El americano imposible o Disney como el discutible sujeto perfecto para una 贸pera
El Teatro Real de Madrid estrena mundialmente la 煤ltima 贸pera de Philip Glass, The Perfect American, con libreto de Rudy Wurlitzer, basada en los 煤ltimos meses de la vida de Walt Disney. Es una coproducci贸n con la English National Opera de Londres y cuenta con ocho representaciones, del 22 de enero al 6 de febrero.
John Easterlin (Andy Warhol) 漏 Javier del Real
El pasado 10 de enero se produjo una primera rueda de prensa (porque ha habido m谩s de una) para presentar esta 贸pera. En esa rueda de prensa se escucharon cosas como que la citada 贸pera hab铆a comenzado a gestarse en el a帽o 2000, interesante lapso de tiempo, 13 a帽os, que podr铆a haber producido una obra 鈥渆pocal鈥. Pero quiz谩 la frase que me ha dejado perplejo es la siguiente: 鈥淒isney es un personaje muy complejo pero que tiene todo lo que debe tener para hacer una 贸pera, porque fue un hombre de su tiempo, conservador y al mismo tiempo visionario鈥. Todo esto, le铆do y publicado en este mismo medio.
Naturalmente, en una rueda de prensa se dicen cosas muy apresuradas, buscando el titular, como se dice. Tampoco hay que dejar de lado el efecto de la traducci贸n o el desd茅n del propio Glass. Pero la frase era tan chocante que merece la pena detenerse en ella.
驴Y que tiene de chocante, dir谩n ustedes? Resumo lo que me interesa de ella: 鈥淴 tiene todo lo que debe tener para hacer una 贸pera, Y y Z, etc.鈥 X es Disney, y 鈥渓o que debe tener鈥 es Y o Z. Es decir, da igual qui茅n sea el personaje y cu谩les sean sus atributos. Disney podr铆a haber sido conservador y al mismo tiempo visionario, como podr铆a haber sido progresista y miope, o reaccionario y creativo, o lo que ustedes quieran. Lo asombroso es que dos aspectos tan intercambiables del car谩cter y la peripecia vital de Disney sean todo lo que debe tener para hacer una 贸pera.
Y aqu铆 llegamos al quid de la cuesti贸n. Este blog ha nacido para interrogarse sobre lo que debe tener una 贸pera para ser 贸pera (en nuestros d铆as, claro, que el pasado est谩 muy clarito para todo el mundo), y a煤n no hab铆a ca铆do en que la respuesta estaba al alcance de la mano: una 贸pera se basta con ser un retrato de un hombre de su tiempo, conservador y al mismo tiempo visionario.
En fin, me lo pensar茅 dos veces para seguir con este blog, una vez que lo que buscaba se ha terminado por responder de manera tan meridiana. 驴O no? Porque, claro, habr谩 que esperar a que responda el tiempo, el p煤blico, la competencia, etc. O sea, que todav铆a puedo seguir abusando de su atenci贸n y seguir pidi茅ndoles que 鈥渟iamo forti鈥, 隆albricias!
Glass y la 贸pera
Pero antes de entrar en detalle con lo que es o parece ser este 鈥Perfecto americano鈥 subido a las tablas de un Teatro Real entontecido cuando navega por las mareas del hoy mismo, digamos algo del personaje principal de la cosa, el otro americano perfecto: Philip Glass.
Nacido en Baltimore el 31 de enero de 1937 (es decir, que cumplir谩 los 76 en Madrid), Glass se convirti贸 en los a帽os setenta en el m谩s conspicuo compositor minimalista dispuesto a ganar esa popularidad que todo perfecto americano considera imprescindible para 鈥渟er鈥. Su 贸pera Einstein on the beach (1976) se convirti贸 en un fen贸meno en los a帽os en que se palpaba la opci贸n posmodernista antes de convertirse en un felpudo en el que limpiarse los pies. La citada 贸pera no fue la primera minimalista, ese honor recae en La 贸pera de 4 notas (1972) de Tom Johnson, pero 茅sta era de c谩mara y no contaba con el respaldo del no menos sobrevalorado Bob Wilson.
No ironicemos demasiado, Einstein on the Beach sorprendi贸 muy gratamente a todo el mundo, incluyendo a quien esto firma. Pero hay productos con una mayor capacidad de desgaste que otros, y la marca Glass me temo que es de los primeros.
Philip Glass ha estado en Madrid en varias ocasiones, una de ellas fue en la primera mitad de los a帽os ochenta. Este humilde plumilla llevaba entonces la p谩gina de informaci贸n musical de un semanario de ocio y recib铆 una llamada ofreci茅ndome una entrevista con Glass; no ten铆a posibilidades de colocarla, pero era una ocasi贸n de conocer al hombre de moda y me apunt茅. Llegu茅 al hotel y la asistente me marc贸 el terreno: 鈥淭ienes 15 minutos鈥, suficientes para una entrevista que no iba a ninguna parte. Glass empez贸 aburrido y distante, lo normal, pero a la mitad comenc茅 a interesarle como para que dejara de mirarme como a un batracio. Le habl茅 de John Cage, luego de 贸pera y consegu铆 sacarle una frase que a煤n hoy es la 煤nica que recuerdo de aquello: 鈥Dicen en Broadway que el ballet es la casa del core贸grafo; el teatro, la casa del director de escena y la 贸pera, la casa del m煤sico鈥鈥 Luego me dio una tarjeta con el nombre de su oficina en la m铆tica calle del espect谩culo de New York.
Este recuerdo ablanda en m铆 cualquier beligerancia hacia el personaje; comprend铆 que Glass buscaba ser, denodadamente, un profesional, un se帽or que establece una marca y luego la pelea, la vende y no quiere m谩s explicaciones, sobre todo si son de car谩cter 鈥渆uropeo鈥 relativas a la originalidad, la trascendencia, etc. Glass quer铆a tener su propia casa, 驴hay algo malo en ello? No, desde luego, lo 煤nico malo, y siempre ser谩 discutible, es que tras Einstein on the Beach, la producci贸n de Glass pas贸 a convertirse en algo progresivamente m谩s cercano a la boller铆a industrial: algo que satisface primordialmente a quien tiene buen apetito y pocas opciones de comparaci贸n. Pero, como la boller铆a industrial, siempre tendr谩 su p煤blico y sus opciones de venta y, desde luego, al tendero no le vamos a pedir que cierre el quiosco, es alguien que se busca la vida en un entorno muy competitivo.
En cambio, no estar铆a de m谩s darle un tir贸n de orejas al que ha tra铆do al Teatro Real de Madrid este curioso bollycao, 驴o es un tigret贸n? Y, 驴por qu茅? Bueno, 驴acaso un teatro l铆rico que mide con extrema avaricia las producciones actuales, todo lo que se le ocurre es Philip Glass (y voy a ser lo suficientemente piadoso como para no incluir en este cap铆tulo a Ainadamar y a Pasi贸n y muerte de Marina Abramovic)?
Se trata del mismo del que ya se ha estrenado y escuchado su Corvo branco en el mismo Teatro, y del que ya se escuch贸 su Einstein on the Beach, en Madrid 92, aunque fuera en el Teatro de Madrid.
Sin salirse del minimalismo americano (no vayamos a ser procaces y a proponer a Carles Santos), todav铆a no se sabe nada del citado Tom Johnson, de Steve Reich (que, aunque tarde, ha hecho ya su 贸pera) o de John Adams.
En fin, no vamos a estar siempre con la misma canci贸n cuando hablamos del Teatro Real y contemos qu茅 ha pasado en esta disneyopera.
A partir del libreto de Rudy Wurlitzer, Glass adapta la figura de Walt Disney seg煤n la refleja el libro Der K枚ning von Amerika, de Peter Stephan Jungk, y que acaba de salir en espa帽ol con el mismo t铆tulo que la 贸pera, 鈥El americano perfecto鈥.
Seg煤n la 贸pera de Glass (el libro no lo he le铆do ni estoy especialmente interesado), el mago de la animaci贸n y el gran imperio de la magia y la diversi贸n se nos aparece en los 煤ltimos cuatro meses de su vida, enfermo y nost谩lgico.
Toda la 贸pera respira la atm贸sfera de la muerte presentida y temida del gran hombre. Parece aletear en ella el mismo morbo obsesivo del protagonista de Citizen Kane, de Orson Welles. El gigante se muere, 驴cu谩l es su balance? 驴C贸mo gestiona sus recuerdos de infancia en los que, por lo visto, se encontrar谩n las claves de una vida de conquista del poder y la gloria?
La comparaci贸n no hay que llevarla demasiado lejos, en el cl谩sico filme de Welles, la referencia es Shakespeare, en el libreto de Wurlitzer, una en茅sima copia del ocaso del gran hombre.
Sea como fuere, una historia as铆 ti帽e de melancol铆a toda la 贸pera. En el balance, el Disney de Glass/Wurlitzer queda equilibrado, sus excesos reaccionarios, el impulso megal贸mano y sus ansias de control total se matizan por los sue帽os de una arcadia perdida en su Marceline natal: la vida natural, el campo, los animales, el ferrocarril visto por los ojos del ni帽o鈥
Todo esto es muy correcto, pero para que interese fuera del 谩mbito estadounidense 鈥搚 cuando la sombra de Disney huele a pasado por todos los poros a cualquiera que tenga menos de cincuenta a帽os鈥, para que la peripecia del emperador de la animaci贸n sea un s铆mbolo gen茅rico hace falta que lo cuente Welles o que uno sea yanki. Para los dem谩s, la historia es intercambiable; interesante quiz谩s y a ratos, pero demasiado vista para sentencia.
Y, sobre todo, encierra una trampa: puesto Disney como persona ante el juicio 煤ltimo, este juicio es el del p煤blico. Y la pregunta del mill贸n es: 驴Si el p煤blico absuelve a Disney, tambi茅n lo hace con esta 贸pera? Quiz谩 esta sospecha d茅 la clave de la condescendencia de Glass con un Disney del que no se ahorran los comportamientos aborrecibles en esos cuatro 煤ltimos meses de su vida.
M煤sica y oficio
Queda una pregunta definitiva: 驴Todo esto es oper铆stico?
Glass ya ha respondido: Disney 鈥渢iene todo lo que debe tener para hacer una 贸pera鈥. Pero, 驴Por qu茅? Ya sabemos que Glass dice que 鈥減orque fue un hombre de su tiempo, conservador y al mismo tiempo visionario鈥. Y como esta respuesta es sencillamente incongruente, no queda m谩s remedio que juzgar por uno mismo en la representaci贸n.
La respuesta a la pregunta anterior podr铆a ser que es un argumento oper铆stico si 鈥搚 solo si鈥 se tiene en mente la concepci贸n oper铆stica que tiene Philip Glass. Y como ya lleva 24 贸peras hechas y no tiene visos de parar, estamos ante un tema oper铆stico a la manera de Glass. Y la explicaci贸n a esto nos lleva a una afirmaci贸n 鈥減erformativa鈥: esto es cierto si es cierto. Y es que el arte, que es tambi茅n performativo, tiene esas cosas tan simp谩ticas. Para los admiradores de Glass, que no son pocos, esto es 贸pera de alto voltaje; para los que no, habr谩 que preguntarles, yo no me sit煤o en ninguno de ambos bandos.
Como mucho, me atrevo a afirmar que The Perfect American no decepciona a los fieles del producto Glass; quiz谩, incluso, se puede a帽adir que mejora respecto a producciones anteriores (pienso en Kepler, por ejemplo). Hay en esta agon铆a de Disney una riqueza de tonos sombr铆os que ampl铆a la gama expresiva de la casa Glass. El m煤sico de Baltimore no se sale del gui贸n, su m煤sica, anta帽o repetitiva, ahora es m谩s bien obsesiva; y como tiene ya un oficio teatral muy bien entrenado, pone esa obsesi贸n al servicio de una narraci贸n que lo agradece.
Al modo de la puesta en escena de Phelim McDermott, la profesionalidad de la m煤sica de Glass es impecable. Glass se ha convertido en el mejor montador de la m煤sica de Glass: su gama t铆mbrica, por ejemplo, alcanza cotas de gran brillo aqu铆. Un brillo opaco, como corresponde al clima p谩lido del enfermo Disney, pero resuelto con s贸lido acierto.
Pero una 贸pera, por m谩s que se adscriba al g茅nero 鈥溍硃era de Glass鈥, no es solo seguridad en el tratamiento instrumental; la historia nos la cuentan unos cantantes. Y aunque Glass tampoco se mueve mal aqu铆, su marca es muy inespec铆fica en lo vocal. Un cuasi recitativo que dura una hora y tres cuartos necesita mucha gasolina para justificarse. Aqu铆 la tiene a ratos. La producci贸n esc茅nica es muy solvente y contempla no pocos hallazgos. El mundo de dibujos proyectados en sucesivas capas de tela tiene el suficiente brillo como para hacer olvidar que ni uno solo es de Disney, y no porque el mago no los hubiera hecho (como se encargan de decirnos en la historia), sino porque est谩 claro que el gigante empresarial actual del imperio Disney no ha permitido el uso de ni una raya de la casa.
La historia, a mi juicio, apenas despega. Tiene interesant铆simos momentos de cinco o diez minutos esparcidos por los dos actos, pero una continuidad penosa de la que no se salva ni con postizos del tipo aparici贸n de Andy Warhol o del mu帽eco neum谩tico que representa a Abraham Lincoln.
Por su parte, no son pocos los movimientos de escena que recuerdan o evocan esa cargante c谩mara lenta que Bob Wilson ya ha firmado para la eternidad, aunque aqu铆 no aparece Wilson ni se le espera.
En suma, que todo, o casi, tiene calidad pero est谩 muy visto y o铆do, al menos para el que haya querido ver y o铆r.
Glass no defrauda a los suyos, sube incluso algunos puntos respecto a trabajos anteriores. Pero tampoco convence a los dem谩s aunque tampoco irrita. Si el producto se promociona bien y acuden los que deben acudir, los glassianos, no deja de ser una m谩s que correcta producci贸n y un estreno mundial para engrosar la lista del Teatro Real en materia de estrenos.
Para los otros, ser谩 un patinazo m谩s de un teatro empecinado en estrenar lo que no debe olvid谩ndose de lo que debe.
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