María Hinojosa soberbia en la Basílica Pontífica de San Miguel
La soprano española interpretó las nueve arias alemanas de Haendel en el Festival Internacional de Arte Sacro de la Comunidad de Madrid
La quinta semana del XXVII Festival Internacional de Arte Sacro arrancó con el concierto de la soprano María Hinojosa y la agrupación Concierto Poético. La soprano interpretó sobresaliente las nueve arias alemanas de Haendel acompañada por el pequeño ensemble.
La profesionalidad de la soprano distó mucho del trabajo realizado por los tres músicos. El violinista Íñigo Aranzasti fue el que más desmereció. Su interpretación del instrumento estuvo muy lejos de ser correcta siendo los errores más achacables la precaria afinación que mantuvo a lo largo de todo el concierto y la carencia de sentido musical que emborronó la actuación del resto. Su compañera, María Saturno, hizo una actuación aceptable intercalando el violonchelo y la viola da gamba con algún altibajo en los primeros números, mientras que Alberto Martínez Molina tocó el clave y el órgano notablemente.
La voz de María Hinojosa sonó ligera, adecuada a la perfección al estilo barroco. Sus coloraturas y adornos relucieron con un timbre estable. Solamente se percibieron dificultades en los graves, donde la voz de Hinojosa se resintió en dos ocasiones.
La estructura del concierto estuvo bien acordada. En primer lugar, a modo de preludio el Concierto Poético interpretó el Allegro de la Sonata Quinta a doi de Johann Philipp Krieger. La soprano María Hinojosa salió escena y cantó cuatro de las nueve arias del programa. El breve descanso para la cantante lo propició el Adagio de la Sonata para Violín op.1 no.12 de Haendel y, finalmente, continúo con las cinco arias restantes para concluir con el Singet dem Hernn de Dietrich Buxtehude.
María Hinojosa deslumbró desde el primer aria. En todo momento, más allá del canto, su expresión reflejaba sonriente que estaba disfrutando de la música. Y fue esa interpretación de Haendel tan suya la que encantó al público.
Si hubo un momento desagradable y cuanto más molesto, fue la demora exagerada que los instrumentistas se tomaron en afinar. No fueron ni una, ni dos, ni tres veces las que el parón entre arias era debido a esto. Si estuviéramos hablando de una interpretación impecable, quizá este juicio no tendría sentido. O bien el violinista no debió afinar correctamente el instrumento, o por el contrario tenía los dedos torpes. No hubo pieza en la que nos deleitara con sonidos amenos en toda su extensión.
La agrupación Concierto Poético no empezó con buen pie, pero sí fue mejorando. Especialmente a partir del ecuador del concierto, donde la bellísima Sonata para Violín op.1 no.12 demostró un ligero repunte.
Un recital con una perspectiva magnífica quedó minado por el irregular acompañamiento del ensemble. La soprano se mostró en todo momento profesional y rescató un concierto que sin su presencia hubiera sido un verdadero desastre.
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