Múnich despide el monólogo carmelitano de Tcherniakov
Descendientes de Francis Poulenc y Georges Bernanos, compositor y libretista, respectivamente, de ‘Diálogo de Carmelitas’, contra las licencias del director ruso.
Para cumplir con las expectativas de cada espectador en particular, algunas óperas deben superar en momentos precisos su especial prueba del algodón. En mi caso concreto, para comprobar la solvencia de una producción de Diálogos de Carmelitas –junto a La voz humana, ambas encargo de La Scala de Milán, las grandes óperas serias de Francis Poulenc–, necesito la aparición irreprimible de al menos una lágrima en la última escena: cuando la protagonista, Blanche de la Force, olvidando su pasada inseguridad y el miedo a la muerte, regresa para unirse a sus compañeras de convento camino de la guillotina, aceptando el martirio tras ellas.
En la creación de Dmitri Tcherniakov para Múnich se echa en falta ese efecto dramático que minuciosamente musicó Poulenc, con notas cortantes como la afilada hoja decapitadora, haciendo partícipe al espectador de la muerte de cada hermana. Aquí esto no sucede. Para empezar, el director escénico Dmitri Tcherniakov traduce el diálogo por un monólogo personal, transportando el argumento desde los tiempos de la Revolución Francesa –marco en el que Georges Bernanos hace transcurrir la historia de su drama llevado al cine antes de adoptarlo Poulenc–, al de las purgas estalinistas más virulentas. Convirtiendo para ello el convento carmelitano en comuna femenina de connotaciones religiosas, en la que cabe cualquier manifestación anímica. Incluida la homosexualidad de la dominante Marie, la subpriora, que Tcherniakov presenta como jefa de filas de las novicias.
En este terreno, el creador ruso de quien esta temporada se incluyen dos producciones en el Real –Lady Macbeth y Don Giovanni– tiene muchas bazas ganadas. Quienes vieron el Eugene Onegin que abrió en el Teatro Real la era Mortier recuerdan el aislamiento extremo al que sometía a Tatiana, más allá de lo que marca el libreto. Siendo manifiesta su debilidad por las mujeres en circunstancias extremas, Diálogos de Carmelitas, con las hermanas recluidas, juntas y en sí mismas, era su terreno abonado. Y así es por momentos, cuando el Tcherniakov más inspirado, apoya la narrativa escénica de orfebre que se le conoce, con una iluminación fuera de serie de Gleb Filshtinsky. Pero eso es todo.
Hace una década, David Alden alteró cronológicamente para el mismo escenario la Dama de Picas de Tchaikovsky para instalarla en la URSS más depauperada de los años sesenta del siglo XX. Aunque la acogida de público y crítica fue desigual, la historia no sufría en su replanteamiento. El caso de Tcherniakov y los Diálogos es distinto. El martirio colectivo lo interpreta a su manera como una muerte sistemática por inhalación de gas (suicidio colectivo?). Un final que Blanche aborta, salvando una a una la vida de sus compañeras antes de que una explosión en la vivienda, la convierta en la única víctima mortal de la historia. Semejante alteración en un momento tan crucial no ha convencido a nadie. Menos, a los herederos de Bernanos y Poulenc. Unos y otros han litigado contra tal osadía, consiguiendo que la producción de Tcherniakov, tras las funciones de estos días, desaparezca para siempre de la programación del teatro. De ahí el interés por verla el domingo, cuando un invierno adelantado vestía Múnich de blanco. Quien sabe si en homenaje a la muerte un día antes de Hans Werner Henze, tan querido en la capital bávara, donde estrenó algunas de sus óperas. Como El príncipe de Homburg en su reorquestación definitiva de 1992, o la première absoluta de Venus y Adonis cinco años más tarde.
Un amigo del músico desaparecido, Kent Nagano, director musical del teatro desde 2006 hasta ahora, puso la nota de cordura de la tarde, compensando al público desde el apartado musical. Logrando de la orquesta las tensiones precisas para subrayar con intensidad los doce cuadros en los que se divide este drama de mujeres, donde los papeles masculinos apenas presentan interés. Esmerándose por equilibrar los colores vocales para que el argumento corra de un modo natural.
Así, mientras para la priora ha elegido a la mezzo Sylvie Brunet, especializada en repertorio wagneriano, ha pensado como su segunda, la madre Marie, en otra mezzo de amplios registros como la sueca Susanne Resmark, perfecta en su cometido de mujer fuerte. Fue la más aplaudida de la noche junto a Blanche, defendida por la soprano norteamericana Sally Matthews. Con ellas, las sopranos Soile Isokoski (Madame Lidoine) y Anna Virovkansky (Hermana Constance) remataron un reparto que compensó la velada, en la que también pusieron su parte el bajo Jochen Schmeckenbecher (Marqués de la Force), y los tenores Yann Beuron (Caballero de la Force) y Alexander Kaimbacher (limosnero), todos en la línea que requiere la partitura de Poulenc, a quien en 2013 se recordará con fuerza, medio siglo después de su muerte.
Lo lamentamos. No hay nada que mostrar aún.
- La Educación Musical y su evolución histórica desde comienzos del siglo ... en educación
- Bach, ¡la música! en cds/dvds
- El canto de las aves en la composición musical en educación
- Figuras clave de la música historicista con raíces gallegas brillan ... en música antigua
dejar un comentario
Puedes escribir un comentario rellenando tu nombre y email.
Puedes usar las siguientes etiquetas y atributos HTML: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <strike> <strong>
comentarios
No hay ningún comentario aún, ¡Sé el primero en comentar!