Plácido Domingo consolida en Sevilla su apuesta por ‘Thaïs’ de Massenet
La facilidad con que Plácido Domingo se proyecta en la ópera francesa es de todos conocida. Como también lo es esa especial fascinación por la obra de Jules Massenet (1842-1912), que llegó a su vida artística en 1969, cuando debutó como De Grieux en un montaje de Manon del Metropolitan neoyorquino.
Desde ese momento, Domingo no ha dudado en defender algunas obras menos conocidas de este compositor –en su historial están La Navarraise o Herodiade–, junto a grandes títulos como Werther o El Cid. Fue precisamente esta última ópera, que había debutado en Nueva York en 1976, la que Plácido interpretó en 1999, junto a Elisabete Matos y Ferruccio Furlanetto a las órdenes de García Navarro, en la capital bética. Desde entonces, no había vuelto. De ahí la avidez del público sevillano por verle de nuevo. En su reciente faceta de barítono, para mayor curiosidad, y en las tablas del remozado Maestranza, donde, en 1992, había oficiado ya como director orquestal en la Carmen incluida en la programación de la Expo.
Ahora se ha presentado cantando Athanaël, uno de los tres personajes incorporados últimamente a una descomunal cartera operística a punto de alcanzar 140 títulos. La primera de estas creaciones, Neptuno, en un pastiche barroco de William Christie para Met (La isla encantada), tuvo lugar en diciembre de 2012; la última, Francesco, uno de los Due Foscari verdianos, lo cantaba hace un mes en el teatro que Domingo dirige en Los Ángeles. Por medio, recordando el centenario de la muerte de Massenet, coprotagonizó la Thaïs que nos ocupa en Les Arts de Valencia, donde además se responsabilizó desde el foso del apartado musical de El Cid. Todo ello no supone el abandono definitivo de sus cometidos tenoriles, si pensamos que dentro de unos meses lo veremos como tal, presentando en Madrid el personaje que el mexicano Daniel Catán escribió para él en Il postino (El cartero y Pablo Neruda).
En la convicción de Domingo por Thaïs ha influído sin duda la fascinación por el montaje cargado de magia de Nicola Raab para la coproducción procedente de la Ópera Nacional de Finlandia y la Ópera de Gotenburgo, que se pudo ver en Valencia en su momento y ahora en Sevilla. La directora alemana, para hacer digerible hoy el libreto de Louis Gallet, ha decidido tratar el personaje anacrónico adjudicado a Domingo recurriendo al juego del teatro dentro del teatro. Transportando esta comedia lirica en tres actos y siete escenas desde el mundo bizantino a la estética preciosista del momento en que fue concebida: a finales del siglo XIX cuando, para el personaje central, Anatole France, de quien parte el argumento, se inspiró en la mítica actriz francesa Sarah Bernhard. Raab ha contado para este fin con la complicidad en el fascinante mundo de la escenografía y el vestuario de Johan Engels, así como con la prodigiosa iluminación de Linus Fellbom.
En semejante marco, Plácido Domingo, explotando al límite sus posibilidades de barítono agudo, más allá de sentirse cómodo en el papel, dibujado en la línea melódica a la que siempre aspira, se adueñe del mismo. Haciendo y deshaciendo hasta dotar de personalidad al eremita decidido a redimir a la seductora cortesana Thaïs, conminándola para que abjure de la idolatría y abrace el cristianismo. Convencida por sus palabras, la vestal de Venus renunciará a los placeres mundanos. Mientras, por imprevisible efecto de vasos comunicantes, el hasta entonces espiritual eremita irá sucumbiendo lentamente a la atracción carnal de la protagonista, que acabará elevada a los altares en Alejandría. Plácido convierte su personaje en un trasunto del Juan Bautista de Salomé, por el que podría postularse algún día si insiste en nuevos personajes de tesitura baritonal. Aunque sería más fácil que se decantase, por insistir con Massenet por la versión para barítono de Werter, la anterior cronológicamente en la casi treintena de obras del compositor.
Caballo ganador
Domingo se ganó al público del Maestranza desde el primer mutis. Y en todas sus posteriores intervenciones, para adjudicarse personalmente gran parte de los diez minutos de ovaciones destinadas al colectivo al terminar la representación. El porqué de arrancar el capítulo de los hechos acaecidos el jueves en Sevilla por quien no es el protagonista absoluto, está claro. Simple y llanamente, por tratarse del gran coloso madrileño. De alguien que, a estas alturas de su increíble carrera, está más allá del bien y del mal, elevando a categoría de acontecimiento cada una de sus apuestas. Thaïs lo es (lo va a seguir siendo, si pensamos que pronto la programará en Los Ángeles), y así se lo ha reconocido el público que el 25 de octubre abarrotaba el coliseo sevillano.
Pero también es cierto que apostar por una sola carta, práctica demasiado habitual en no pocos teatros, entraña un peligroso riesgo. En este punto, vaya el reconocimiento a Pedro Halffter en tanto que responsable artístico del teatro, por haber redondeado el cartel con un equilibrado reparto. Empezando por la soprano Nino Machaidze, cuya carrera avalan los principales escenarios del mundo, incluídos algunos de nuestro país, donde se la ha podido ver y escuchar en distintas ocasiones. La última, en febrero de este año, como Gilda en un Rigoletto de Las Palmas, después de haber defendido en 2010 el papel titular de Lucia de Lammermoor en Les Arts de Valencia y Marie en el Elisir d’amore del Liceu barcelonés, al que regresa en la primavera de 2013 como la Fiorilla de Il turco en Italia.
La joven cantante georgiana (nació en 1983), que a la belleza física une unas cualidades vocales de excepción, ha brindado a Sevilla su début como Thaïs, dando una lección interpretativa de este delicado papel que Massenet escribió para su estreno en 1894 en la Ópera Garnier de París a medida de la soprano norteamericna Sibyl Sanderson, a la vista de los favorables resultados que le aportó cinco años antes en La Ópera Comique de la capital francesa con Esclarmonde. Machaidze estuvo espléndida, transitando cómodamente entre la delicadeza de los pianísimos, la carnosidad en los registros centrales y la valentía en las notas altas más comprometidas, hasta redondear un personaje difícilmente superable. Junto a ella, al margen de la sirviente Crobyle, papel menor encomendado a la soprano germano-americana Micaëla Oeste, que ya lo cantó en Valencia, Halffter no ha dudado en cumplimentar el resto del elenco, para sorpresa de escépticos, a un despliegue de nombres españoles, que han superado cualquier expectativa.
Es el caso del tenor alicantino Antonio Gandía, que coincidió con Machaidze en el Elisir del Liceu. Alumno destacado de Alfredo Kraus, de quien ha heredado técnica y gusto, Gandía, que pronto seguirá los pasos de su maestro cantando Marina en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, demostró como Nicias, hedonista amigo de Athanaël y amante circunstancial de Thaïs, firme calidad en la voz y aplomo escénico. Resultados similares a los obtenidos como Palemón por el bajo catalán Stefano Palatchi, que volvió a dejar patente, con aplomo y seguridad, la profesionalidad de que siempre ha hecho gala.
Felicitaciones para el barítono David Lagares en su pequeña intervención como sirviente y a la mezzo vasca Marié Nogales, desdoblándose habilmente en las personalidades de Myrtale y Albine. Soprendente también el Coro de la Maestranza dirigido por Íñigo Sampil, del que sobresalió por su labor el septeto elegido para el grupo de cenobitas.
Cerrando la relación, Pedro Halffter, esta vez como director de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, titular del Teatro, pendiente en todo momento de la escena, revalidó con la batuta solvencia y solidez también en este repertorio. Felicitaciones por fin a Eric Crambes, violín solista para la Meditación del segundo acto, leit motiv posteriormente en momentos como el dúo de amor. Un fragmento que, tomando vida independiente, ha mantenido vivo el nombre de Thaïs hasta ahora, cuando parece reafirmarse definitivamente en el repertorio.
Esta producción de Thaïs forma parte del primer Festival Plácido Domingo, que se desarrolla en las ciudades de Sevilla y Málaga entre el 25 de octubre y el 3 de noviembre de 2012: www.placidodomingofestival.com
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