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Nacido en Madrid, en 1941, Eduardo Polonio es historia viva de la música electrónica española y europea. Formado en el conservatorio madrileño y en estudios electrónicos belgas y holandeses en los años sesenta, Polonio se dio a conocer en el Madrid de esos años como miembro del colectivo ALEA electrónica viva, junto con Luis de Pablo y Horacio Vaggione. Previamente había trabajado en aquel estudio pionero de la electrónica en Madrid, ALEA.

Desde esos años, Polonio ha estado presente en prácticamente cualquier batalla en la que la electrónica estuviera de por medio. Es inútil señalar su currículo, él siempre estaba allí cuando había electrónica. Recorrió España, y no de gira sino quedándose años e integrándose en los ambientes del lugar; ya fuera en Barcelona, donde se integró felizmente en el histórico laboratorio Phonos, y más tarde en Andalucía, dando cursos, patrocinando talleres, festivales, asociaciones o concursos.

Su conexión internacional también ha sido notable a través de la red de laboratorios de música electrónica que, aun cambiantes con el paso de los años, siempre han tenido una gran fidelidad a su historia, la de la música electrónica ligada a las experiencias de vanguardia.

Polonio, en concreto, siempre ha sido “muy transversal”, como él mismo dice, y su interés por colaborar con otros medios expresivos ha sido permanente: cine, teatro, vídeo, artes plásticas, etc.

Para los que, además, lo hemos conocido, su persona es una referencia de lo que representa una vida dedicada a la expresión musical y al simple hecho de vivir: tranquilo, apacible, pensador intenso pero sin complicaciones, altísimo de estatura (lo único que uno lamenta si se encuentra con él es que le toque en la butaca de delante de ti en un acto cualquiera), y hasta intemporal. Un artistas “sin edad”, como señala acertadamente José Iges en el vídeo.

Su música es casi exclusivamente electroacústica desde el principio, reconoce que apenas siente necesidad de componer para instrumentos convencionales, y un observador con años de experiencia descubre pronto unas referencias inequívocas del minimalismo al que representa en España con muy pocos compañeros de viaje, algunos de sus colegas nacidos también a inicios de los años cuarenta.

Pero, por encima de ello, destaca su insaciable curiosidad por cualquier fenómeno que ponga de relieve la forma: las matemáticas, la astrofísica, la tecnología y las experiencias artísticas que pongan de manifiesto cualidades de la forma sin pedir prestada la subjetividad del artista. A todo ello, se le añade un sentido del humor sereno y una actitud ante la vida en la que no hay rastro de envidias, celos o ambiciones.

Este artista genuino, cómplice e irremediablemente encantador ha producido en 45 años de carrera un torrente de cosas que reclamaban un soporte para que el público amplio (o quien sea) pueda conocerle.

La presente grabación cumple con ese cometido. Se trata de un trabajo ingente: dos DVDs que acumulan 48 obras musicales, no hace falta decir que electroacústicas todas, en cerca de diez horas de grabación. A ello se añade un vídeo biográfico que repasa los momentos álgidos de su vida y un rosario de declaraciones de colegas y amigos que sitúan su personalidad en el contexto cultural y artístico de su época, de nuestra época que no ha acabado.

La grabación, pese a su ambición, es modesta, una simple caja doble, similar a la de los cedés; al fin y al cabo, un DVD es exteriormente igual a un CD, una foto de portada en blanco y negro con estética de arte conceptual de los setenta y una riqueza que hay que descubrir dentro.

El vídeo reportaje está realizado por Javier A. Bedrina y la grabación de sus 48 obras es un compendio de toda su trayectoria, también en cuanto a su procedencia, con obras que vienen de ALEA (Madrid), Laboratorio Phonos (Barcelona), Gabinete de Música Electroacústica (Cuenca), Radio Clásica-RNE, Laboratorio de Informática y Electrónica Musical- LIEM (CDMC, Madrid), Instituto de Música Electroacústica de Bourges-IMEB (Bourges, Francia) y Estudio Diáfano (el estudio privado del autor actualmente).

Se trata, pues, de 45 años de música, con todo el sabor de los años que se han sucedido y con una intemporalidad curiosa emanada de su música, pese a que el paso de los años se ha hecho notar, ¡y de qué modo!, en los laboratorios jurásicos donde comenzaron muchos de los que se agotaron de cortar cintas magnetofónicas a mano o manejar osciladores de submarino con cables de operadoras telefónicas de películas de Cary Grant. Él nunca se ha cansado y, quizá por ello, sus obras de aquellos años suenan frescas como pocas.

En suma, un álbum imprescindible para conocer medio siglo de arte sonoro en España y la figura de su indudable protagonista.

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