Aquà no hay playa
CorrÃa el año 1986, en plena movida madrileña, y un grupo que obedecÃa al improbable nombre de The Refrescos causó furor con una canción titulada Aquà no hay playa.
Gaetano Donizetti, L’elisir d’amore. Nino Machaidze (Adina), Celso Albelo (Nemorino), Fabio Maria Capitanucci (Belcore), Erwin Schrott (Dulcamara), Ruth Rosique (Giannetta). Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. Dir. musical: Marc Piollet. Dir. de escena: Damiano Michieletto. Teatro Real, 6 de diciembre.
Antón GarcÃa Abril, Cuarteto de Agrippa. Béla Bartók, Contrasts. Olivier Messiaen, Quatuor pour la fin du Temps. Solistas del Ensemble intercontemporain. Auditorio Nacional, 3 de diciembre.
 Luigi Boccherini, Cuarteto op. 24 núm. 6. Gaetano Brunetti, Cuartetos L. 191 y 188. Joseph Haydn, Cuarteto op. 54 núm. 1. Cuarteto Mosaïques. Fundación Juan March, 11 de diciembre.
Franz Schubert, Momentos musicales op. 94 núms. 2 y 6. Impromptu op. 142 núm. 2. Franz Liszt, Le Mal du Pays, Au bord d’une souce, Deux Légendes, La Vallée d’Obermann. Cristina Bruno, piano. Centro Cultural Conde Duque, 10 de diciembre.
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El mensaje era claro y elocuente: Madrid podrÃa ser la capital de España, acumular atractivos turÃsticos, ser la sede de los tres poderes del Estado, «pero, al llegar agosto, ¡vaya, vaya!, aquà no hay playa», cantaban con sarcasmo y desparpajo una y otra vez, poniendo el dedo en la llaga, los que luego, en un segundo disco, se autobautizaron como los «Kings of Chunda Chunda».
Viene a cuento este lejano recuerdo musical porque la producción de L’elisir d’amore que acaba de presentar el Teatro Real está ambientada, sÃ, en una playa. Tampoco hay vestigio alguno de ella en el melodramma giocoso de Gaetano Donizetti, cuyo libreto (de Felice Romani) nos recuerda que «L’azione è in un villaggio, nel paese dei Baschi», pero no un pueblo costero, sino del interior, donde se encuentra la hacienda de la protagonista: «Il teatro rappresenta l’ingresso d’una fattoria. Campagna in fondo ove scorre un ruscello», podemos leer. El director de escena, Damiano Michieletto, quizá porque la producción se estrenó originalmente en el Palau de les Arts de Valencia, y pensando que con ello agradarÃa más a su cliente, o se ganarÃa fácilmente la complicidad del público, decidió trasladar la acción a una playa mediterránea, quizá levantina incluso, con lo cual, por unos dÃas al menos, en Madrid –operÃsticamente hablando– sà que ha habido playa. Y Michieletto ha invertido tantas energÃas en la traslación que se ha olvidado de los personajes, perdidos casi siempre en medio de la marabunta de bañistas que pueblan el escenario.
L’elisir d’amore es, dicho sin desdoro, una comedia elemental, como lo son casi todas las operÃsticas. Su comicidad se apoya en un levÃsimo armazón y en tan solo un cuarteto de personajes. Es ahà donde deben concentrarse los esfuerzos de cualquier director de escena: delinear sus caracteres lo mejor posible, dirigir con precisión a los protagonistas, dejarles que canten y se muevan sin obstáculos, y asegurarse de que las risas (o sonrisas) asomen entre el público cuando tienen que hacerlo, evitando distracciones innecesarias. Lo que hemos visto ha sido, sin embargo, justamente lo contrario: un despliegue de medios para remedar una playa atiborrada de personas y de objetos que sólo servÃan para distraer la atención del espectador de la frágil estructura argumental que sostiene la comedia. El argumento es bien conocido: Nemorino –un joven campesino, simple y de buen corazón– está enamorado de Adina, una rica y caprichosa terrateniente que prefiere los favores que le dispensa el sargento Belcore. Cuando llega al pueblo Dulcamara, un charlatán que se hace pasar por médico ambulante ofreciendo un elixir tan portentoso como fraudulento que, entre otras cosas, asegura a quien lo bebe el amor de la persona deseada, Nemorino se apresura a comprarlo para conquistar a Adina. El deus ex machina de la herencia inopinada de un acaudalado tÃo que acaba de morir convierte a Nemorino en un hombre rico, lo que despierta el súbito interés por él de todas las jóvenes del pueblo. Esto provoca a su vez los celos de Adina, que rompe su compromiso con Belcore para casarse con su fiel pretendiente.
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[Publicado en Revista de libros el 02/01/2014]
Foto: © J. del Real / Teatro Real
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