PIANOS, PIANISTAS… E IMAGINACIÓN
Tocar un instrumento, especialmente cuando se llega a un nivel alto de perfeccionamiento, supone algo más que un simple contacto físico con el mismo. Se lo llega a sentir casi como una prolongación del propio cuerpo.
Hay un órgano, el oído, que unifica cuerpo e instrumento. Sin embargo el oído no siempre puede trabajar en las mejores condiciones. En el caso de un violinista, por ejemplo, el oído izquierdo recibe el sonido con mayor fuerza y penetración que el derecho. Más equilibrada resulta la audición para un violonchelista, un oboísta o un guitarrista. Y en todos los casos, la distancia entre oído e instrumento es excesivamente cercana para lo que debe ser el sonido ideal. Porque el buen sonido se percibe a cierta distancia, dependiendo de las condiciones acústicas y otras circunstancias. En una buena sala de conciertos, un instrumento se escuchará en óptimas condiciones a varios metros de distancia y, en muchos casos, a mayor altura que el escenario. El piano de cola, es decir, el piano de concierto, tiene unas características propias que complican algo más su relación con el oído de su intérprete. Porque, pese a lo que aparentemente sienten algunos practicantes del instrumento, el sonido no emana directamente de las teclas, sino de las cuerdas contenidas en la caja de resonancia, percutidas a través de un mecanismo que todo pianista debería conocer bien. En la posición habitual, es decir con la tapa abierta, el mejor sonido no le llega al pianista, pues sale proyectado desde la citada caja de resonancia hacia el centro de la sala y se expande después en todas las direcciones, siempre dependiendo, además, de la acústica. El intérprete, para poder saber cómo suena realmente su instrumento, debería tener el don de la ubicuidad y, mientras toca, situarse en medio de la sala a varios metros de distancia. O, al menos, poder escuchar desde el centro del escenario, delante de la caja acústica del piano. Por supuesto, los buenos pianistas son conscientes de este problema e intentan imaginar cómo se escuchará el sonido desde el lugar más o menos ideal y actúan en consecuencia. Una excelente manera de mejorar la escucha del sonido del piano para sus intérpretes es sin duda, el instrumento que el pianista Pierre-Laurent Aimard ayudó a desarrollar con Steinway en Austria, como explica Michael S. Markowitz en artículo publicado en febrero de 2007 y que puede leerse en la página web http://www.playbillarts.com/features/article/6036.html. Como en las fotos puede verse, la diferencia con respecto al piano convencional está en la tapa que cubre la caja de resonancia. Aquí se sustituye por una serie de paneles rectangulares colocados de forma oblicua sobre la caja y en paralelo al teclado, con inclinación hacia el pianista. “Espejos de sonido” («sound mirrors» en el inglés original) es como se denominó a esta innovadora tapa. De este modo el sonido se releja hacia el instrumentista, resultando así más real para el mismo. Claro que este resultado satisfactorio para el pianista no lo es tanto para el público si se mantiene la colocación convencional. Salvo que el uso de este instrumento se haga como Aimard planificó para tocar como solista-director con orquesta. El piano se coloca en este caso en el centro de la orquesta, con la cola hacia el fondo del escenario y, por tanto, con el pianista de espaldas al publico. Las ventajas son evidentes: hay un contacto auditivo y visual entre orquesta y pianista-director mucho mejor que en la colocación habitual, y tanto el pianista como el público pueden percibir el mejor sonido posible. Naturalmente, también puede tocarse este instrumento a solas, siempre que se ubique del mismo modo, es decir, con el pianista dando la espalda al público. Otros problemas suelen plantearse a los pianistas, por ejemplo, a la hora de tocar a dos pianos. Sucede que es difícil que se encuentre una sala con dos instrumentos parecidos o, al menos, compatibles en sonoridad. Tanto en calidad como en cantidad de sonido. La colocación de los mismos, asimismo, no es siempre fácil de conseguir. Se pueden situar enfrentados, con lo cual al menos una de las tapas debe ser retirada. En menos ocasiones se suelen poner en paralelo, lo cual facilita la comunicación visual de los intérpretes pero no favorece el equilibrio sonoro. ¿Qué solución podría darse a esto? Pues, por qué no, dos en uno. Es decir, una sola caja de resonancia con las dos arpas dentro y con dos teclados, uno en cada extremo. Y una sola tapa al fondo para reflejar el sonido con la mayor igualdad posible. El fabricante ya pondrá el mayor esmero para conseguir un buen balance en todos los sentidos. El caso es que este instrumento ya existe, si bien no ha conseguido imponerse en las salas de concierto. Hay más cuestiones que los pianistas quisieran poder resolver mejor. Por ejemplo, ¿por qué el teclado de un piano es recto cuando los brazos, al ir hacia los extremos del mismo, necesitarían que fuera semicircular para no tener que ser estirados en exceso? También se ha inventado, si bien tampoco en este caso ha conseguido prosperar. Hay más casos de instrumentos curiosos: http://www.pianoworld.com/fun/oddpianos.htm . Que no nos falte la imaginación. Todo sea por el noble propósito de hacer bien la música y en las mejores condiciones posibles.
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