Salvo en las “industrias culturales” – serialización de un prototipo, los neoliberales tratan de confundirnos al respecto- apenas hay empresas medianas y muy pocas grandes. Una mayoría somos nanoautónomos, autónomos o nanoempresas.
Con estos mimbres estábamos haciendo cestos razonables al mantener sostenidamente unas políticas consistentes en traspasar fondos públicos a la oferta y la exhibición (idea-producción-exhibición-giras) tanto en las artes escénicas como en las musicales, visuales, artesanías, literatura. Para que no quepa duda tampoco: he defendido durante muchos años esta dinámica en las políticas culturales, he teorizado y escrito algunos libros que incidían sobre ello.
Pero he aquí que sobreviene una pandemia y de un día para otro se cancela toda la actividad. ¿Por dónde empezar de nuevo? Bueno, es el momento de intentar un nuevo modelo de políticas culturales ya que la sociedad – convulsionada por la pandemia- nos está pidiendo ideas y valores nuevos, nuevas formas de relación, como estamos viendo en las redes estos días: un suflé digital que ha subido de repente e irá bajando poco a poco quedando las mejores secuencias, las mejores ideas y prácticas. Es una táctica que considero adecuada para seguir bien posicionados en el imaginario cultural social.
El cambio de modelo debe ser más profundo. Debemos explorar qué pasa si apostamos más decididamente por “la demanda” final, por el público, los espectadores, los ciudadanos. Hasta ahora se van publicando algunos estudios sobre el momento actual y nos van diciendo algo que ya sabíamos: que nos parecemos mucho a los deportes en directo, en vivo, que nos mueven razones parecidas y tememos a los mismos problemas.
La encuesta más completa que haya visto al respecto ha sido realizada en Washington DC sobre los públicos de los teatros y auditorios. Realizada por una prestigiosa consultoría y a algo más de tres mil personas. Shugoll Research.
Nos dice lo siguiente: solo el 30 % de los habituales volverían inmediatamente a los teatros, un 50 % no cree que vuelva pronto y un 20% no tienen previsto regresar nunca; se puede estar perdiendo una parte importante de las futuras audiencias. En el caso de salas y teatros independientes, una buena proporción –el 34%- regresarán inmediatamente, son público muy fidelizado. Van a tardar más los aficionados al teatro comercial, Broadway goers les llaman.
Mayores de 65 y público con menores recursos ni se plantean volver, incluso aunque baje el precio. Los mayores no volverán hasta que haya una vacuna.
No preocupa a corto y medio plazo “el programa” sino las condiciones de exhibición, las salas, las condiciones sanitarias e higiénicas de los espacios, concretamente: limpieza, desinfecciones generalizadas, geles sanitarios y mascarillas disponibles para todos los espectadores, distancia entre espectadores, de al menos de un asiento entre ellos. Claro, todo esto aumenta los costes de producción y las posibilidades de amortización de ese espectáculo. y por tanto el precio de la entrada.
No todo son malas noticias: apuntan como una de las soluciones bajar los precios – obvio- ya que baja la percepción del riesgo de la decisión y emerge una de las posibles medidas de apoyo a la demanda: una especie de cheque “Welcome back” donde el interesado se registra en una base de datos pública y al asistir a alguno de los recintos adheridos, es el recinto el que recibe directamente la ayuda económica solo con dar su nombre. Un apoyo directo, no al teatro por su programa, sino por la capacidad – comunicación y trabajo en redes- de captar espectadores a partir de esa base de datos.
El apoyo ya no sería directamente al espacio en base a su programación –en Europa seguiría existiendo, lo mismo que a la producción- sino que dicho apoyo lo vería muy claramente “la demanda final” , X euros (dólares allí) si –una vez registrado- decides asistir a uno de esos espacios. La administración transfiere directamente esos recursos.
¿Qué ha pasado con los cheques de cultura y educación en Italia, Francia, España? Apenas hay estudios de impacto y evaluación al respecto.
Ahora WDC da un paso más: no te digo de qué cantidad anual vas a disponer pero vas a notar ese apoyo en una rebaja sustancial en el precio de la entrada y en base, no solo al programa y habilidades comunicativas de la gerencia, si no de las condiciones ambientales, sanitarias y de acogida – en esto somos especialmente deficientes en España- de los equipamientos culturales hacia sus públicos.
Un claro apoyo a la demanda que debemos ensayar ya en Europa y España…o lo dejamos, claro. ¿Resistencias? Claro que las habrá, tanto por parte de la oferta inicial – producción- que quizá vea como parte de sus apoyos van al otro lado de la balanza y por parte de equipamientos que – incluso con buen programa- hacen poco por la comunicación, difusión en redes, fidelización y acogida de públicos.
Es un reto al que nos tenemos que enfrentar todos.
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