¿Qué (más) hacer?
Ahora que hemos desenterrado el problema de los horarios de España, vemos que la falta de adecuación de los horarios culturales a los condicionantes de la vida actual nos hacen perder recursos muy escasos y provocan un cierto malestar organizativo.
Supongamos que en un ataque de “buenismo” aceptamos como inevitable el recorte de actividad musical inducido por la dramática bajada de presupuestos destinados a la cultura en general. Una catástrofe, sí, pero vamos a seguir con el argumento.
¿Qué hacer? ¿Qué más podríamos hacer? Hay algunos aspectos de la actividad cultural que no hemos manejado para atraer más gente a nuestras actividades. Claramente dos: establecer buenas políticas de precios, algo mucho más complejo que el gratis total o el precio máximo entre los que basculamos en España. Y otra medida más oculta, menos “tangible” que los precios. Los horarios.
Las costumbres y las tradiciones son importantes, pero son “locales”. Pasan cosas muy diferentes en Girona y en Huelva, en A Coruña y en Almería, en Madrid y en Soria, por citar los extremos y también entre Berlín y Madrid o Barcelona.
Mi idea es que este tema es un agujero negro por el que se nos escapan grupos sociales que están interesados en la actividad cultural y musical. Muchos de ellos con cierto poder adquisitivo –profesiones liberales, empleados cualificados– y otros son “público cautivo” –estudiantes para los que la cultura es un gran complemento formativo–. Muchos de ellos ya no viven en el down-town, en el centro comercial y cultural de nuestras grandes y medias ciudades. El ejemplo de las segundas y terceras ciudades es paradigmático en este sentido.
Muchos de los interesados en la actividad cultural no viven en el centro de la ciudad, ni siquiera en los ensanches del siglo XX. Viven o vivimos en barrios alejados, en zonas residenciales o en los municipios de una cada vez más extensa “área metropolitana”. Hasta Segovia tiene ya la suya.
Simplemente, no es fácil conciliar vida personal-profesional-cultural con actividades que comienzan a las ocho y media, nueve o nueve y media de la tarde si al día siguiente el despertador suena antes de las siete de la mañana. Con una hora de media de traslado hasta el lugar de trabajo en España. Simplemente, los “costes de oportunidad” se ponen en marcha y hacen que para muchos el descanso se perciba como más necesario que el disfrute cultural con la continuidad de nuestros convecinos portugueses o del resto de Europa. Perdemos aficionados, recursos económicos, empleos y la posibilidad de aumentar la oferta cultural.
¿Qué decir de sesiones artísticas destinadas a públicos de mayor edad? Para ellos es vital moverse por la ciudad cuando hay aún frecuencia en los transportes públicos y gente suficiente por la calle, algo que aumenta su confianza y seguridad.
De igual manera vemos que si el comercio cierra a horas tan tardías como las ocho y media o nueve muchos de sus empleados, con interés y formación suficiente, no tienen siquiera la oportunidad de asistir a la actividad cultural de su ciudad, actividad que además pagan a través de los impuestos, pero de la que no disfrutan. Hubo hace años un aviso en este sentido con la puesta en marcha del renovado Teatro Calderón de Valladolid, donde se comenzó a programar a las ocho de la tarde.
¿Es esta medida –adelantar los horarios– la más importante? No, claro, pero tampoco es la de menor calado. En Madrid o Barcelona siempre tienes gente dispuesta a asistir a las siete –mucha población flotante, turismo– pero en segundas y terceras ciudades el asunto empieza a preocupar. ¿Dónde están los aficionados de los ochenta y noventa?… muchos han pasado a interesarse por otras actividades, otros –también muchos– ya no viven en el centro de las ciudades o atraviesan una fase de su vida en la que prolongar más allá de las diez el disfrute cultural habitual, de continuidad, hace que se pongan en una balanza, en un plato el disfrute cultural y en el otro plato el descanso, la vida familiar, la lectura tras la cena… o ver en youtube los vídeos de ese artista que podrías haber visto en directo un par de horas antes.
Pensemos en ello, creo que merece la pena.
(Ahora me pongo el casco para aguantar el chaparrón)
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Queridos amigos,
creo que el tema que exponéis es de suma importancia y me gustaría añadir algo más. No sólo los horarios influyen para atraer más público, sino también la forma de fidelizar dicho público. Se está produciendo un fenómeno de en muchas de nuestras orquestas, y eso les está perjudicando a mi juicio tanto como los horarios o los precios. Ambos factores serían menos problema si supieran crear en el público a través de las redes, el sentimiento necesario para acudir a estos conciertos a pesar del precio o el horario. SI se me permite el ejemplo, ¿no acude la gente al fútbol con esos precios y esos horarios?.
Saludos,