Strauss y la contemporaneidad: sin grandes melodías
Orquesta de la Comunitat Valenciana (OCV) / Coro de la Generalitat / Marc Albrecht. Palau de Les Arts. 18 , 21, 24, 27 y 30 de enero
El mismo año en que se estrena Elektra, Schoenberg compone sus Tres piezas para piano op. 11, una de las primeras obras atonales de la historia, así como la ópera de un solo acto Erwartung (La espera), protagonizada por una mujer desesperada y solitaria que encuentra a su amante muerto y trata de revivirlo en vano.

Miguel Lorenzo / Mikel Ponce
La trama psicológica de Elektra y Erwartung no parece ser tan distinta a como supuestamente lo fue el talante de ambos compositores en cuanto que precursores de una nueva era musical. Aquellos fueron los años en que se hablaba del psicoanálisis. De eso hace ahora poco más de un siglo.
En su conferencia sobre la ópera straussiana, Ramòn Gener subrayó la difícil recepción de la pieza para un público habituado a las óperas con grandes melodías. En Elektra brillan por su ausencia, recalcó el célebre músico, humanista y escritor. En su lugar uno se encuentra con numerosos motivos muy breves asociados a personajes o estados de ánimo como el de Agamenón o el del odio. Y aunque sea cierto que solo un conocedor sería capaz de canturrear partes de la ópera después de oírla, a tenor de lo vivido el pasado viernes 24 me atrevería a decir que, hoy por hoy, el público ya es capaz de entusiasmarse con una música en absoluto belcantiana, plagada de disonancias, densa e intensa donde las hay. Sin saberlo y sin pretenderlo, el gusto generalizado por la gran música comienza a aceptar estéticas en su día si no rechazadas, si al menos cuestionadas.
La Elektra escuchada hace unos días en el Palau de les Arts es una Elektra moderna, actual, desgarradora y bella a la vez, musical y escénicamente impactante, pese a la extrema austeridad de lo segundo que simbolizaba la mente de la atormentada heroína, y con una temática atemporal: la venganza.
Nombrado “Director del Año” por los Premios Internacionales de Ópera 2019, Marc Albrecht condujo a la Orquesta de Les Arts por el sendero del éxito, obteniendo en todo momento una soberbia respuesta por parte de la misma. El perfecto tándem entre músicos y director le brindó a los cantantes la oportunidad de sumarse al cúmulo de aciertos y fundirse con el complejo tejido sonoro straussiano del que no pocas veces emergían como un instrumento musical más. Iréne Theorin (Elektra), Sara Jakubiak (Crisotemis) y Doris Soffel (Clitemnestra), al igual que Derek Welton (Orestes), el preceptor (Max Hochmuth) y los demás miembros del elenco vocal, no sin olvidar a las doncellas y bailarinas, sincronizaron perfectamente sus movimientos en el escenario y brillaron con luz propia en sus intervenciones conjuntas o solistas. El público reaccionó con una gran ovación. Entusiasmado despidió a los protagonistas sin haber oído ni una sola melodía fácilmente reconocible y sí a cambio texturas musicales repletas de disonancias, no siempre resueltas según los cánones de la armonía tradicional.
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