de recitativo o texto de acci贸n dram谩tica hasta cualquier momento sublime; sin olvidar que hab铆a que definir cu谩les ser铆an esos momentos sublimes.
En suma, hab铆a que inventar la 贸pera espa帽ola a cada intento. Como parece claro que la 贸pera espa帽ola no se invent贸, hay que ver cada uno de esos intentos desde la absoluta simpat铆a hacia el inevitable morr贸n que se pegaba cada compositor que reproduc铆a la famosa maldici贸n de Pe帽a y Go帽i varias d茅cadas antes: 鈥渓a 贸pera espa帽ola es como el manzanillo, cuyas fatales emanaciones matan a todo el que se le acerca.鈥
Y sabiendo que siempre se fracasaba, es como debemos disfrutar de cada intento. En Fantochines hay momentos l铆ricos extraordinarios, es c茅lebre el d煤o del rosal, aut茅ntico n煤mero de consistencia de esta operita. Pero, en general, toda la obra es admirable aunque no falten los momentos en que el texto est谩 encajado a cap贸n en la m煤sica. Sorprende que gente tan preparada y tan metida en harina no hubieran resuelto el problema de las sinalefas, por ejemplo, o la construcci贸n de una forma musical que se adapte milim茅trica y amorosamente a la frase. Pero todos estos momentos de ca铆da no dejan de admirarnos porque Del Campo y Borr谩s son ambiciosos y, en muchos momentos pero no en todos, inspirados.
No hay nada que reprochar a estos artistas que quer铆an nada menos que inventar un pa铆s sabiendo que las posibilidades de que sus papeles acabaran en la basura eran alt铆simas. Cada peque帽o fallo de esta 贸pera es un fallo del pa铆s en su conjunto, mientras que cada acierto solo a ellos les concierne, son, que duda cabe, gente admirable y, tras esta reposici贸n, las ganas de conocer las otras cuarenta piezas l铆ricas de Del Campo se convierten en un deseo que antes no ten铆amos. As铆 que gracias a la Fundaci贸n Juan March que nos ha dado una puntada de lo que todos los dem谩s deber铆an hacer.
Y que nadie se esconda, construir la 贸pera espa帽ola es tambi茅n escuchar todos estos intentos, todos y todas las veces que haga falta. Quien piense que construir una 贸pera espa帽ola es como jugar a la loter铆a que se haga a un lado, queda mucho trabajo pendiente.
En cuanto al equipo, aunque en este blog eludimos la cr铆tica, c贸mo no mencionar la ejemplar entrega de cantantes (Sonia de Munck, Borja Quiza y Fabio Barrutia), a la peque帽a orquesta de c谩mara; al director musical Jos茅 Antonio Monta帽o y al director de escena, implicado, adem谩s, en la investigaci贸n de este trabajo, Tom谩s Mu帽oz. Sin olvidar a los responsables de los trabajos te贸ricos que convierten el programa de mano en pieza de musicolog铆a: Tom谩s Marco, que habla de la parte musical, el citado Tom谩s Mu帽oz y a la instituci贸n que tan p煤dicamente esconde el nombre propio con dos trabajos de sumo inter茅s. Adem谩s, el libreto, que ya no hay que ir a buscar a polvorientos legajos. As铆 que 隆bienvenida a la vida, Fantochines!
Programa de mano y libreto en pdf
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