Una orquesta barroca para el Centro Conde Duque y otras cosas imposibles
El último dÃa del mes de febrero, el 28, se ha presentado en el Auditorio del Centro Cultural Conde Duque de Madrid una orquesta barroca que lleva el tÃtulo del viejo cuartel de caballerÃa. Se inauguraba, también, un proyecto de temporada barroca de notable interés.
Este blog está dedicado principalmente a la ópera del siglo XX, pero su tÃtulo, Siamo forti, extraÃdo de una de las lapidarias frases de Gianni Schicci, parece perfectamente inventado para reflejar la actitud que nos conviene en estos tiempos de zozobra. Asà que no me quiero privar de comentar sorprendentes hechos acaecidos en la vida musical madrileña que no dejan de sorprender, aunque no sean ópera.
De hecho, están pasando cosas que no habÃan sucedido nunca y que la más pura lógica nos indicaba que este serÃa el momento menos indicado para que ocurrieran.
Por ejemplo, no paran de crearse orquestas y grupos. Si cuando nos iba “bien†y hacÃamos patinaje artÃstico a lomos de la burbuja económica, a nadie en su sano juicio se le ocurrÃa crear una nueva orquesta o un grupo especializado, ¿qué ha pasado para que, en medio de las ruinas, florezcan de forma tan desaforada como sorprendente? ¿Significa esto que debÃamos estar desesperados para hacer eso que no nos atrevÃamos? ¿Hay que entender que, camino al fin del mundo, nos hemos liberado y hay gente que se ha puesto a hacer lo que le apetece y se ha liado a tocar música como si se tratara de la Orquesta del Titanic?
Hagamos un somero resumen: entre los horrendos años de 2012 y lo poco del 2013 que llevamos, han nacido colectivos imposibles como la Barbieri Symphony Orchestra y la Orquesta Opus 23. En el apartado barroco, hace apenas dos meses, en plena Navidad, veÃa la luz la Academia de las Luces, un excelente grupo nutrido por jóvenes intérpretes impulsados por el entusiasmo de Guillermo Turina, un músico de amplio linaje.
No han pasado ni dos meses cuando hace su presentación otro excelente ensemble dedicado al repertorio antiguo con técnicas y criterios de interpretaciones históricos, la citada Orquesta Barroca de Conde Duque; en este caso, se trata de músicos experimentados y con una larga trayectoria profesional, capitaneados por Ãngel Sampedro como concertino-director. Y lo más fascinante, y no por ello menos chocante, es que lo presentado en este cierre de febrero es todo un proyecto que liga a una temporada y al Centro Conde Duque a un repertorio que lo reconcilia con su origen como edificio histórico madrileño del periodo barroco.
Y hasta aquà la información. Ahora deberÃa llegar el turno de la crÃtica o la valoración posterior al acto, pero como en Siamo forti no hay crÃtica, a lo sumo reflexión y perplejidad, contemos al menos cómo fue este inusitado acto.
Un arco mágico de trescientos años
El Centro Cultural Conde Duque de Madrid es un antiguo cuartel de caballerÃa que comenzó a reconvertirse en centro cultural hace décadas. Su puerta principal, esculpida por Berruguete, es una de las joyas del barroco madrileño. Durante todo ese tiempo de inacabables obras, ha sido usado parcialmente con buena acogida, especialmente porque es enorme y se podÃa permitir tener la mitad en espera de tiempos mejores. Se han hecho exposiciones, espectáculos escénicos varios (teatro, danza, música, circo, variedades). Posee además una excelente biblioteca musical, la del Ayuntamiento de Madrid, e incluso una colección de instrumentos de notable interés. Allà se han acogido espectáculos de Veranos de la Villa y del Festival de Otoño de Madrid.
Y en estas llegó Gallardón y decidió que eso habÃa que acabarlo, o al menos asà reza la leyenda. Y hace pocos años, un par de ellos como máximo, el Centro se encontraba con unos espacios en los que cabe todo, aunque no tanto como en el inmenso Matadero. En Conde Duque se hace y se hará de todo, pero es bueno que tenga un sello, una cierta personalidad porque ya el Ayuntamiento de Madrid (y supongo que casi todos) tiene tendencia a despersonalizar todo lo que toca en materia de cultura.
Encontrarse con un equipamiento asà en plena crisis económica no tiene ninguna gracia. Déficit dramático de personal, patios enormes y tan vacÃos como un cuadro de Giorgio de Chirico; el citado auditorio, que ha sustituido al viejo salón de actos, y que reúne calidad, confort y modernidad para 250 plazas.
Sin embargo, han nombrado a un equipo directivo dinámico, imaginativo y que dispone de la molesta capacidad de negarse a que les pille el toro. No hay dinero o hay muy poco, no hay casi personal, pero hay ideas y un concepto generoso de la gestión.
Y en esto llega un equipo de suicidas, todos ellos veteranos de mil guerras musicales, y proponen nada menos que una orquesta estable y una temporada fija, todo ello centrado en ese periodo, el barroco, que marca el ADN del edificio y del barrio que lo circunda. En fin, lo dicho, hace ocho años nadie hubiera propuesto, y mucho menos aceptado algo asÃ.
Antes se pedÃa dinero para todo, piénsese en los grupos capitaneados por Jordi Savall en Cataluña, o Al Ayre Español en Aragón, o la Capella de Ministrers en Valencia, o la Orquesta Barroca de Sevilla, o incluso esa Real Capilla que se atrevió a ver la luz en las fastos de Madrid Capital Europea de la Cultura 92 y que luego desapareció como ofendida de que nadie se hubiera echado mano al bolsillo.
Desde luego, que nadie vea en lo dicho un alegato a favor de la pobreza. Que no venga ningún dirigente cultural a repetirnos lo magnÃfico que es habernos empobrecido para convertirnos en valientes. La desesperación puede tener un cierto aura y algo de poesÃa, pero que nadie la recete como fórmula. Lo que está pasando es solo muestra de que hay muchos artistas (como hay muchÃsimos más ciudadanos) que han decidido hacer lo que saben y lo que aman aunque se hunda el mundo.
Pero que un excelso grupo de profesionales se lance a hacer lo que antes era bastante difÃcil con medios y ahora parece un puro disparate sin ellos, que encuentre un centro cultural en un magnÃfico estado pero con los recursos que todos imaginamos y un equipo directivo que en lugar de darle el tembleque (que es lo normal) dice: saldremos como tengamos que salir, pero adelante…, bueno, es muy, muy emocionante.
Y, como es lógico, también lo ha sido su presentación. El ensemble tocaba bien, pero el público respiraba un gran momento. Cuando la música alcanza ese extra, cuando los espectadores no están allà juzgando si el grupo es mejor o no que la Cappella dei Turchini o Musica Antiqua de Colonia, sino simplemente impregnándose de una música que el buen aficionado ha escuchado muchas veces, pero que ahora sabe que es la buena, ese momento es mágico. Ese fervor nos ha faltado, y mucho, en los atolondrados años de la bonanza. Es la prueba de que los grandes acontecimientos culturales empiezan por el público.
A España le cuesta mucho creerse lo que hace en materia cultural. Cuando nos encontrábamos construyendo la difÃcil ascensión a la normalidad europea, no dejábamos de tener una mirada crÃtica y escéptica ante lo que producÃamos, como si una fatal comparación nos atenazara.
Pero ahora, la desolación que nos invade nos ha hecho tremendamente receptivos a lo que tenemos. Los músicos tocan porque ¿qué otra cosa pueden hacer? Quisieran cobrar lo que les corresponde (o les correspondÃa) porque ellos también tienen gastos familiares, hipotecas y no poco esfuerzo que hacer para mantener su instrumental especializado, pero ante la disyuntiva de quedarse en casa o tocar con buenos colegas, han decidido protestar haciendo lo que mejor saben. Y, ¡oh milagro! Son muy buenos. Ante la eventualidad de perderlos y perder un tejido cultural duramente alcanzado, todos nos damos cuenta, además, de que habÃamos alcanzado lo que perseguÃamos y no lo estábamos percibiendo.
Pues bien, que siga la fiesta, y si tenemos la suerte de no perecer en el intento, quizá habremos ganado conciencia y madurez, eso que difÃcilmente se adquiere con dinero. De momento, me apetece anunciar que un centro cultural sito en un edificio barroco, una nave varada desde hace casi cuarenta años, apuesta por tener, ¡al fin!, un sello propio (en la modesta parte que le corresponde a la música, claro), el barroco. Y que un grupo de profesionales han entendido el problema y se han embarcado en un proyecto modélico, insospechado hace años e insospechable ahora. Cito, justicia obliga, al concertino-director del ensemble, Ãngel Sampedro, y a la entusiasta promotora del proyecto general, Inés Fernández Arias. Este era su momento y lo han aprovechado.
Pero lo más importante de todo es que una conjunción de factores de inconcebible heterogeneidad ha conspirado para que en esos conciertos pasen cosas que siempre se nos escapaban entre los dedos. Para los aficionados a las citas históricas con especial electricidad, cada concierto anunciado de esta Orquesta Barroca de Conde Duque deberÃa ser imprescindible. ¡Cómo no llevarse al fondo del océano los inefables aires de Haendel, Pergolesi, Caldara o incluso y sobre todo, no pocas músicas de las que sonaban por esta turbulenta ciudad cuando por aquà vivÃan Farinelli, Scarlatti, Boccherini, Nebra, el Padro Soler, etc.!
Pasen y vean: www.musica.condeduquemadrid.es
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