En el principio fue la piel. La ópera contemporánea perfecta
Acaba de pasar por España George Benjamin, compositor y director, al frente de la excepcional Mahler Chamber Orchestra, para ofrecer la ópera Written on Skin (Escrito sobre piel), del propio Benjamin sobre libreto de Martin Crimp.

Written on Skin . © Teatro del Real/Javier del Real
Este majestuoso colectivo ha tocado en el Liceu de Barcelona el pasado 16 de marzo, y en el Teatro Real de Madrid el 17. La presentación de esta esperada ópera ha sido en versión de concierto con una leve escenificación a cargo de Benjamin Davis. Y para que todo fuera perfecto, también lo ha sido el elenco, las sopranos Barbara Hannigan y Victoria Simmonds, el barítono Christopher Purves, el tenor Robert Murray y el contratenor Tim Mead; algunos de ellos (Hannigan y Purves) ya habían participado en el estreno de 2012 en el Festival de Aix-en-Provence, y Simmonds había encarnado su papel de Marie en la versión de la Royal Opera House, registrada en DVD.
Written on Skin (Escrito sobre la piel) es su segunda ópera en colaboración con el dramaturgo Martin Crimp, y ha bastado para convertirlos en una pareja indiscutible; y por más que las comparaciones sean odiosas, bien podrían ser considerados como un Hofmannsthal y Strauss de nuestros días. Esta segunda ópera de ambos nació como un encargo del ya citado Festival del Midi francés y llevaba aparejada la sugestión de contar una historia que tuviera relación con el rico pasado medieval de esa franja mediterránea trufada de mitologías trovadorescas.
En su primera colaboración, Benjamin y Crimp habían dado cuerpo a la historia del flautista de Hamelin en una versión turbadoramente contemporánea. La ópera, de título Into the Little Hill (Dentro de la pequeña colina) ofrecía mimbres sorprendentes: dos cantantes femeninas contaban toda la historia como se contaría un cuento o una leyenda a un reducido auditorio, transmutándose ora en narradores ora en personajes, una simple convención de cuentacuentos de formidable eficacia para una ópera. Pero en la sencilla narración, Crimp no dejaba pasar la oportunidad de fustigar males contemporáneos, los niños o las ratas hipnotizadas por el flautista eran vistos por la hija del alcalde como desolados personajes de inconfundible resonancia a refugiados, extranjeros o gente indeseable, en el sentido en que Europa se ha empeñado en ver a todo aquel que viene a nuestro solar patrio huyendo de guerras o colapsos económicos.
Es sorprendente la lucidez de Crimp para convertir al flautista en un mero ejecutor de nuestros miedos al “otro”. La ópera, muy corta, apenas tiene acción ni la necesita, porque la palabra cantada se convierte en un cuchillo afilado. ¡Qué pena que estas óperas no sean himnos para todo europeo al que se le caiga la cara de vergüenza ante noticias tan contemporáneas como de hoy mismo!

George Benjamin © Teatro del Real/Javier del Real
Pero, en el plano formal, Crimp proporciona al músico un material literario formidable y en su segunda ópera, Written on Skin, acentúa esa potencia literaria que no niega el teatro como espacio de representación, pero lo convierte en acomodo básico para la unión entre música y literatura. Por eso, Into the Little Hill tenía una enorme capacidad de emoción artística solo con dos personajes contando una historia, y por eso, ver Written on Skin en versión prácticamente de concierto apenas pierde fuerza por más que sea una pena no ver teatro escenificado.
Los personajes de Written on Skin se desdoblan desde la palabra, dicen su parlamento e intercalan la expresión de un narrador: “dice el muchacho”, “dice la mujer”, “dice el protector”. Esto proporciona una suerte de dimensión extra, los personajes son de cara al espectador el personaje de la historia y el que lo cuenta. Se trata de una fórmula habitual en el teatro de Crimp, una distanciación que deja al espectador en situación inestable y le permite mirar como en altura la situación, a menudo terrible que narra.
Pero hay más rupturas narrativas, en momentos puntuales, el personaje del Muchacho, el que va a escribir e ilustrar el libro que le encarga el temible Protector, habla desde la contemporaneidad; le dice a su Protector que en esos bosques medievales ahora suyos va a haber ocho autopistas o que en sus dominios habrá grandes superficies comerciales que el hombre del siglo XII no podrá entender, pero que el espectador del siglo XXI sabe lo que representa como contrapunto de una pasión inútil por empeñarse en dominar territorios, personas e incluso su propio relato solicitado a golpe de dinero al joven ilustrador.
La terrible historia de la ópera es la de un adulterio (prácticamente inevitable entre la joven esposa del violento, adusto y entrado en años Protector y el joven muchacho que recibe el encargo de hacer el libro que escriba sobre piel el destino que el Protector desea para su vida). Un adulterio tan inevitable como frío; para Crimp, la pasión abrasadora de la joven y abandonada esposa por el joven es casi animal, mientras que el muchacho se limita a acceder a todos sus deseos, incluyendo el deseo de ella de contarlo todo, lo que desata el no menos inevitable final: el asesinato del joven, la cena en la que la mujer es forzada a comer el corazón del amante, la maldición de la esposa y su suicidio que priva al violento marido del ulterior placer de la venganza. Como epílogo, se cuenta que el libro narra un milagro literario, la salvación de la esposa por un ángel que la recoge en su caída desde la ventana.
Sobre esta historia medieval recogida por Crimp de diversas fuentes (muy bien contada en las notas al programa por Luis Gago), Benjamin tiene ya media ópera hecha, y como es un talento descomunal, no desperdicia ni un segundo para componer un fresco sonoro de formidable eficacia. La orquesta es un prodigio de sutileza sonora y el tratamiento de las voces tiene la levedad de un sueño. Todo esto le permite contar una historia truculenta, cargada de violencia, de pasiones dañinas, de tensión mental y de desoladores tintes sociales sin que el espectador pierda ni un ápice de su interés.
Esta presentación en Barcelona y Madrid de Written on Skin, con orquesta y reparto de lujo y la propia dirección del compositor, ha sido un auténtico regalo que algún despistado se ha perdido, ya que (hablo de Madrid), la sala tenía algún que otro hueco que una joya como esta no merecía. El Liceo de Barcelona, en época aún de Matabosch, no dejó pasar la oportunidad de brindar la primera de las dos óperas citadas, Into the Little Hill. Lo hizo en el Foyer, una pequeña sala del Teatro, en una sesión que algunos recordamos como un bien preciado.
Volviendo a Madrid, los que asistieron ayer al Teatro Real sí sabían que sucedía algo muy preciado, quizá histórico. Tiempo habrá de que suba al escenario con todas las de la ley, pero ya no será un susto, Benjamin y Crimp han marcado el terreno para lo que podría ser una forma de ópera contemporánea a la altura de las mejores expectativas.
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