Ante el fallecimiento de Stefano Scodanibbio
En la noche del 7 al 8 de enero, hace apenas tres días, ha muerto el excepcional contrabajista italiano Stefano Scodanibbio en México.

Stefano Scodanibbio. ©Eva Soltes/www.stefanoscodanibbio.com
Nacido en Macerata, el 18 de junio de 1956, llevaba dos años batallando con la temible ELA (esclerosis lateral amiotrófica).
Scodanibbio no ha tenido tiempo de cumplir los 56 años ni de adentrarse en este año 12 en el que se cumple el centenario de John Cage, quien manifestó su admiración en una entrevista por la forma de tocar de este gran músico. Cuando Cage dedicó su Concierto de piano a David Tudor alguien dijo que no era una dedicatoria sino una indicación instrumental. En efecto, Tanto Tudor como una legendaria serie de músicos, compañeros de la generación de la vanguardia, de los que Scodanibbio representaba la voz maravillosa del contrabajo, habían desarrollado un estilo y una técnica tan personal de tocar que eran ellos mismos un instrumento. De entre ellos, Scodanibbio era el contrabajo. Un contrabajo que buscaba una voz amplia y plural que no quedara presa del profundo y simpaticón timbre habitual, grave, corto y nasal.
Scodanibbio colaboró con Bussotti, Donatoni, Estrada, Ferneyhough, Globokar, Sciarrino, Xenakis o Nono. Con este último compositor lo conoció Mauricio Sotelo, amigo y cómplice en numerosas aventuras musicales y con el que ha visitado España en numerosas ocasiones en la última década.
En esta década reciente, realmente prodigiosa para la música contemporánea en España y, ¡ay!, ya parece que a punto de difuminarse, Scodanibbio ha ofrecido en nuestro país prestaciones admirables. Recuerdo sus visitas con la ópera del mexicano Julio Estrada, Rumor del páramo, en la que su contrabajo era altar, tumba o referencia del quejido sonoro de la inmortal historia de Juan Rulfo. También visitó las temporadas de musicadhoy y del CDMC y colaboró con el Ensemble Residencias en aventuras tan sonadas como la célebre interpretación de In C, de Terry Riley, compositor con el que colaboró personalmente. Y siempre de la mano de su amigo Sotelo que, al modo de Cage, entendía que la presencia de Scodanibbio en su música era una “indicación instrumental”, precisa y preciosa.
Stefano Scodanibbio era, también, un notable compositor y un estimable comunicador en cursos y actividades pedagógicas. Con su fallecimiento nos alejamos un poco más, y ya parece que irremisiblemente, del siglo XX y de sus aventuras utópicas, acaso excesivas pero que resumían el orgullo de la creación, la valentía del cambio y la estirpe de los exploradores. Valores, en suma, que Scodanibbio encarnaba.
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