La demanda cultural: Poner el peso en el otro lado de la balanza
Para empezar y que luego no haya dudas: el sistema cultural español da algunas cifras interesantes, con una inversión del 0,4 % del presupuesto público se consigue contribuir con un 3,2 % al PIB nacional, un multiplicador alto, un 8 y un 3,6% del empleo, esto nos habla también de bajos beneficios y salarios también muy bajos.
Salvo en las “industrias culturales†– serialización de un prototipo, los neoliberales tratan de confundirnos al respecto- apenas hay empresas medianas y muy pocas grandes. Una mayorÃa somos nanoautónomos, autónomos o nanoempresas.
Con estos mimbres estábamos haciendo cestos razonables al mantener sostenidamente unas polÃticas consistentes en traspasar fondos públicos a la oferta y la exhibición (idea-producción-exhibición-giras) tanto en las artes escénicas como en las musicales, visuales, artesanÃas, literatura. Para que no quepa duda tampoco: he defendido durante muchos años esta dinámica en las polÃticas culturales, he teorizado y escrito algunos libros que incidÃan sobre ello.
Pero he aquà que sobreviene una pandemia y de un dÃa para otro se cancela toda la actividad. ¿Por dónde empezar de nuevo? Bueno, es el momento de intentar un nuevo modelo de polÃticas culturales ya que la sociedad – convulsionada por la pandemia- nos está pidiendo ideas y valores nuevos, nuevas formas de relación, como estamos viendo en las redes estos dÃas: un suflé digital que ha subido de repente e irá bajando poco a poco quedando las mejores secuencias, las mejores ideas y prácticas. Es una táctica que considero adecuada para seguir bien posicionados en el imaginario cultural social.
El cambio de modelo debe ser más profundo. Debemos explorar qué pasa si apostamos más decididamente por “la demanda†final, por el público, los espectadores, los ciudadanos. Hasta ahora se van publicando algunos estudios sobre el momento actual y nos van diciendo algo que ya sabÃamos: que nos parecemos mucho a los deportes en directo, en vivo, que nos mueven razones parecidas y tememos a los mismos problemas.
La encuesta más completa que haya visto al respecto ha sido realizada en Washington DC sobre los públicos de los teatros y auditorios. Realizada por una prestigiosa consultorÃa y a algo más de tres mil personas. Shugoll Research.
Nos dice lo siguiente: solo el 30 % de los habituales volverÃan inmediatamente a los teatros, un 50 % no cree que vuelva pronto y un 20% no tienen previsto regresar nunca; se puede estar perdiendo una parte importante de las futuras audiencias. En el caso de salas y teatros independientes, una buena proporción –el 34%- regresarán inmediatamente, son público muy fidelizado. Van a tardar más los aficionados al teatro comercial, Broadway goers les llaman.
Mayores de 65 y público con menores recursos ni se plantean volver, incluso aunque baje el precio. Los mayores no volverán hasta que haya una vacuna.
No preocupa a corto y medio plazo “el programa†sino las condiciones de exhibición, las salas, las condiciones sanitarias e higiénicas de los espacios, concretamente: limpieza, desinfecciones generalizadas, geles sanitarios y mascarillas disponibles para todos los espectadores, distancia entre espectadores, de al menos de un asiento entre ellos. Claro, todo esto aumenta los costes de producción y las posibilidades de amortización de ese espectáculo. y por tanto el precio de la entrada.
No todo son malas noticias: apuntan como una de las soluciones bajar los precios – obvio- ya que baja la percepción del riesgo de la decisión y emerge una de las posibles medidas de apoyo a la demanda: una especie de cheque “Welcome back†donde el interesado se registra en una base de datos pública y al asistir a alguno de los recintos adheridos, es el recinto el que recibe directamente la ayuda económica solo con dar su nombre. Un apoyo directo, no al teatro por su programa, sino por la capacidad – comunicación y trabajo en redes- de captar espectadores a partir de esa base de datos.
El apoyo ya no serÃa directamente al espacio en base a su programación –en Europa seguirÃa existiendo, lo mismo que a la producción- sino que dicho apoyo lo verÃa muy claramente “la demanda final†, X euros (dólares allÃ) si –una vez registrado- decides asistir a uno de esos espacios. La administración transfiere directamente esos recursos.
¿Qué ha pasado con los cheques de cultura y educación en Italia, Francia, España? Apenas hay estudios de impacto y evaluación al respecto.
Ahora WDC da un paso más: no te digo de qué cantidad anual vas a disponer pero vas a notar ese apoyo en una rebaja sustancial en el precio de la entrada y en base, no solo al programa y habilidades comunicativas de la gerencia, si no de las condiciones ambientales, sanitarias y de acogida – en esto somos especialmente deficientes en España- de los equipamientos culturales hacia sus públicos.
Un claro apoyo a la demanda que debemos ensayar ya en Europa y España…o lo dejamos, claro. ¿Resistencias? Claro que las habrá, tanto por parte de la oferta inicial – producción- que quizá vea como parte de sus apoyos van al otro lado de la balanza y por parte de equipamientos que – incluso con buen programa- hacen poco por la comunicación, difusión en redes, fidelización y acogida de públicos.
Es un reto al que nos tenemos que enfrentar todos.
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No sé si comparar la realidad española e incluso la Europea con la realidad teatral de los USA para realizar un pseudo estudio de público puede ser confuso. Especialmente cuando no tienen nada que ver entre sÃ, supongo que hablas con conocimiento de causa, por que si no, tirarse el moco, con la excusa de enfrentar realidades paralelas puede ser un ejercicio bastante inocuo a la hora de aportar soluciones a un problema.
Hola, su opinión , parte de una crÃtica al neoliberalismo, para luego profundizar en un estudio de una ciudad: Washington DC ( cuna del neoliberalismo hippie) para promover y controlar el uso y afluencia de las salas de teatro (puro neoliberalismo y control de masas). Además dudo mucho de que un estudio hecho en Estados Unidos, donde los efectos de la pandemia han sido posteriores puedan ser fiables con respecto a nuestra situación. Si conociera el sistema americano, sabrÃa que muy pocos son los teatros públicos y menos compañias. Es un sistema privado en su mayoria y no dependiente del estado como en si sucede en el estado español, donde afortunadamente tenemos un gran respaldo público. Vamos, que vaya lÃo se ha montado usted solo.
El elemento más interesante del artÃculo es el hecho de traer a colación que el entorno artÃstico guarda bastante relación con el mundo del deporte de masas. Yo en particular me centraré en el de ma música académica (no me resignaré a mal llamarla ‘clásica’), si bien la mayorÃa de apreciaciones pueden extrapolarse por analogÃa. La necesidad de recuperar una inexorable pérdida de interés por tantos millones de personas por un ámbito estratificado y descarrilado absolutamente, tanto a nivel artÃstico como mercantil, ha degenerado en un culto a la mediocridad. La media de edad que consume productos de música académica cada vez es más elevada -muy elevada-, además de cuantitativamente decreciente, y eso es una muestra fehaciente de la poca sostenibilidad a medio y largo plazo del sector. Digan lo que digan, este es uno de los males endémicos, el cual genera una desestabilización que muchos profesionales se empeñan en maquillar con cuestiones de tipo finanancieras, público-privadas, de ideologÃa económica o planificación empresarial, o incluso de cultura del consumo. Estas posturas existen desde hace muchos años y la situación no ha ido más que a peor, la prueba está en que las curvas negativas del sector son exponenciales. No nos engañemos, los consumidores no necesitan ‘incentivos’ ni facilidades ni nada por el estilo; la teorÃa económica más básica demuestra como un cliente con interés gasta gustosamente y realiza sus elecciones/preferencias de acuerdo con este principio. Existe un mal demasiado extendido -que la realidad pone cada vez más en su justo lugar- de que cualquier expresión artÃstica es ‘cultura’, y que por ello requiere de una especie de ‘cariño’ y ayuda tanto de lo público como del ciudadano. Es suficiente con señalar que eso es un error ontológico de primera magnitud y que, por lo tanto, no se aguanta más que en el deseo de sustento personal que cada uno de nosotros y nosotras tiene. Todas las crisis afectan más o menos a cualquier sector del hombre, y eso hace que el sistema de decisiones del ciudadano/consumidor se altere en sus prioridades. Pese a ello, se ha demostrado como, incluso en momentos asÃ, el interés personal en un elemento es capaz de alterar prioridades más lógicas (un gran ejemplo de ello fueron los aficionados del football durante la crisis financiera anterior). Y eso nos lleva a lo mismo: simplemente el sector es cada vez menos atractivo, y los supuestos como el actual aceleran su deficiencia. Siempre he pensado algunas soluciones generales en el sector de la música académica: eliminar las tan extendidas y perniciosas conductas endogámicas -como muchas prácticas en concursos de composición o de interpretación, o incluso en los propios centros de aprendizaje-; fomentar el talento innovador a través de iniciativas privadas; conseguir desposeer al sector de la aura de ‘tiempos casposos’ (no hace falta sino ver muchos comentarios de supuestos entendidos en música sobre hechos como los acaecidos en relación a Plácido Domingo… vergonzoso que algunos utilicen su carrera musical para justificar los hechos sucedidos y quitarles asà importancia; si lo sucedido lo hace un polÃtico nadie con dos dedos de frente se pone a alegar su gran aportación en el mundo de la polÃtica, al contrario generalmente piden la dimisión -como debe ser-. Y la música ni ningún arte, ni nada, exhonera al hombre de su comportamiento); solo por citar algunas de las miles y asà podrÃa continuar con un blog entero. Valga aquà un ‘resume’: el sistema de competencia siempre acaba poniendo en su lugar a aquellos proyectos que no son viables. Todo docto sabe que ninguna ayuda o incentivo de lo público puede suplir las deficiencias de una falta notable de competitividad -como mucho retarda la fallida a corto plazo-. El dÃa que lea un artÃculo u opinión en el sector que no sea autocompasivo y que especifique las deficiencias intrÃnsecas de este ‘mundillo’ en la actualidad y que son independientes a elementos propiamente externos, recobraré mi confianza en todo ello.