La pasión según Sir John Eliot Gardiner
Una de las joyas musicales de la Semana Santa catalana fue, por encima de todas, la magistral versión de la Pasión según san Mateo de J. S. Bach que las huestes musicales de Sir John Eliot Gardiner nos ofrecieron el pasado 15 de marzo, en el Palau de la Música Catalana.
Dos meses después de su exquisita versión de la mozartina Missa en Do menor en L’Auditori barcelonés, los English Baroque Soloists i Monteverdi Choir recalaron nuevamente en la capital catalana para ofrecer su versión del sancta sanctorum de la música sacra occidental: el colosal oratorio bachiano milagrosamente salvado del olvido por Mendelssohn un ya lejano 1829. La flor y la nata de la sociedad civil catalana, no especialmente melómana y mucho menos bachiana, dicho sea de paso, no quiso perderse el evento y se dio cita en la histórica sala modernista de Lluís Domènech i Montaner, agotando las entradas con casi medio año de antelación.
El programa de mano, enriquecido con algunos pasajes del brillante libro “La música en el castillo del cielo” que el maestro Gardiner dedicó al cantor de Leipzig, si bien no anunciaba grandes solistas conocidos, sí destacaba la participación de uno de los evangelistas más prestigiosos del momento: el tenor Mark Padmore. El cantante británico abordó el extenso rol de evangelista haciendo gala de una musicalidad exquisita, un gran dominio estilístico del recitativo y un uso magistral de las dinámicas y el matiz. Suyo fue el gran éxito entre los solistas de la velada. Complementaron el reparto de los papeles solistas, el sólido Jesús de Stephan Loges, quien exhibió una envidiable línea de canto aunque un timbre algo diluido en los graves, y algunos de los miembros del espléndido Monteverdi Choir, que sin ser grandes voces solistas de referencia, aportaron un extraordinario sentido de unidad estilística y coral al conjunto. Entre ellos es de justicia destacar las intervenciones del contratenor Reginald L. Mobley y las de los bajos Alex Ashworth y Nicholas Mogg.
La prestación del coro Monteverdi fue nuevamente espectacular, tanto en el dibujo de la impresionante arquitectura bachiana como en el uso expresivo de las dinámicas, amén de su timbre inmaculado. La doble formación de instrumentos históricos integrada por los English Baroque Soloists fue a la par de los cantores, con una interpretación ungida de intensidad expresiva y nitidez discursiva cuya excelencia alcanzo cuotas de virtuosismo en los diálogos solistas de los oboes (Leo Duarte y Robert de Bree), el violín (Kati Debretzeni) y la viola de gamba (Reiko Ichise).
Gardiner apostó por una lectura que, lejos de vacuos efectismos dramáticos, logró aunar pureza discusiva, refinamiento e intensidad expresiva en una simbiosis sencillamente magistral. Sin lugar a dudas, la suya fue una de las aventuras más apasionantes de la imprescindible temporada Palau 100 que impulsa el decano templo musical catalán.
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