El Schubert sinfónico, la misa de Schumann y las relecturas sonoras
Schubert-Schumman. Balthasar-Neumann-Chor & -Solisten y Balhasar-Nuemann-Ensemble, Thomas Hengelbrock. Deutsche Harmonia Mundi, 2019. 88985417492.
Thomas Hengelbrock frentre al Balthasar Neumman Chor, Solisten y Ensemble se embarcan con éxito en la difícil tarea de brindarnos una lectura propia de la obra de dos de lo grandes autores canónicos del XIX.
Cierto es que compositores como Schubert o Schumann no parecen agotarse por estar siempre “en repertorio”. Pero también hemos de admitir que las razones de ese tipo de permanencia suelen estar asociadas con una tipología formal o un rasgo compositivo concreto, sobre todo en aquellos autores con catálogos extensos.
En el caso de Schubert su extensa producción de lieder acapara la mayor parte de la atención de quienes se acercan de una u otra manera a la performance de la música del vienés. Pero el caso es que el éxito de sus canciones de concierto se debe en gran parte a su merecidísima fama de melodista sin par, tanto por lo prolífico como por su capacidad de generar joyas melódicas de gran belleza, sobre todo dentro del contexto cultural del romanticismo. Si esto lo vemos con cierta distancia, podemos percibir como parte de un gran todo obras como su Stabat Mater en sol menor (D 175) y su célebre Sinfonía nº 7, más conocía por “Inconclusa” (D 752). El primero de estos ítems y los dos movimientos del segundo son las tres primeras pistas del cd Schubert-Schumman por el Balthasar-Neumann-Chor & -Solisten y el Balhasar-Nuemann-Ensemble, con Thomas Hengelbrock en el podio.
El track que abre el cd es el precioso Stabat mater, en un expresivo sol menor, en el que, a través de coro y orquesta, podemos escuchar el precioso poema medieval sobre los dolores de la Virgen. Aquí Hengelbrock logra sacar punta a los múltiples detalles que propone el autor en torno al texto, con un solvente coro.
Hay que decir que si algo ha planeado sobre las versiones de las obras de Schubert es cierta analogía sonora con el carácter nonchalante asociado a la personalidad del compositor (cosa que también ha de ser revisada, por cierto). Un gran ejemplo de ello es la Inconclusa de Schubert en donde esta tendencia nos ha legado no pocas versiones flojas o planas de matices (lato sensu). No es este el caso de la propuesta que nos ocupa, porque aquí el director hace uso de una extensa paleta dinámica y gran variedad de matices y recursos expresivos, consiguiendo una versión bien contrastada y con una garra que podemos echar de menos en otras propuestas sobre esta sinfonía.
La única misa de Schumann con sus seis números es la segunda parte de esta producción. Un aspecto muy destacado en esta obra es que, lo que conocemos como misa cíclica –una misa en varios numero compuesta de una manera unitaria, a modo de ciclo– tiene ciertas características formales muy observadas teniendo en cuenta su carácter litúrgico; Schumann no pocas veces se aleja estas. Aunque ello llama mucho la atención de entrada, no podemos decir que esperáramos algo demasiado diferente del alemán. Para comenzar, en el “Kyrie” no usa solistas, un recurso muy recurrente sobre todo para la sección del “Chirste” en las misas para coro, solista y orquesta a partir del siglo XVIII.
También hay cierto acuerdo en la acentuación y la disposición del texto, en cuanto a lo mensural, que son comunes a un ámbito geográfico y temporal concreto. En el “Gloria”, Schumann también se separa de la convención a este respecto para época su época. Algo parecido sucede con el “Credo”, en el que además el autor prescinde también de solistas.
El ciclo incluye una pieza para el ofertorio, en este caso para soprano solo, un sencillo, corto y hermoso “Tota puchra es Maria”.
Otro punto en el que se desmarca Schumann de las convenciones para la misa cíclica para coro y orquesta de su tiempo, y sin duda una de las soluciones creativas más interesantes en esta obra, es en la inclusión del texto “O salutaris hostia” hacia el final del Sanctus. Viniendo de un creador con inquietudes que sobrepasan lo musical, con inclinación a lo literario, es una hermosa construcción el que el texto del Benedictus –segunda parte del “Sanctus”– que cita el pasaje bíblico en el que Jesús entra aclamado por la multitud a Jerusalén como antesala a su pasión, desemboque en un texto que ensalza a la eucaristía, resaltando así el sentido que viene implícito en la ordenación del “Sanctus” dentro de la liturgia que, pasando por el Agnus Dei –que comenta a Jesús como víctima propiciatoria para la redención de los hombres– , nos conduce hasta la comunión.
Como cierre a esta misa, Schumann nos brinda un Agnus Dei en el que, proponiendo simetría formal (y de ethos), vuelve a prescindir de solistas, como en el “Kyrie”. El número es de un elegante carácter luctuoso, en el que esta vez si se acerca a las convenciones, concibiendo la última invocación de este canto –“danos la paz”– como una sección más luminosa que sirve de brillante cierre.
La orquestación de esta obra es densa, algo que se puede notar en el balance entre coro y orquesta, sobre todo en los momentos de fortes y fortissimos donde se hace sonar al coro y a la orquesta al pleno. Esta circunstancia es comúnmente tomada, entro otras, como una deficiencia en la técnica de orquestación de Schumann. El director no hace nada para cambiarlo, cosa que sí harían otros sin dudarlo, pero a nosotros nos parece que es una buena decisión el no hacerlo, porque en ese efecto de masa sonora compacta que se aleja de una disposición binaria de voz(voces)+orquesta es dónde encontramos uno de los atractivos sonoros de la obra compositiva del alemán. Ergo, la decisión de traernos la misa de Schumann dejando ver esta manera de orquestar es a nuestra manera de ver una de las virtudes de este disco.
Otro gran valor que vemos en esta versión de la misa de Schumann y que se completa con los tracks anteriores del cd y el cómo son presentados, es que es un magnífico ejemplo de cómo se puede hacer una propuesta artística, una lectura propia, que es a fin de cuentas una relectura, de obras de dos grandes autores canónicos del XIX sin que ello quede solo como una intención explicada en el booklet del cd –a la manera de las largas explicaciones escritas para ciertas instalaciones cuando visitamos una galería–, sino que es algo que se hace patente sonoramente, desde la manera en cómo se afilan, o no, detalles para ciertas obras, hasta la elección de que piezas formen el grupo de pistas que escuchamos, lo que nos hace “voltear el oído”, teniendo en cuenta nuestro horizonte de expectativas como escuchas, hacía otras maneras de entender a estos compositores.
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