Semper Dowland…
Lachrimae or Seaven Teares. Obras de John Dowland. Hespèrion XX – Jordi Savall. Alia Vox [Heritage] [AVSA9901]. 2013. T.T.: 70:50.
Se reedita la maravillosa versión que de la colección del músico inglés realizasen en su dÃa Savall y su Hespèrion XX.
Jordi Savall, artista siempre inquieto, uno de los que mayores producciones discográficas lanza al mercado por año, sigue empeñado en llevar adelante la empresa que, bajo el tÃtulo de Alia Vox Heritage, viene a rescatar todo el legado fonográfico que este habÃa grabado para el sello francés Astrée entre los años 1977 y 1996, y que alcanza la nada desdeñable cifra de unos 70 álbumes. Esta parece ser ya la reedición número 16, dedicada, como veremos, a uno de los repertorios que más y mejor se le han dado al maestro de Igualada.
John Dowland [1563-1626] publicó su Lachrimæ or Seaven Teares figured in seven passionate Pavans with divers other Pavans, Galiards, and Almands, set forth for the Lute, Viols or Violons, in five parts en Londres, con fecha probable de 1604, dedicando dicha colección «a su querido amigo, el honourable John Souch, Esquire». Se trata, como su propio nombre indica, de una curiosa sucesión de danzas dedicadas a tañerse por un conjunto de instrumentos de cuerdas al que se añade indefectiblemente una parte de laúd. Esto es que lo que en la época se venÃa a denominar broken consort –cuando se interpretaba la música con instrumentos de más de una familia distinta–o whole consort– cuando todos los instrumentos que ibntervenÃan pertenecÃan a una misma familia instrumental. Como bien destaca Claude Chauvel en sus notas crÃticas, la presente colección iba en la lÃnea, en cuanto a su carácter reflexivo, elegÃaco y meditabundo, de otras colecciones, como las Lagrime di San Pietro [1594], de Orlandus Lassus; Seven Sobs of a Sorrowful Soule for Sinne, [c. 1581], de William Hunnis; o las Funeral Teares [1606], de John Coprario.
Hay quien quiere ver en esta pieza un reflejo de la situación vital que el propio Dowland estaba sufriendo: tras la desaparición de Elizabeth I, el desamparo al que el maestro se veÃa abocado era absoluto, pero también habÃa aquà lágrimas de esperanza, pues con ellas podrÃa querer reblandecer al que habrÃa de ser su nuevo real patrón, lo que explica que dedicara a la hermana de este, Anne, la colección. AsÃ, Dowland dedica estas 21 a un whole consort de violas –dos superius, dos tenores y un bassus–, con la añadidura del laúd. Esta es la única colección puramente instrumental que haya quedado del legado del compositor, y en ella puede apreciarse la absoluta maestrÃa que su escritura despliega. No solo el dominio en el laúd es obvio –resulta maravillosa la genialidad con la escribe esta lÃnea, no solo como un mero acompañamiento, sino como una magistral reducción de todas las lÃneas de las viole da gamba, lo que le aporta su color instrumental, pero sin salirse en ningún momento del contrapunto y de la homogeneidad de la polifonÃa instrumental. Se observa, además, un dominio en la escritura contrapuntÃstica absolutamente sobresaliente: las viole da gamba parecen casi auténticas voces en una composición puramente renacentista, al estilo de las que pudiera firmar un William Byrd. La lÃneas se cruzan, se apoyan, se imitan, huyen, van para luego volver, creando en todo ello una armonÃa absolutamente fascinante, un continuum que prácticamente te envuelve.
Lo que resulta más absolutamente apabullante de esta colección es quizá la manera en que se construye. Dowland tomará material preexistente, compuesto para voz y laúd o para laúd solo, y a partir de ahà comenzará a reelaborar dicho material para la escritura de las cinco lÃneas de las violas y la parte anexa del laúd. El caso más paradigmático lo encontramos en sus siete Lachrimæ –que constituyen el pilar de la colección–, tituladas asà por estar basadas en una pavana homónima para laúd solo, siendo esta una de las piezas más afamadas de todo el Renacimiento inglés en esta época, y que el mismo Dowland reelaboró el material en diversas ocasiones, destacando el caso de su Flow my tears –para voz y laúd–, que también conoció gran fama. Lo más destacado en la sonoridad de esta pavana, y de todas y cada una de las siete Lachrimæ, es su comienzo tan caracterÃstico, protagonizado por un tetracordo descendente, en que la sucesión de los dos tonos y un semitono le dan ese carácter tan absolutamente dolente.
Asà construye Dowland estas siete pavanas o Lachrimæ, todas ellas en modo eólico y con esa caracterÃstica tan marcada del comienzo y la utilización de la misma pavana en todas ellas, pero a las que atribuye un carácter diverso con una maestrÃa, que en varios casos casi no parece tratarse de la misma melodÃa la que sirvió de inspiración. Parece necesario traer aquà la palabras textuales de Chauvel cuando explica, brevemente, el carácter de cada una de las siete piezas, por resultar absolutamente clarificador: «después de presentar la pavana casi en su forma original [l. antiqvæ], Dowland la somete a una especie de regeneración, gracias a la novedad de los elementos que introduce [l. antiqvæ novæ]. El clima dramático de los intervalos descendientes, seguidos de silencios y de estallidos repentinos [l. gementes], la gravedad fúnebre de la melodÃa cantada por la voz de contralto [l. tristes] y la atmósfera turbia que crean lÃneas huidizas de cuervas profundas [l. coactæ] evolucionan lentamente hacia regiones más firmes, en donde la escritura se vuelve más homofónica [l. amantis, tema en la dominante, expuesto en el tenor], hasta llegar a la serenidad de la última pieza, que termina con el sosiego de las voces internas [l. veræ, tema en el bajo].»
El resto de la colección –hasta completar las 21 piezas de que se constituye–, está compuesto por una serie de pavanas, gallardas y alemandas, la mayorÃa de las cuales mantienen ese ambiente tan melancólico y grisáceo que tanto recuerda al clima local. Algunas de ellas dedicadas como elegÃas a ciertos personajes, ayudan a cohesionar toda la colección dentro de esa sonoridad tan absolutamente densa y emotiva que impregna la colección al completo. Ni en las gallardas encontramos una sonoridad de carácter festivo, como cabrÃa esperar en este tipo de danzas. Destaca especialmente entre el resto de piezas el fantástico Semper Dowland semper dolens, auténtica declaración de intenciones musicales la que hace aquà el maestro británico, en la que su carácter huidizo, esquivo y siempre refinado se muestra en su más absoluta crudeza.
La interpretación que nos brida Jordi Savall al frente de su Hespèrion XX –la grabación es de 1987– es absolutamente modélica, magistral. Cuesta pensar en que pueda hacerse mejor. Contando con la participación de Christophe Coin, Sergi Casademunt, Lorenz Duftschmid, Paolo Pandolfo –a las violas– y José Miguel Moreno –al laúd–, se crea aquà una atmósfera tan absolutamente densa, intensa, emocionalmente intelectual, pero intelectualmente emocional, que no puede menos que sobrecoger al oyente. Todo está en su sitio, todos se «pliegan» en favor del grupo, para construir juntos la imbricada polifonÃa de estas piezas, dejando que cada una de sus violas y su laúd aporten todo de sà en favor de una arquitectura magistralmente concebida y construida. El dominio técnico se presupone –aunque a este calibre es difÃcil de presuponer–, pero lo que más apabulla del registro es la pasión y la extrema expresividad que se encuentra en cada lÃnea, cada nota, cada acorde. Pura maestrÃa sonora.
El disco, que por lo demás se completa con un diseño absolutamente hermoso, unas notas crÃticas de auténtico lujo y unas reproducciones del original de la obra –una serie de partituras con algunas de las lÃneas–, es un auténtico regalo sonoro, pero también visual. Por cosas como esta es por las que cabe reverenciar al maestro Savall, y por lo que cabe regocijarse de que la brillante idea de este Heritage siga adelante. Pocos discos en este tipo de repertorios encontrarán con un nivel tan absolutamente deslumbrante.
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