Obras multidisciplinares enmarcan la 49 edición del Festival de Música contemporánea de Darmstadt
Del 14 al 28 de julio de 2018 se han dado cita en esta ciudad alemana alrededor de 400 participantes de 50 nacionalidades para abordar las tendencias en la creación de hoy.

© Joachim Spieth
Un intenso programa de conciertos, cursos, conferencias y workshops, tuvieron lugar en más de 66 eventos, guiados por más de 60 tutores relevantes del panorama compositivo internacional, y así, pusieron de relieve las últimas tendencias en la creación musical del siglo XXI. Una experiencia catalizadora para todos los asistentes que siguieron el arte de nuestro tiempo durante todo el día a lo largo de dos semanas y abarcaron desde conciertos orquestales y de ensembles, hasta obras multimedia y teatrales, instalaciones de sonido, electrónica experimental, improvisación y música para espacios públicos al aire libre.
La Frankfurt Radio Symphony dirigida por el suizo Baldur Brönnimann, abría el Festival con obras que garantizaban una llamada de atención. Estas son la de los compositores Bára Gísladóttir, VAPE (2016/17), Sarah Nemtsov, dropped.drowned (2017) y sobre todo, la de Simon Steen-Andersen, Piano Concerto (2014), para la que se contó con la colaboración del pianista Nicolas Hodges. Un estreno que incluía imágenes de vídeo mostrando la caída de un piano de cola de ocho metros de altura a cámara muy lenta mientras Hodges interaccionaba con el piano demolido.
Por otra parte, la instalación interactiva Orchestra On A Wire (2018), de Christina Kubisch, incluía la participación de hr-Sinfonieorchester (orquesta grabada), la interpretación en directo del Quartetto Maurice y el sonido procesado de la mano del ingeniero Eckehard Gütherque. En ella se invitaba al público a moverse libremente con auriculares especialmente desarrollados por creadora en la década de 1980, para así percibir diferentes sonidos según las áreas en las que se estaba. Esta tecnología se vale de la inducción electromagnética, una técnica en la que los sonidos grabados o en vivo y las señales electromagnéticas inaudibles se transmiten a través de cables eléctricos. Christina Kubisch, que celebró su 70 cumpleaños en enero de este año, asistió a los cursos de verano de Darmstadt en la década de 1970 por primera vez y se unió a esta edición también como profesora de composición y arte sonoro.
El compositor y trombonista Weston Olencki enmarcó el programa con una propuesta muy diferente. Al principio del Festival, como solista de trombón y además electrónica, abordó obras de Jessie Marino, Ritual I :: Commitment :: BiiM (2011), Katherine Young, puddles and crumbs (2014/15) y Geroge E. Lewis, Oraculum (2016), y en la clausura, junto a Madison Greenstone, con objetos, y al también trombonista Matt Barbier, ofrecieron composiciones de Laura Steenberge, Morpheus Laughs, Orpheus Wakes (2018); Sam Pluta, Matrix (for George Lewis) (2017); Lester St. Louis y Michelle Lou, Proxy Medium (2018) y una pieza compuesta por el conjunto de intérpretes, RAGE THORMBONES, Piece for two trombones (2018). Weston Olencki subrayaba en sus propias notas al programa la intención de expandir el sonido del trombón a través de la composición, la improvisación y la electrónica.
El maratoniano encuentro tuvo un cierre contrastante, de una exquisitez extrema. Por un lado, los sonidos de la obra meditativa STIMMUNG (1968) para seis voces -versión Paris- de Karlheinz Stockhausen, interpretada por Chorwerk Ruhr y dirigida por Julia Mihály, pudieron disfrutarse por partida doble, al amanecer (6:00 h.) en un marco natural, Darmstadt Forest Art Path, y al atardecer (21:00 h.) en la Iglesia St. Ludwig de esta ciudad. La interpretación fue de un gran nivel y los espacios elegidos sumaron a la obra, tanto por el marco natural matutino que le es muy propio a la obra, como por la buena adaptación de la amplificación sonora “radial” que diseñaron, en función de la planta circular arquitectónica de la Iglesia, en la última jornada.
Entre medias, para aquellos que quisieran salir del efecto entre catártico y catatónico que esta obra producía, tuvo lugar una muy buena improvisación en solitario del artista libanés Tarek Atoui, con instrumentos electrónicos y software que había desarrollado previamente en diferentes proyectos, como Un-drum y The Metastable Circuit. Decenas de muestreadores polifónicos le permitían improvisar con secuencias grabadas previamente para el deleite del público.
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