El ‘metrotenor’ Kaufmann visita la costa brava
El divo de moda, el metrotenor Jonas Kaufmann, regresó de nuevo al Festival Castell de Peralada, el pasado 3 de agosto, para ofrecer un concierto acompañado por la Orquestra de Cadaqués, bajo la dirección del alemán Jochen Rieder.

Jonas Kaufmann. Cortesía Festival de Peralada
Precedido por su reciente éxito en el coliseo barcelonés de Les Rambles, donde ofreció los lieder del Winterreise de Schubert, el atractivo cantante germánico se presentó de nuevo en el Auditorio de los Jardines del Castillo, vestido de riguroso pingüino, para lucir los encantos de un instrumento privilegiado que dosificó cautamente, intercalando una pieza orquestal entre cada una de sus intervenciones. Cosa que la formación ampurdanesa aprovechó para hacer gala, a su vez, de un pletórico estado de forma.
La primera parte del programa estuvo dedicada al repertorio verdiano y francés (Bizet y Massenet). Después de escuchar una opulenta versión de la obertura de Le Cid, el glamuroso cantante abordó “Io la vidi” de Don Carlo, seguida de “Ah sì, ben mio” de Il Trovatore (sin arriesgarse con la cabaletta “Di quella pira”) y “O tu che in seno” de La forza del destino; números que el astro germánico cantó con un uso copioso de regulaciones y medias voces que, si bien dieron muestras de una depurada técnica vocal, desnaturalizaron en buena medida la fluidez incandescente de las melodías verdianas (contribuyendo también a ello el abuso de tempi lentísimos). Entremedio, pudimos escuchar una música de ballet compuesta para la versión parisiense de Il Trovatore , la casi obligada obertura de La forza del destino y el preludio al tercer acto de Carmen, magníficamente ejecutadas por la radiante orquesta local. Finalizó este primer bloque del programa una vigorosa interpretación de la poco conocida aria de Le Cid de Massanet “Ô souverain, ô juge, ô père”, esta vez sin soluciones melifluas y luciendo a plenitud la unción carnosa de su bello timbre tenoril.
La segunda parte del concierto puso claramente de manifiesto que, si bien el tenor alemán puede ser un excelente intérprete del repertorio francés e italiano, su reinado indiscutible se halla en el ámbito de la ópera germana y, muy especialmente, en los aledaños del drama wagneriano. Así pudimos certificarlo con su colosal interpretación de la escena de la espada del Sigmund wagneriano y de la intensa e inspirada “Amfortas! Die Wunde!” del mítico Parsifal . Entremedio, Kaufmann tuvo ocasión de ostentar nuevamente su exquisito dominio de las regulaciones en un par de los Wesendonck Lieder y la orquesta de mostrar toda su musculatura en tres comprometidas páginas wagnerianas (la Obertura de El holandés errante, el preludio al tercer acto de Los maestros cantores de Núremberg y el preludio al tercer acto de Parsifal).
El entusiasmo del público precipitó nada menos que cuatro propinas (arias de Manon Lescaut, L’arlesiana y dos operetas de Lehár) que pusieron el auditorio en pleno de pie y ensancharon el grueso de mitómanos kaufmannianos.
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